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Era obvio ¿no?

Ella esperaba que así fuera. Dando un paso atrás, vio como Carson lo abría y empezaba a trabajar en la herida. Ella se encogió al percatarse del daño causado. Sus arterias y sus tejidos eran una pesadilla.

Pobre hombre… o lo que sea que fuera.

Una punzada de culpabilidad la atravesó al recordar la manera en que se había interpuesto entre ella y el demonio. Había recibido lo peor de la lucha, y lo mismo había hecho en el callejón, para que ellos no resultaran heridos.

A pesar de toda su grosera fanfarronería, él tenía corazón y al menos, un código de moral básico. Ese entendimiento, suavizó la manera en que se sentía sobre él. En realidad, no era tan malo. Y mientras lo miraba fijamente, una parte de ella se conmovió por su consideración.

Carson se estiró para coger una grapa de su inmaculada bandeja.

– ¿Con qué le cortaron?

– Una espada corta.

Él sacudió la cabeza.

– Parece que lo hubieran atacado con una motosierra. Mira el daño que hay aquí. -El retiró la piel para que ella tuviera una vista completa.

Simone le alcanzó una nueva grapa notando cuanto sangraba Xypher. Carson estaba en lo cierto. Era tremendo.

– No sé si esto ayuda o siquiera importa, pero el hombre que blandía la espada era una especie de demonio.

– ¿Sabes a qué panteón pertenece?

Esta tenía que ser la conversación más atolondrada que hubiera tenido en su vida. No había muchas personas, con las que pudieras hablar sobre la aparición de un demonio en medio de la calle cuyo propósito era atacarte, que lo aceptaran tranquilamente, para luego formular una pregunta tan simple. Debería ser interrumpida a carcajadas.

Y mucho alcohol.

– Ah, no. Pero Xypher lo llamó Kaiaphas.

Carson maldijo.

Simone se detuvo al notar la inesperada demostración de ira que causó el nombre.

– ¿Le conoces?

– Parte griego y parte sumerio, todos cabrones. Es un milagro que alguno de ustedes haya sobrevivido. Pero la verdadera pregunta es, ¿por qué os atacaría a vosotros? Ese no es su estilo.

– ¿A que te refieres?

– Kaiaphas es un doleodai. Un demonio vinculado. No puede actuar por cuenta propia, sino bajo las órdenes de alguien más.

Ese era un dato interesante. Simone quería reír ante el absurdo de todo lo que había sucedido desde el almuerzo.

– ¿Cómo demonios he quedado envuelta en esto? Todo lo quería era inspeccionar una simple escena de crimen y volver a casa. No… Retiro lo dicho. Todo lo que yo quería, era compartir un sándwich de jamón y queso con un viejo amigo. Ahora, me veo arrastrada en medio de un conflicto de dioses griegos y ni siquiera es la hora de la cena. No puedo esperar a ver que pasa a continuación.

Carson sonrió.

– He tenido esos días.

– Seguro que sí.

– No, en serio. Deberías seguirme a todas partes y documentar todas las rarezas en la que me veo envuelto.

– ¿Cómo cuáles?

Él le quitó la grapa de la mano.

– Bueno, hubo una vez en que Marvin nuestra anterior mascota, un mono, escapó de su dueño, Wren, él es un tigre que puede adoptar forma humana y subió al segundo piso a dormir con el dragón. Resultó que nuestro dragón residente es alérgico a los monos. ¿Quien hubiera podido saber o imaginar algo así? A Max le brotó un sarpullido en áreas que aún me hacen encoger al recordarlas. Hasta el día de hoy, si le mencionas la palabra “mono”, te escupe fuego. También en otra oportunidad… o mejor no te cuento esa. Si llegara a oídos de Dev, me arrancará el corazón para comérselo.

Simone retrocedió ante todo lo que le estaba contando. No… No podía ser.

¿Podía?

– ¿Vosotros tenéis licántropos aquí?

Haciendo una pausa, él levantó la vista para mirarla.

– ¿No eres una Escudera?

– No.

Él tuvo que contener el aliento y su rostro se cubrió con un velo de irritación. Gruñendo, se puso a suturar.

– No tenías conocimiento sobre nada de lo que dije hasta que lo escuchaste saliendo de mi boca, ¿verdad?

– Nop.

Él maldijo una vez más.

– No puedo creer lo que acabo de hacer. Asumí, ya que sabías sobre Xypher y el demonio, y Julián que te manifestó aquí dentro, que sabrías todo sobre nuestro mundo.

No, pero estaba recibiendo una rápida introducción que la asustaba más y más, conforme pasaban los minutos. En todas sus conversaciones con Tate, él jamás había mencionado a los licántropos.

– Pero parece que ahora sí -dijo ella, tratando de hacerlo sentir mejor sobre su verborrea-. Daily Inquisitor, allá voy… Mejor aún, al psiquiátrico de la localidad.

– Sí. Y yo acabo de romper novecientas reglas. ¿Qué opinas de mantenerlo entre nosotros?

– Créeme, cariño. No voy a hablar. Valoro la poca salud mental que aún conservo y lo último que quiero, es verme envuelta en medio de lo que estoy envuelta. Señálame la salida y Alicia saldrá de la madriguera del conejo. De vuelta en la tierra y feliz de desarrollar el síndrome de Alzheimer sobre todo este incidente. De hecho, ni siquiera estoy segura de encontrarme aquí. Estoy pensando que tal vez un Daimon me golpeó en la cabeza y todo esto es una gran alucinación causada por una severa pérdida de sangre.

– ¿Siempre divagas así?

– Si. Lo encuentro tranquilizador.

Él echó a reír mientras continuaba operando a Xypher.

Simone se detuvo al percatarse de algo.

– No le hemos suministrado nada para mantenerlo inconsciente. ¿No deberíamos hacerlo?

– No. No serviría de nada. Los Dream-Hunter son inmunes a ese tipo de drogas.

– ¿En serio?

Él asintió, inclinándose hacia delante para enfocarse mejor en lo que estaba haciendo.

– Son dioses. Las medicinas humanas no surten efecto en ellos.

– Entonces, ¿por qué lo estamos operando?

– Porque está inconsciente y sangrando… Nunca antes había visto sangrar un Dream-Hunter. Especialmente, no de esta forma. Pero intuyo que si puede sangrar, podría desangrarse completamente y morir.

Por un lado eso tenía sentido, pero por el otro…

– Los dioses no pueden morir, ¿o si?

– Por supuesto que pueden. Sólo que no es cosa fácil y usualmente, se requiere alguna clase de arma inmortal, que apostaría, es lo que se encontraba entre las manos de Kaiaphas cuando lo atacó. -Levantó la vista para mirarla agudamente-. Los demonios no suelen atacar a un dios o a ningún otro, a menos que estén convencidos de que le matarán. Tienden a cabrear al objetivo, que ideará maneras de torturar y matar al demonio. Y luego, todo se vuelve un lío, cuando deciden atacarse mutuamente. Como regla general, los demonios pierden. Y más aún, si nos referimos a un dios enfurecido. Por lo tanto, los demonios tienden a ser un poco más cautelosos que el depredador habitual. Cuando dan el golpe, suele ser rápido y mortal.

Simone dejó escapar un lento suspiro ante la simple veracidad de la afirmación. Bajó la vista hacia Xypher que yacía en un aparentemente pacífico reposo. Su cuerpo estaba esculpido y era letal. Un espécimen perfecto de belleza masculina.

Dormido, de esa forma, se parecía a un ángel, pero dada su austera personalidad, ella sólo podía imaginar la lista de personas que lo querrían muerto.

Incluso ella.

¿Pero al punto de llamar a un demonio para destruirlo? Eso era cruel.

Pobre Xypher.

Ella guardó silencio mientras Carson, higienizaba, cauterizaba y suturaba la herida de Xypher. Para cuando hubieron acabado, Xypher aún se encontraba inconsciente, pero sudaba profusamente. Deslizó su mano por la incipiente barba de su firme mejilla y como sospechaba, estaba afiebrada.

Sintiendo pena por él, fue a lavarse al lavabo y luego humedeció un paño con agua fría. Con un poco de suerte, eso ayudaría. Llevó el paño hasta donde él estaba y lo dispuso sobre su frente, sintiéndose arrollada por su atractivo. Él era un hombre increíblemente apuesto. Pero dado que era un dios, se suponía que estaba implícito.