Выбрать главу

– Sí. Ben ya está dentro y estoy esperando a que llegue Foster con su cámara.

– Y yo he llamado a Jack. Está enviando un equipo. -Mia lo siguió hasta la parte trasera y entró donde Ben Trammell estaba montando los focos.

– El fuego solo ha quemado la habitación, Reed -dijo Ben-. Y no demasiado. Esta vez podemos tener suerte y conseguir algo que vincule a nuestro tipo con el escenario del crimen.

– ¡Ojalá! -dijo Solliday, apuntando con la linterna al techo-. Bonita instalación. White no debió de notar los aspersores.

Los focos se encendieron y todo el mundo miró la cama. El señor Dougherty yacía boca abajo mirando de costado y la señora Dougherty yacía boca arriba en la almohada. La sangre empapaba la ropa de cama.

– Él murió al instante -dijo Michaels detrás de ellos-. La hoja fue directa al corazón. Ella tiene heridas que demuestran que se defendió. -Le levantó el camisón para mostrar un enorme moretón oscuro en la parte baja de la espalda-. Probablemente le puso la rodilla encima.

– ¿Le ha cortado usted el camisón? -preguntó Mia y Michaels negó con la cabeza.

– La han encontrado así. El tejido está cortado limpiamente.

– Le hará un test de violación, ¿verdad?

Él le clavó la mirada.

– No parece haber indicios de que la hayan forzado, detective. A esta dama le salen morados con bastante facilidad, y no hay señales de morados en sus muslos. Pero le haremos la prueba.

– Gracias. ¿Puede llevárselos? -le preguntó a Solliday y él asintió. Frustrada y triste, permaneció con Reed al pie de la cama de los Dougherty mientras Michaels se los llevaba. Luego Mia volvió a centrarse-. Mató primero al señor Dougherty.

– Porque podía intentar proteger a su esposa.

– Justo. Murió sin dolor, pero la señora Dougherty… La ató, le hundió la rodilla en la espalda y en algún momento le dio la vuelta y le cortó el camisón.

– Pero parece que no la violó. Me pregunto por qué. No puedo imaginármelo como un personaje que de repente tiene conmiseración.

– Tal vez desbarataron su plan. Entonces le dio la vuelta y le cortó el cuello desde detrás. Se asustó y salió huyendo. ¿Por qué?

– No lo sé. ¿Por qué los Dougherty para empezar?

– No tiene sentido -coincidió Mia-. Los Dougherty ni siquiera conocían a Penny Hill.

– Y hemos estado toda la semana buscando lazos que no existían -añadió él de modo sombrío.

Pero más que las horas perdidas leyendo expedientes, Mia estaba pensando en Roger Burnette y la pena que encerraban sus ojos cuando la había enfrentado a los pocos progresos que habían hecho.

– Necesitamos contárselo a Burnette. Necesita saber que no es responsable de la muerte de Caitlin.

– ¿Quieres que vaya contigo? -preguntó Reed.

Pensó en la rabia ebria de los ojos de Burnette. Sería buena idea tener a Solliday cerca.

– Si quieres.

– Cuando acabe aquí iremos.

– Llamaré al padre de Joe Dougherty en Florida.

Se dirigía a su coche cuando oyó su nombre. Era uno de los agentes y sostenía un gato blanco.

– ¿Detective? Hemos encontrado este gato fuera y dice la señora Blennard que era de los Dougherty. No puede llevárselo con ella a casa de su hija.

Mia miró el gato.

– ¿Y qué quiere que haga yo con él?

Él se encogió de hombros.

– Puedo llamar a la protectora de animales o… -Sonrió con encanto-. ¿Quiere un gato?

Mia le echó un vistazo al gato. Las placas de identificación de su collar se parecían mucho a las suyas.

– Eres un gato con suerte, Percy. Te has librado de una bala dos veces en esta semana.

El gato parpadeó.

– Le gusto -murmuró Mia-. Por ahora puedes sentarte en mi coche.

Viernes, 1 de diciembre, 5:05 horas

Reed notó que estaba detrás de él antes de que ella hablara.

– ¿Has encontrado algo? -preguntó Mia.

Reed sacudió la cabeza.

– No. No ha usado gas porque no hay. No cubrió el pecho de Donna Dougherty con el catalizador sólido como hizo con Penny y Brooke.

– Usó un huevo con una mecha -dijo Ben desde el rincón donde cribaba escombros-. Eso es lo único que hizo igual.

– Se lo he notificado a Joe padre y he recabado información puerta a puerta.

Reed podía ver lo mucho que le costaba a Mia.

– ¿Le has preguntado qué relación tenían Joe Junior y Donna con Penny Hill?

– Lo he intentado. Después de lo que le he contado sobre sus muertes, ha dejado de hablar. -Mia frunció el ceño-. He tenido que llamar al sheriff local y lo han encontrado desvanecido en el suelo con el teléfono aún en la mano. Lo han llevado corriendo al hospital. Creen que ha tenido un ataque al corazón.

– Esto se pone aún mejor -dijo Reed-. Pobre hombre.

– Lo sé. Me habría gustado saber que tenía una dolencia cardíaca. Iré a buscar información sobre el pariente más próximo de Donna Dougherty a la oficina cuando abra dentro de unas horas. Además, me han dado una descripción de un coche de aspecto sospechoso que anoche estuvo en la calle unas dos horas. Una chica y su novio se estaban magreando en el asiento de atrás del coche del novio y cada vez que salían a tomar aire veían ese coche. Un Saturn azul claro.

– ¿Tomaron el número de la matrícula cuando salieron en busca de aire? -preguntó Jack con sarcasmo.

– Solo la mitad. ¡Ah!, y volvió a soltar al gato.

– ¿Dónde está Percy? -preguntó Reed.

– En mi coche. Esta vez está limpio. Si estás preparado, sigo queriendo ir a casa de Burnette.

– Vamos.

Esperó a que ella saliera primero, luego refunfuñó. Una furgoneta de ActionNews estaba aparcada a un lado de la calzada, y una bien acicalada Holly Wheaton, de pie en la calle. Notó que Mia se tensaba cerca de él.

– No digas nada -murmuró Reed-. Por favor. Aunque te mueras de ganas de rajarle la cara. No menciones ni a Kelsey ni su historia. Deja que diga: «Sin comentarios».

Holly caminó hacia ellos, con un brillo salvaje en los ojos.

– Este es el cuarto incendio del pirómano en esta semana. ¿Qué está haciendo la policía para mantener a la gente de Chicago a salvo?

– Sin comentarios -dijo Reed y apretó el paso, pero Holly no pensaba detenerse.

– Las víctimas eran el señor y la señora Dougherty, la misma pareja cuya casa fue destruida el pasado sábado por la noche.

Mia se detuvo y Reed quiso protestar, pero él la había aplacado la última vez que las dos se batieron en duelo. Esta vez mantendría la boca cerrada, mientras pudiera, claro.

– No damos los nombres de las víctimas hasta habérselo notificado a sus familias. -Miró directamente a la cámara muy seria-. Es la política de nuestro Departamento de Policía y es lo más humano. Espero que esté de acuerdo conmigo. Ahora, si nos permite volver a nuestro trabajo…

– Detective Mitchell, Caitlin Burnette será enterrada hoy. ¿Irá usted?

Mia siguió caminando y Reed empezó a respirar aliviado.

– Detective Mitchell, algunos dicen que el asesinato de Caitlin Burnette está relacionado con la actividad profesional de su padre. ¿Cree usted que un hijo debe ser castigado por los pecados de su padre?

Mia se detuvo, con el cuerpo rígido. Volvió la cabeza y abrió la boca para escupir lo que sin duda habría sido una mordaz réplica en nombre de Burnette. Luego Reed notó el cambio brusco de sus hombros al relajarse. Aceleró el paso.

– Sígueme -dijo en un tono de voz tan bajo que solo Reed pudo oírla-. Holly puede tener algo.

Capítulo 19

Viernes, 1 de diciembre, 5:40 horas

Mia se reunió con él en el bordillo.

– Lo siento, no quería que ella nos siguiera hasta aquí.

Reed miró a su alrededor. Era un barrio bien cuidado.

– ¿Qué hay aquí?

– La casa de la hija de Blennard. Algo que ha dicho Wheaton sobre los pecados del padre me ha hecho pensar.

– Wheaton solo quería pincharte, Mia.