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Shelley se rió con ganas mientras comenzaba a cerrar la puerta en su cara.

– ¿Ah, sí? ¡Eres muy perspicaz!

CAPÍTULO 7

RAFE siguió haciendo equilibrios con su silla mientras observaba al resto del grupo ensayar la obra. Tenía que admitir que estaban consiguiendo darle coherencia al proyecto. Aún pensaba que su idea habría estado mejor para la competición, pero se había convencido de que la de Shelley era también bastante buena.

Lo único que le faltaba era aceptar que le estaba empezando a gustar Shelley en todos los sentidos. Absolutamente en todos.

Al verla dirigir la obra en ese momento no pudo evitar sonreír. Era una líder increíble, lo llevaba en las venas. La competición estaba dándole una ocasión irrepetible para mostrar sus cualidades para organizar y motivar a las personas que trabajaban para ella. De no haber sido por el particular diseño del concurso de ese año, ni Rafe ni otros cargos medios de Industrias Allman se habrían dado cuenta de sus asombrosas cualidades para la dirección. Estaba decidido a buscar ese mismo lunes un nuevo puesto para ella que sacara más partido a su valía profesional.

– ¡Eh! ¡Chica! -le dijo en voz baja cuando Shelley pasó a su lado-. Tengo algo que decirte.

Se volvió a mirarlo y vio que tenía un brillo especial en los ojos.

– Si me vas a comentar otra vez que tengo unos labios suculentos, olvídalo -dijo con cara de pocos amigos.

– No, ese tipo de comentarios los dejo para luego, para cuando estemos solos -respondió sonriendo.

– ¡Rafe!

– La verdad es que lo que te iba a comentar no es tan apasionante. Matt me ha llamado antes. Mi padre está preocupado por el concurso y envía a Matt para que nos eche una mano. Llegará mañana.

– ¡Ah! -exclamó ella desplomándose en la silla de al lado-. Lo siento mucho, Rafe.

– No tienes nada que sentir -dijo sin comprender su reacción-. No pasa nada. Matt no puede estar en el equipo, pero nos podrá dar algún consejo. Nos vendrá bien tener algo de aire fresco en el grupo.

– ¡Vale! Entonces, ¿no te importa que venga?

– ¿Por qué me iba a importar? Matt nos puede ser de mucha ayuda -dijo, añadiendo con curiosidad-: Pensé que erais buenos amigos.

– Y lo somos. Pero como tu padre está siempre intentando ponerle en medio y que sea el centro de atención, pensé que…

«Así que de eso se trata», pensó Rafe. Shelley seguía dándole vueltas a su particular teoría sobre cómo su padre prefería a Matt por encima de él.

Y la verdad era que, aunque le costara admitirlo, podía haber algo de razón en su teoría. Se preguntaba si eso habría hecho que la relación con su hermano fuera distinta. Se quedó madurando esa idea durante un rato pero no era el momento de pensar en ello, así que intentó quitárselo de la cabeza.

– Shelley, no estoy celoso de mi hermano mayor si eso es lo que temes -dijo con poca convicción.

– ¿Estás seguro?

– Así es -dijo riendo-. He hecho una encuesta y cada parte de mí está de acuerdo. Gracias por preocuparte, pero no es necesario. Matt y yo nos llevamos bien y siempre ha sido así. No te inquietes por ello -añadió tomando su mano.

Rafe se dio cuenta de que ella se quedaba con ganas de seguir analizando el tema. Pensaba que todas las mujeres eran iguales, siempre intentando buscar los motivos y las causas de todo. Iba a tener que convencerla para que cambiara y disfrutara más de la vida, para que se tomara las cosas con más calma y se dejara llevar. Claro que antes tendría que aprender él a vivir así.

– ¿A qué hora viene? -inquirió ella, a pesar de que tenía otras cuestiones más importantes en la cabeza que hubiera deseado preguntarle a Rafe.

– Temprano, creo.

– ¡Vaya! Y aún no he hablado con Quinn -dijo ella con una mueca y hablando más para sí que para otros.

– ¿Y eso que tiene que ver con la llegada de Matt? -preguntó él sin comprender por qué ella había hecho la conexión.

– Por… Por nada. Nada en absoluto -explicó desconcertada-. Estaba pensando que tengo un día de lo más ajetreado mañana.

Se levantó y cambió de actitud.

– Venga, no seas vago. Necesito que hagas mucho más antes de la hora de comer. Quiero que reduzcas la duración del vídeo con los niños en el colegio.

Shelley se dispuso a añadir algo de atrezzo a la presentación. Colocó un espejo en un caballete y se separó un poco para comprobar el efecto que hacía.

– La cinta es una monada, pero es demasiado larga. Necesitamos reducir y cortar un montón de cosas. El total de la presentación no puede alargarse más de siete minutos -añadió ella sonriéndole.

Volvió a observar el espejo y se acercó para recolocarlo y ver qué tal quedaría desde el punto de vista de la audiencia.

– Va a ser difícil deshacerse de algunas partes del vídeo, pero tenemos que hacerlo -siguió ella.

– Espera un momento, jefa -protestó él-. No creo que yo deba ocuparme de la edición del vídeo. No tengo experiencia.

Shelley no podía creerse que empezara otra vez con las quejas. Era exasperante.

– 0 editas esa cinta o presentas tu dimisión. Como quieras -dijo mientras le daba en el hombro con su lápiz

– Aguafiestas -repuso con el ceño fruncido.

Ella le sonrió por un momento, antes de retomar su papel de jefa.

– Toma, la cinta. Todo lo que necesitas para editarla está en sala de audiovisuales. Venga, empieza. El tiempo es oro.

Rafe se resistió a irse. Notaba que Shelley se estaba ablandando. Estaba perdiendo sus fuerzas y su autoridad. Pensó que quizás fuera el momento para intentarlo una vez más. Sabía que su idea era tan buena que ganarían el premio con ella. Seguía preocupado por ganar la competición.

– ¿Sabes qué? Aún no es demasiado tarde para pensar en usar mi idea para la competición. No íbamos a necesitar mucho material, además yo ya tengo mucho trabajo adelantado y…

– ¿Por qué no pones los pies en el suelo y admites de una vez esta situación? -dijo ella fuera de sí-. Estamos desarrollando mi idea y, si tan importante es para ti ganar, ¿por qué no te mueves y empiezas a trabajar duro para que podamos conseguirlo?

Se volvió y comenzó a cortar cartulina para la decoración del escenario. Esperó que él se diera por enterado de que estaba siendo ignorado.

Rafe se quedó mirando su propia imagen en el espejo que Shelley acababa de colocar.

«Ella tiene razón» le dijo su propio reflejo. Quiso protestar, pero se contuvo. Sabía que era verdad. Recogió la cinta de vídeo, le lanzó a Shelley una mirada lasciva que ella ignoró y salió de la sala. Se dio cuenta de que la jefa se había hartado ya de sus tonterías.

Trabajaron duro todo el día. Shelley estaba al borde de un ataque de nervios. Al principio no le había importado demasiado ganar el concurso o no. Sólo le importaba hacer un buen trabajo y no dejar a la empresa en mal lugar. Para ella ganar era lo de menos.

Pero ahora que sabía cuánto significaba el triunfo para Rafe, quería conseguirlo a toda costa. Sabía que tenía más que ver con la necesidad de demostrarle lo que valía a su padre que con otra cosa. Shelley estaba empezando a adoptar como suyas las batallas y preocupaciones de Rafe. Lo que era importante para Rafe también lo era para ella. Recordaba cómo su padre lo ignoraba continuamente cuando eran niños. Siempre estaba pendiente de Matt. Quería que fuese Matt el que dirigiera la empresa en vez de Rafe, que tenía muchas más cualidades para hacerlo. Lo paradójico era, además, que Matt no tenía ningún interés en el negocio familiar.

Shelley estaba concentrada en ganar. Lo tenía que conseguir, aunque sólo fuera por Rafe. En primer lugar, quería demostrarle que su idea era buena y, en segundo lugar, quería verlo feliz.

Pero estaba preocupada. No les quedaba mucho tiempo y no parecía suficiente para hacer que la presentación fuera tan buena como ella pretendía. Algunas de las piezas que quería colocar en el escenario eran imposibles de terminar a tiempo y las camisetas que querían llevar durante la final no habían llegado aún.