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– Sólo voy por mi bolso -murmuró con un tono de voz agradable y tuvo que hacer un esfuerzo para apartar la vista de ésos cálidos ojos grises que, según le pareció, la admiraban. Caminó lentamente a su alcoba, pero una vez ahí, pasó saliva con fuerza, al advertir que estaba temblando por dentro; tomó su pequeño bolso, y todavía tuvo que esperar unos segundos para controlarse-. Lista -dijo con ligereza cuando regresó a la sala.

Creyendo que ya estaba tranquila, de inmediato se desmoronó cuando Lyle, deteniéndose un momento antes de partir, la miró a los brillantes ojos azules y le dirigió un cumplido:

– Kelsa, está encantadora.

– Ah, gracias -ella logró replicar, como si estuviera acostumbrada a recibir cumplidos de él todos los días-. Y gracias por mandarme mi coche, por cierto. Se me olvidó mencionarlo esta mañana.

– Fue un placer -murmuró él con ligereza y la escoltó del apartamento al coche y de ahí a un elegante, pero discreto restaurante.

El cenar con Lyle fue una de las más maravillosas experiencias de su vida, decidió Kelsa. Él era ingenioso y encantador y ella no podía recordar el tiempo en que lo consideraba un monstruo. Era un hombre experimentado y conocedor, pero al mismo tiempo le pidió su opinión sobre varios de los temas que trataron… ninguno relacionado con negocios; y así, la velada transcurrió rápidamente para Kelsa.

Kelsa casi no supo lo que comió; lo único que sabía era que Lyle parecía disfrutar de su compañía, igual que ella disfrutaba la de él… y eso hacía que el mundo de la joven fuera perfecto.

– Tomaremos café en el anexo -le sugirió Lyle a un atento camarero y, con sorpresa, Kelsa advirtió que se había acabado cuatro platillos, casi sin darse cuenta.

El anexo era una pequeña habitación a un lado del gran salón, y Kelsa se sintió más feliz cuando compartieron un sofá y su conversación se refirió por primera vez, a algo de la oficina, al revelarle Lyle:

– La murmuración en la sala de sesiones de la junta directiva es, que mi padre parecía ser completamente feliz las últimas semanas de su vida.

– Yo lo conocí durante poco tiempo -replicó Kelsa, sensible al hecho de que Lyle había estado en Australia esas últimas semanas de la vida de su padre y debía sentirse triste por eso-, pero, aunque algunas veces se enfadaba, como todos, a mí me parecía siempre feliz.

– Me parece, Kelsa, que él nunca se enfadó con usted. De hecho, estoy seguro de que nunca lo hizo.

Un poco intrigada por saber a dónde quería llegar él, aunque por su cálida y amigable mirada no parecía que fuera algo que la alterara, Kelsa comentó:

– No, en realidad, nunca lo vi irritado conmigo; pero… no entiendo a qué se refiere -tuvo que confesar.

– Dulce Kelsa -replicó él y si eso no fuera suficiente para que el corazón de ella se desbocara, la gentil sonrisa que Lyle le dirigió, hizo que ella se estremeciera de alegría-. Por lo visto, feliz con la mayor parte de su vida, tenía un rincón de su ser que debió haberle dado momentos de tristeza y de remordimiento.

– ¿Mi… madre? -preguntó ella tentativamente, sin querer ofenderlo, en caso de que Lyle se sintiera afligido acerca de su propia madre.

– Mi padre, por lo que dice mi tía, recibió un ultimátum; pero aunque abandonó a su amante y a su hija, habiendo tomado la decisión de no volver a verlas, no puedo imaginarlo, ya que era un hombre honorable en todos los aspectos, soportando tal situación, sin pagar un precio por ello.

– ¿Sintiéndose infeliz acerca de eso? -conjeturó Kelsa.

– Sí; infeliz y creo que, aunque aprendió a vivir con la decisión que tomó, una pequeña parte de su ser sentía que le faltaba algo… hasta que la vio a usted en los corredores de… -Lyle se interrumpió y luego agregó-: Encontró a la Kelsa equivocada, pero tengo que agradecerle a usted, querida, por el hecho de que, una vez que él supo que la madre de usted había muerto y por su creencia de que usted era la hija que había perdido, usted hizo que su vida fuera completa y que él se sintiera feliz.

– Ah, Lyle -dijo Kelsa con un suspiro-, qué cosa tan linda me dice. Gracias -agregó suavemente. Él ya se había disculpado por las cosas tan horribles que le había dicho y que ella ya le había perdonado; pero lo que acababa de decir borraba todo lo malo que él le había dicho antes. Trató de dominarse para que Lyle no notara lo mucho que le importaba su opinión sobre ella-. Fue una verdadera coincidencia encontrarme con él en el corredor.

– Estaba escrito en sus cartas desde el primer día que estuvo en el edificio… o hasta en el estacionamiento.

– Sí… supongo que sí -convino ella-, y creo que debe haber sido el destino todo el tiempo, porque nunca fue mi intención irme de Drifton Edge, cuando solicité el empleo de Hetheringtons.

– Desde Herefordshire -comentó él y ella sonrió porque él recordó de dónde venía ella-. Pero -continuó Lyle, con los ojos en la curva de los labios de Kelsa-, la persona que la entrevistó vio de inmediato su potencial y le ofreció un trabajo importante.

– No sé si vio mi potencial… Recuerde, subí con trabajos desde la sección de transportes -Kelsa sonrió con malicia, feliz porque él se rió-. Aunque es verdad -confesó, tratando de controlar los latidos de su corazón porque él se había reído de su broma-; sí me ofrecieron un puesto importante en otra sección… pero lo perdí porque estaba indecisa acerca de qué hacer y me tardé demasiado en resolver.

– ¿Por qué estaba indecisa? -preguntó él-. ¿Un amiguito?

– Ah, no -replicó ella con ligereza-. Supongo que por el hecho de haber nacido y crecido en Drifton Edge, me parecía un paso gigantesco empacar, y dejar todo. Principalmente teniendo una casa ahí.

– ¿Tenía una casa ahí? -la instó él y la conmovió su aparente interés.

– Todavía la tengo… era la de mis padres -explicó ella-. Supongo que pronto tendré que tomar una decisión acerca de qué hacer con ella… venderla o rentarla. Pero mientras tanto, regreso a Drifton Edge casi todos los fines de semana y…

– ¿Casi todos los fines de semana? -Lyle entrecerró los ojos-. ¿Está segura de que no tiene un amiguito escondido en las selvas de Herefordshire? -preguntó.

– ¡Segura!-se rió ella y por un loco instante pensó que él sonaba un poco celoso, lo cual era tan ridículo, que lo descartó de inmediato-. Sólo voy allá para ventilar el lugar, verificar si no hay tuberías congeladas, ver a mis amistades… -esperaba no estarlo aburriendo con sus historias, pero como él tenía la habilidad de mostrarse interesado en todos los detalles que ella mencionaba, le contó que su amiga más íntima, Vonnie, fue la que le dio el empujón para encontrar un trabajo más estimulante que el que ella hacía allá.

– Así que tenemos que agradecerle a su amiga Vonnie, el que nosotros la hayamos encontrado -comentó Lyle y, al acelerarse el corazón de Kelsa y estar sus ojos fascinados con la curva superior de la maravillosa boca de Lyle, la joven supo que éste no era uno de los momentos más maravillosos para ella, sino que era la más maravillosa experiencia de su vida. ¿Qué otra cosa podía ser? Estaba ahí, con el hombre a quien amaba y, aunque sabía que él debía conocer a muchas otras mujeres más sofisticadas, tan sólo por esa noche, él parecía estar disfrutando de su compañía.

Esa idea todavía estaba en su cabeza cuando, habiendo terminado su café, salieron del restaurante y Lyle la llevó a su apartamento. Al estacionarse frente al edificio, Kelsa sintió que no quería que terminara esa velada; y aunque acababan de tomar café, la joven tuvo la esperanza de que él tampoco quisiera despedirse todavía y se quedara, aunque fuera quince minutos más.