Como si él le fuera a contar eso a ella No era su maldito problema.
– ¿A ti qué te importa?
La simpatía de su rostro fue suplantada por una expresión de dolor.
– Realmente odio cuando haces esa pregunta… me importa porque eres la persona a la que estoy atada hasta que logremos sacarnos los brazaletes y me gustaría saber algo sobre ti. ¿Quién sabe? Igual hay alguien enterrado en toda esa hostilidad que me pueda gustar.
Su sangre hervía al pensar en lo que ella realmente quería.
– No vas a encontrar mis debilidades tan fácilmente, nena. No tengo ninguna.
Ella lo miró boquiabierta
– Igualas tus recuerdos de niñez con debilidades. Por dios. ¿Qué te hicieron?
Él sonrió amargamente ante los recuerdos de su pasado. Recuerdos por los que había luchado intensamente en no pensar. Pero uno de ellos estaba más claro que todos los demás, fue la única vez en su vida que se permitió ser débil y era una experiencia que no volvería a repetir.
– Fui encadenado a una valla donde me golpearon y me sacaron el corazón mientras peleaba con ellos. Aunque sólo tenía una mano libre hice un gran impacto en los que me mataron. Basta decir que nunca estaré indefenso otra vez.
Simone quería llorar ante el horror que describía. Por el dolor que ella vio en esos claros y brillantes ojos.
– No te merecías eso.
– No me digas -dijo entre dientes apretados.- Pero lo que uno merece no tiene nada que ver con esto. La vida y la muerte son lo que son. No tienen misericordia por nadie.
Simone miró a Jesse que tenía una expresión que ella estaba segura era igual a la de su cara, las palabras de Xypher le chocaron mientras recordaba a su madre y hermano, ellos tampoco merecían lo que les había sucedido.
No queriendo pensar en ello, trató de no hablar con él mientras terminaba de comer. Era demasiado duro tratar de llegar a alguien que obviamente no quería ser alcanzado.
Cuando él terminó, ella llamó a la camarera y se dirigieron a su condominio.
Apenas habían abandonado el restaurante cuando Tate llamó.
– ¿Cómo te fue con Julián?- Preguntó.
Miró el brazalete en su brazo.
– No de la manera que esperaba. Todavía estamos unidos.
– Realmente lo siento.
– Supongo que podría ser peor, él podría ser tu asesino en serie.
Por la mirada que Xypher le echó, supo que podía oír su conversación.
– Oh, maldición, tengo que atender esta llamada. Tengan cuidado chicos los llamo más tarde. -Tate colgó antes de que pudiera decirle adiós.
Cerrando el teléfono, vio por la comisura de su ojo a Xypher frotando su brazo. Aunque no decía nada, tenía la piel de gallina en ambos brazos.
– ¿Tienes frío?
Él no respondió.
– Si tiene frío, -dijo Jesse. -Está en su aura, la puedo ver, incluso, si tú no puedes.
Xypher le echó una feroz mirada que lo debería haber incendiado.
Simone se detuvo mientras pensaba en donde conseguir ropa para él en el barrio. La mayoría de los lugares eran para mujeres…
O para góticos.
Una lenta sonrisa curvo sus labios. Sip, con su altura y personalidad cáustica, lo gótico se vería realmente bien en él.
Sin una palabra, acortó el camino por Dumaine para llegar a la calle Decatur.
– ¿Qué estás haciendo?-pregunto Xypher a la defensiva.
– Te voy a conseguir algo de ropa.
La obligó a pararse en la acera.
– No necesito nada.
– Sí lo que lo necesitas.
Su hermoso rostro se convirtió en piedra.
– No voy a aceptar tu caridad. No necesito nada de nadie.
Ella lo recorrió con una mirada fría.
– No pienso estar atada durante un mes a un hombre que sólo tiene una camisa y un par de pantalones cuando estoy forzada a olerlo todo el tiempo.
Eso provocó fuego en sus ojos.
Jesse frunció el entrecejo.
– Hey, él es un dios. ¿No puede, simplemente, hacer aparecer ropa para sí mismo?
Xypher miró a Jesse de una manera sofocante.
– Hades es un bastardo como ya dije anteriormente. Mis poderes no están intactos. Puedo utilizarlos para defenderme. Pero no para comida, vestimenta o… vivienda.
La última parte salió tan baja que ni siquiera estaba segura de que la había oído.
La expresión de vergüenza en su cara le dijo que ella no se había equivocado.
¿Por qué Hades le habría hecho eso?
– Vamos, -le dijo ella, tirando de su mano suavemente.- Necesitas ropa, especialmente un abrigo o chaqueta.
Xypher no podía respirar por la dulzura de su fugaz contacto que lo marcó completamente. No estaba diseñado para herir o controlar. No era más que un agradable toque que cualquier humano le podía dar a otro.
Nunca había sido tocado así.
Sorprendido por su bondad, la siguió hacia una tienda. No es que la estuviera siguiendo porque quería. Nunca había seguido nadie. Ella sólo lo guiaba porque no sabía hacia dónde iban.
A medida que entró en la tienda, se detuvo al observar un maniquí con un corsé, falda corta a rayas y mallas.
– ¿Pasa algo malo?- Preguntó Simone.
– Conozco un demonio que se viste así.
Su cara perdió el color.
– ¿Un demonio?- susurró.
Xypher asintió.
– Viaja como compañera de Acheron. Simi.
– ¿Simi Parthenopaeus?
Xypher se sorprendió por la exuberante voz de la dependiente. Pequeña con cabello profundamente negro, estaba parada detrás de un mostrador de vidrio lleno de joyas y copas.
Simone le arqueó una ceja a la mujer.
– ¿Usted conoce a Simi?
La mujer morena amplio su sonrisa.
– Oh, sí, todos conocemos a Simi y a su hermana. Nos dejan sin nada cada vez que están en la ciudad. Las adoramos ¿Es usted un amigo de ellas?
Xypher ahogó un gruñido. Amigo… esa era una palabra nadie había usado antes con él. Pero tampoco le podía decir a la mujer que había acabado con un ejército de daimons y salvado al mundo.
– Sí, somos amigos.
– Oh, cariño, entonces bienvenido a Roadkill. Cualquier amigo de las Parthenopaeus es un amigo nuestro. ¿Qué puedo hacer por usted?
– Necesitamos conseguirle algo de ropa, -dijo Simone. Y señaló una chaqueta de cuero colgada muy arriba en la pared. -¿Podemos ver esa?
La mujer salió del mostrador para bajársela.
Se la entregó a Xypher quien se encogió de hombros. Era todo lo que podía hacer para no gemir por lo bien que se sentía el caliente cuero sobre su piel después de haber estado congelado todos esos días. La chaqueta era pesada, pero agradecía el peso de la misma.
Se sentía muy, muy bien.
Simone sonrió mientras se acercaba a él y se la acomodaba. Sus manos rozaron su cuello, poniéndolo instantáneamente duro.
– Muy bonito. Se ve bien en ti. ¿Te gusta?
Él ni siquiera sabía cómo responder.
– Está bien, -dijo, sabiendo que le estaba mintiendo. Estaba mucho mejor que bien. Quería abrazarla por el regalo.
Simone retrocedió cuando una extraña ola de deseo la recorrió y no sabía por qué. Bueno, quizás sí. Xypher se veía fenomenal con la chaqueta negra de motociclista que tenía un símbolo anarquista pintado en el hombro izquierdo y los Misfits en la parte trasera. Ella quería acariciar el cuero y sentir el duro cuerpo debajo. Se veía peligroso y fiero.
Cosa que realmente era.
Tuvo que hacer un gran esfuerzo para no ronronear.
– ¿Cuántas camisas quieres? -Preguntó Jesse.
Simone parpadeó antes de retroceder, agradecida por la intervención de Jesse.
– Por lo menos una docena.
– ¿Una docena de qué?-La dependienta la miró fijamente.
Simone se sonrojó cuando se dio cuenta de que la mujer no sabía que Jesse estaba a su lado.
– Lo siento, estaba pensando en voz alta.
– Ah, yo pensé que estaban hablando en clave.- La mirada de la mujer se deslizó hacia el abdomen de Xypher. -Porque estoy segura de que tiene una docena mortal oculta ahí abajo.