El Weston ancló en mitad del río. Guilford, recién recuperado pero todavía algo débil, fue a la orilla para ayudar a Sullivan a recoger muestras de hierbadedo y una docena de otras especies del prado. Los especímenes de muestra fueron preparados entre los marcos de la prensa para plantas de Sullivan, y una vez secas y aplastadas colocadas en capas en una caja envuelta con tela aceitada. Sullivan le mostró una flor naranja particularmente vívida común a lo largo de la arenosa orilla.
—Por su estructura, podría ser prima de la amapola inglesa. Pero estas flores son masculinas, señor Law. Los insectos dispersan el polen devorando literalmente los estambres. La flor femenina, aquí hay una, ¿la ve?, apenas puede llamarse flor en el sentido convencional del término. Más bien es un hilo empapado en miel. Un inmenso pistilo, con una estructura ciliada para arrastrar el polen masculino hasta el gineceo. Los insectos quedan a menudo atrapados en ella, y el polen con ellos. El esquema es común en Darwinia, y no existe entre las plantas terrestres. El parecido físico es real pero fortuito. Como si el mismo proceso de evolución hubiera actuado a través de diferentes canales…, como este río, que se aproxima en general al Rin pero no en sus detalles específicos. Drena aproximadamente las mismas tierras altas hasta aproximadamente el mismo océano, pero sus recodos y meandros son enteramente impredecibles.
Y sus remolinos, pensó Guilford, y sus rápidos, aunque el río había discurrido bastante plácidamente hasta entonces. ¿Planteaba el río de la evolución azares similares?
Sullivan, Guilford, Finch y Robinson dominaban las horas diurnas: Digby, el cocinero de la expedición, los llamaba «Flores y colores, piedras y hiedras». La noche pertenecía a Keck, Tuckman y Burke, pilotos y oficiales de derrota, con sus sextantes y sus estrellas y sus mapas a la luz de las lámparas. A Guilford le encantaba preguntarle a Keck dónde estaba exactamente la expedición, porque sus respuestas eran inevitablemente extrañas y maravillosas:
—Estamos entrando en la ensenada de Colonia, señor Law, y deberíamos de ver Dusseldorf antes de mucho si el mundo no se hubiera dado la vuelta como un calcetín y se hubiera parado de cabeza.
Weston ancló en un amplio y lento recodo del río que T. Compton llama Estanque Catedral. El Rin fluye saliendo de la suave hendidura de un valle, con la montañosa Bergischland al este de nosotros, la Garganta del Rin en alguna parte al frente. Un terreno generosamente arbolado: árboles mezquita (más altos que las especies inglesas), inmensos pinos salvia de color caqui, un complejo sotobosque. Puede que el fuego sea una amenaza en tiempo seco. Este era un territorio carbonífero de lignito en la otra Europa; Compton dice que se han divisado buscadores de petróleo aquí, accesos a minas poco profundas ya en funcionamiento (marginalmente), y hemos visto toscas carreteras y un poco de tráfico fluvial. Finch afirma haber hallado evidencias de coque, dice que esta zona será algún día un importante centro de hierro y acero, con la voluntad de Dios, con hierro en bruto de las escarpas del Oolítico de las Cotes du Moselle, en particular si los Estados Unidos siguen evitando que el continente sea «alambrado con fronteras».
Sullivan dice que el carbón de hulla es una evidencia más de una antigua Darwinia, una secuencia estratigráfica causada por el levantamiento terciario de la meseta del Rin. La auténtica cuestión, dice, es si la geología darwiniana es idéntica a la antigua geología europea, con los cambios debidos únicamente a los diferentes elementos corrosivos y a los meandros del río; o sí la geología darwiniana es solo aproximadamente la misma, diferente en sus detalles…, lo cual puede afectar nuestra exploración de los Alpes: una garganta inesperada en los montes Genèvre o Brenner nos enviaría derrotados de vuelta a Jeffersonville.
El tiempo es bueno, el cielo azul, la corriente del río es más fuerte ahora.
No podía durar, sabía Guilford, ese crucero fluvial de placer, con una cocina bien aprovisionada y largos días con la cámara y la prensa para plantas, playas de guijarros libres de molestos insectos o animales, noches tan llenas de estrellas como Guilford nunca había visto en Montana. El Weston avanzó más allá de la hendidura del valle del Rin y las paredes de la garganta se hicieron más verticales, las pendientes más espectaculares, hasta que le resultó fácil a Guilford imaginar a la vieja Europa allí, los desaparecidos castillos («Eberbach», entonaría Keck, «Marksburg, Sooneck, Kaiserpfalz…»), masas de guerreros teutones con púas en sus cascos.
Pero aquello no era la Vieja Europa, y las evidencias estaban por todas partes: peces púa agitándose en los bajíos, el olor a canela de los bosques de pinos salvia (ni pinos ni salvia sino un árbol alto cuyas ramas crecían formando una terraza en espiral), los gritos nocturnos de criaturas aún no bautizadas. Los seres humanos recorrían aquel camino —Guilford había visto alguna balsa ocasional, así como evidencias de cuerdas de sirga, chozas de tramperos, humo de fogatas, diques para atrapar peces—, pero solo muy recientemente.
Y había, descubrió, una especie de consuelo en el vacío del territorio que le envolvía, con su propio terrible y maravilloso anonimato, marcando huellas allá donde nunca había habido huellas y sabiendo que el terreno las borraría pronto. El territorio no exigía nada, no daba nada más que a sí mismo.
Pero los días fáciles no podían durar. La Rheinfelden estaba allá delante. El Weston tendría que dar media vuelta. Y entonces, pensó Guilford, veremos lo que significa estar auténticamente solos, en todo este mundo desconocido de rocas y bosque.
La Rheinfelden Cascade, la cascada del Rin, principio del tramo navegable. Hasta aquí es donde llegó Tom Compton. Algunos tramperos, dicen, afirman haber ido por tierra hasta tan lejos como el lago Constanza. Pero los tramperos suelen exagerar.
La cascada no es espectacular si la comparamos con, digamos, las del Niágara, pero es una puerta del río muy efectiva. La bruma flota densa, una gran masa de cúmulos por encima de las empapadas rocas y las boscosas colinas. Un rápido fluir verde de agua, el cielo oscurecido por las nubes de lluvia, todas las rocas y grietas invadidas por plantas como musgo con delicadas flores blancas.
Tras observar y fotografiar la cascada nos retiramos a un punto de porteo: Tom Compton conoce a un tratante en pieles local que podría estar dispuesto a vendernos animales de carga.
P.S. a Caroline y Lily: Os echo mucho en falta, tengo la sensación de estar hablando con vosotras a través de estas páginas aunque estoy muy lejos…, en las profundidades del Nuevo (o Perdido) Continente, extraño de horizonte a horizonte.
El tratante de pieles resultó ser un truculento germano-americano que se hacía llamar «Erasmus» y que criaba, en una tosca granja a una cierta distancia del río, una enorme manada de serpientes de pelo.
Las serpientes de pelo, explicó Sullivan, eran el recurso más explotable del continente, al menos por ahora. Eran animales herbívoros que vivían en manada, comunes en las praderas de las tierras altas y probablemente en las estepas orientales; Donnegan las había encontrado en las estribaciones de los Pirineos, lo cual sugería que estaban ampliamente distribuidas. Guilford se sintió fascinado y pasó buena parte del resto del día en el corral de Erasmus, pese al penetrante olor, que era uno de los puntos menos atractivos de las serpientes de pelo.
Los animales, pensó Guilford, se parecían más bien a gusanos que a serpientes: hinchadas, con pálidos «rostros» con ojos de vaca, cuerpos cilíndricos, seis patas oscurecidas bajo trenzas de enmarañado pelo. Como recurso, eran un catálogo virtual de Sears-Roebuck: pelo para tejer ropa, pieles para curtir, grasa para sebo, y una carne sosa pero comestible. Las serpientes de pelo eran el principal recurso comercial del Rin, e incluso, afirmaba Sullivan, habían hecho su aparición en los círculos de moda de Nueva York. Guilford supuso que el olor no sobreviviría al esquilado, o de otro modo ¿quién querría un abrigo de pelo de serpiente de pelo, incluso en el duro invierno de Nueva York?