Выбрать главу

– Hermano, no me había dado cuenta de que ibas sin zapatos -dijo Jetsam a su compañero, cuando volvieron al GMC de Flotsam a coger sus bambas-. Debes mostrar algo de clase.

– ¿Por qué me llevas a establecimientos esnobs donde hay que llevar zapatos? -dijo Flotsam-. Estoy tan acostumbrado a correr por la playa todo el día, que no sé si tengo las zapatillas puestas o no. ¿Crees que me dedico a mirarme los pies o qué?

– No hemos guardado nada, espero que nadie nos intente robar las tablas -dijo Jetsam, que al igual que su compañero había dejado su pistola bajo el asiento de la furgoneta-. En cualquier caso, los tipos que emitieron el decreto de consentimiento se quedarían todos patidifusos si trincáramos a un ladrón surfista.

– Sólo si pertenece a una minoría oprimida -dijo Flotsam-. Si son blancos, les puedes disparar como a pitbulls rabiosos y arrollarlos con la furgoneta cinco o seis veces.

– Mira las estadísticas demográficas, hermano -dijo Jetsam-. Somos nosotros la minoría oprimida.

Cuando entraron de nuevo en el Hamburger Helmet recibieron una mirada de desaprobación por parte de la camarera: aquel par de surfistas llevaban camisetas viejas y pantalones cortos, con sal todavía en las caras morenas y arena cayéndoles del pelo. No podrían haber parecido más surfistas aunque hubieran llevado trajes de neopreno, pero al menos ahora estaban calzados, así que se sentaron en una mesa apartada a esperar la llegada de Hollywood Nate Weiss.

Diez minutos después, mientras se hidrataban con su segundo té helado, Nate entró y tomó asiento.

– ¿A qué debo el placer de comer con un par de cangrejos? -dijo Nate.

– ¿Quieres una bebida fría? -dijo Jetsam cuando la camarera se acercó a su mesa. Era asiática y tenía unas bonitas piernas.

– Tomaré lo mismo que ellos -dijo Nate.

– Marchando un té helado -dijo-. Avísame cuando quieras algo más.

Nate le echó un vistazo cuando se iba y dijo:

– Seguro que lo haré.

Después se dirigió a Jetsam.

– Querías verme con tiempo. ¿Qué pasa?

Flotsam se sumió en su pose de «No tengo nada que ver con esto», y Jetsam dijo:

– Hace tres noches extendimos un multa de parking a un tipo llamado Leonard Stilwell. ¿El nombre te dice algo?

Nate puso cara de confusión y luego negó con la cabeza.

– Un tipo blanco con pinta de gusano. Quizás un yonqui o alguien que se mete crack. De unos cuarenta tacos, peso medio, pelo rojo, pecas. Conduce un Honda negro tuneado.

Nate sacudió la cabeza y dijo:

– Nada. ¿Debería conocerlo?

– No lo sé, pero tenía una dirección en su coche, y sólo por joder, la comprobamos, porque el tipo no debería tener una dirección de Mount Olympus. A no ser que vaya a ir allá a limpiar un garaje o algo así. Tiene un par de denuncias previas por robo.

– Sigo sin pillarlo -dijo Nate.

– Bueno, no encontramos la dirección -dijo Jetsam-. El número no coincidía. Pero cerca de donde se suponía que podía estar vimos un coche.

– ¿Su coche? -dijo Nate.

– No, su coche no -dijo Jetsam.

La conversación se detuvo. Nate frunció el ceño ligeramente y dijo:

– ¿Visteis mi coche?

– SAG4NW -dijo Jetsam-. Así que pensamos que igual tú sabías algo sobre este Stilwell, eso es todo.

Flotsam corrigió a su compañero:

– Él pensó que podrías saber algo. Yo soy neutral en este asunto.

Hollywood Nate calló unos instantes, luego dijo:

– Dijiste que era una dirección equivocada.

– No había una dirección a la que asociar exactamente el pedazo de papel. Si recuerdo bien, la dirección que tú visitabas acababa en 26 mientras que su dirección acababa en 48. Pero cuando la calle gira, los números son totalmente distintos. La casa en la que estabas es la más próxima al número que él escribió.

Flotsam estaba harto de todo aquello.

– Colega -le dijo a Nate-, lo que mi compañero cree es que quienquiera que viva en esa casa puede ser la futura víctima de un crimen, o quizás un criminal si está relacionado con ese saco de mierda, Leonard Stilwell. Ésta es la versión abreviada del drama.

– ¿Y cuál es la versión larga? -dijo Nate.

– La versión larga es que mi colega está tierno perdido por Sinclair al Cuadrado, y le encantaría convertirse en un cuervo y trabajar con ella aunque no diferencie una tabla de surf de una de planchar. Pero, ahora que lo pienso, cuando alguien le pide que le planche algo, se divorcia. Y dado que ella no se casa con nadie que no se apellide Sinclair, me gustaría que mi colega cambiara su nombre a Sinclair de una vez o detener toda esta mierda al estilo Sherlock ¡porque me está agotando!

Jetsam miró a su compañero, alucinado. Nunca había visto a Flotsam explayarse de ese modo.

– ¿Qué relación tiene el calentón que lleva con Ronnie con el ladrón? -le preguntó Nate a Flotsam, como si Jetsam no estuviese ahí.

– Oyó que Ronnie y Bix Rumstead andaban trabajando esa parte de Hollywood Hills, besando el culo a todos esos gilipollas ricos de allá arriba, y él trata de aportar luz al asunto y de anotarse unos tantos delante de Ronnie y quizá también del sargento cuervo.

Jetsam todavía miraba a su compañero con sorpresa y, finalmente, dijo:

– Hermano, ¿por qué no te conectas a mi frecuencia? ¡No sabía que estuvieras tan alejado de la realidad!

– He estado intentándolo a todas horas -dijo Flotsam-. Pero no has sido el mismo desde que lanzaste las bengalas sobre el taller de coches. Estás totalmente ido, tío. ¡No escuchas el lenguaje corporal!

– ¡No sabía que estuvieras tan hasta el cuello de mierda, hermano!

– Arreglad vuestros asuntos domésticos más tarde -dijo Nate-. Puedo aseguraros que la persona que vive en esa casa no es ninguna clase de malhechor. En cuanto a si es un objetivo potencial para ese tío, Stilwell, no tengo ni idea.

– ¿Es tu rollito? -dijo Flotsam con malicia.

– ¡Hey! Yo no te pregunto por tus nenas -dijo Nate.

– Tío, estás hormonalmente alterado -dijo Flotsam con admiración.

Rebotado de la diatriba con Flotsam, Jetsam le dijo a Nate:

– No le haríamos daño a nadie si le preguntamos a tu rollito… Me refiero a la persona que vive ahí, si conoce a Leonard Stilwell. Si no, tal vez tengamos que hablar con Prevención de Robos. Confía en mí, hermano, ese cubo de pus de Stilwell es un deshecho, y no anda metido en nada bueno.

– La llamaré -dijo Nate-, y a ver qué sabe.

– ¿Es una tía buena o simplemente es rica? -dijo Flotsam a Nate, con la misma malicia incómoda.

– Es sólo alguien que ha puesto su coche a la venta -dijo Nate-. Estuve hablando con ella sobre su vehículo utilitario deportivo.

Había resbalado de la boca de Nate antes de poder pararlo, y Jetsam se abalanzó:

– ¡Eh, hermano! Se trata del coche del taller, ¿verdad? La tía con la que hablaste, ¿cierto?

Nate vio a ambos surfistas mirándolo ahora con expectación. Decidió decir la verdad.

– Sí, ésa es. Y sí, es una tía de bandera, pero no pasó nada.

– ¡Esto es el destino en acción, hermano! -dijo Jetsam teatralmente-. Hay muy pocos grados de separación. ¡Somos parte del mismo plan inescrutable!

Nate se quedó sin habla hasta que Flotsam dijo:

– Se pone así después de haber estado practicando surf. Se sienta en el agua y tiene estas visiones. Lo convierten en una simple tabla de surf el resto del día. No tardará en estar bien.

– Al menos os podríais estirar con el té helado -dijo Nate mientras acababa su bebida.

– Sí, colega, va a nuestra cuenta -dijo Flotsam-. Pero si quieres mi opinión, deberías olvidarte de esas pavas de las colinas. Toda esa carne esculpida y los diamantes de cinco quilates pintan bien, pero hay mejores maneras de escapar de tu aburrida existencia. Pilla una tabla y vente a Malibú. Seremos tus gurús.