Simone no tenían ni idea de por qué, pero una ráfaga de celos la recorrió. ¿Qué podía ser más ridículo? Sin embargo, cuando le contestó a la mujer, su voz estaba cortada por esa estúpida e inesperada emoción.
– Ocho, en realidad.
La dependienta quedó impresionada.
– ¿De verdad?
Ella asintió
– Demonios, eres una mujer muy afortunada. El mío sólo tiene uno, pero de todos modos lo adoro.
Simone sonrió.
Xypher no.
– ¿De qué están hablando vosotras dos?
Simone le dio una palmadita a Xypher en el brazo.
– Nada, cariño. Hay que conseguirte un par de suéteres, algunas camisas y pantalones.
Jesse puso sus ojos en blanco.
– Te están comiendo con los ojos, tío. Hablan sobre tus atractivos y el hecho de que estás nauseabundamente marcado, igual que yo habría estado si no me hubiera hecho polvo a los diecisiete. -Hinchó su pecho, tratando de parecer más musculoso. – Estoy atrapado para siempre en mi fase alta y desgarbada.
Xypher no hizo ningún comentario sobre su apariencia, estaba más perturbado por las mujeres.
– ¿Se supone que deben hacer eso? -Le susurró a Jesse.
– Sólo si tienes suerte… o si la vas a tener. -Jesse le hizo extraños ruidos parecidos a un chasquido.
– ¿Se supone que deben hacer qué? – Preguntó la dependiente.
Simone aclaró su garganta.
– Conseguir su ropa. Sí, cariño, se supone que debe hacer eso. -Se inclinó más cerca a él. -Ignora a Jesse antes que nos encierren en una habitación acolchada.- Y miró a Jesse mordazmente.
– Sólo está celosa porque puedo entrar en los vestuarios y no ser visto.
Simone lo cortó.
– ¡Eres un pervertido!
– No lo soy. Sería un pervertido si te espiara cuando te estás bañando o cambiándote de ropa. -Se estremeció. -Eso sería como espiar a mi hermana. Prefiero morir.
– Ojalá – murmuró Simone despacio.
Xypher estaba realmente divertido por su discusión. Le tomó un par de segundos comprender cuál era la emoción que sentía.
Diversión. Nunca la había experimentado antes, pero estaba bien. Su pecho se sentía más ligero y tenía cosquillas en el estómago. No había ira o la intención de hacer daño en sus tonos. Simplemente estaban bromeando juguetonamente y disfrutando el uno del otro.
Le gustaba mirarlos.
Simone le envió a Jesse otra mirada de advertencia antes de que realmente la metiera en problemas. Aunque ella lo adoraba, odiaba cuando hacia eso. No le gustaba ignorarlo, pero tampoco quería que pensaran que estaba loca.
Alejándose de Jesse a fin de no animarlo aun más, Simone siguió a la mujer hacia la parte trasera, pero se detuvo cuando vio los zapatos en el centro de la tienda que estaban en estantes pegados a la pared. La mayoría eran bastante funkys, incluyendo un par de stilettos claros con tacones de nueve pulgadas. Pero un par de botas de motociclista negras con calaveras y huesos cruzados como hebillas habían atrapado su mirada.
Una lenta sonrisa curvó sus labios mientras pensaba en la única persona que les podía hacer justicia.
– ¿Xypher?
– ¿Sí?
Ella señalo las botas.
– ¿Te pondrías éstas?
La amplia sonrisa que causó esta pregunta era absolutamente perversa. Y por primera vez, no fue fingida. Tenía un aspecto de puro placer que la calentó completamente. Maldición, el hombre es magnífico.
Aclarándose la garganta, llamó a la dependienta hasta donde estaban.
– Nos llevamos un par de estas.
La dependienta sonrió.
– Adoro cada vez que vienen los amigos de Simi. Ustedes compran como demonios.
Simone le echó un vistazo a Xypher, quien la observó con una mirada culpable. La mujer estaba casi en lo cierto.
En poco tiempo, habían elegido ropa, calzoncillos, y accesorios para el Señor Buenísimo Pero Detestable.
Simone tuvo que contener un quejido cuando entregó su tarjeta de crédito. A pesar de que tenía mucho dinero, no era su estilo gastarlo en compras, especialmente en un invitado temporal. Pero tampoco lo podía tener caminado por ahí desnudo durante tres semanas. Claro que se vería fenomenal, pero los arrestarían a los dos.
Al menos eso fue lo que pensó hasta que se percató de la descuidada expresión de alegría en la cara de Xypher mientras acariciaba la manga de su chaqueta nueva. Era obvio que nunca le habían dado algo igual.
Sip, eso hizo que valiera la pena.
Sonriendo, miró hacia la pared detrás de la cabeza de la dependienta. Una percha de bufandas colgaba allí. Su sonrisa se amplió por una en particular.
– Disculpe, -le dijo a la dependienta,- ¿Puedo ver la bufanda que está detrás del mostrador?
La dependienta cogió la negra con calaveras blancas.
– ¿Esta?
– Sí, por favor.
Tan pronto como la descolgó, Simone la agarró del mostrador, le quitó la etiqueta, y la envolvió alrededor del cuello Xypher.
– ¿Qué estás haciendo?- La sospecha en sus ojos en realidad la quemó.
– Mantendrá tu cuello caliente cuando estemos afuera.
Xypher no habló mientras ella ocultaba los extremos de la bufanda dentro de su chaqueta, luego subió el cierre. Fue un gesto tan tierno que le provocó un dolor extraño en el pecho. No le gustó esa sensación.
– No soy un niño.
Ella se rió.
– Créeme, bebé, que eso no se me ha escapado.
Él la miró reprobatoriamente por sus palabras juguetonas.
– ¿Te estás burlando de mi?
– Sí.
Burlándose… nadie había hecho eso antes. Al menos no juguetonamente. Miró a Jesse.
– Teee-zeeeen, -dijo Jesse, alargando la palabra. -Eso significa… -se detuvo mientras fruncía el ceño. -Bueno, demonios, no sé lo que significa. Es cuando alguien, tu sabes, se burla de ti.
Rechinando sus dientes, Xypher lo golpeó en la parte posterior de su cabeza.
– ¡Ay! Demonios, olvidé que podías hacer eso.
Jesse se acercó más a Simone.
Cuando Xypher comenzó a perseguirlo, Simone se paró en medio de ellos y le entregó las bolsas de ropa.
– Nos vamos y ya, -dijo con un tono exagerado. -Agrádesele a la guapa señorita su ayuda.
La dependienta sonrió.
– No hay de qué. Que tengan buenas noches.
Antes de que Xypher pudiera responder, Simone lo empujó ligeramente hacia la puerta. Él la siguió de mala gana.
¿Acaso estaba loca para interponerse entre ellos dos? No podía imaginar a nadie poniendo su vida en peligro por un fantasma. Especialmente no por uno tan tonto como Jesse.
Simone se detuvo para mirarlos reprobatoriamente.
– Vosotros dos me vais a meter en un gran problema un día de estos. ¿Acaso no podéis comportaros?
Jesse bufó.
– Empezó él.
Simone levantó su mano con frustración.
– ¡No digas ni una palabra más!
Xypher giró y golpeó a Jesse tan fuerte que su cabello comenzó a desvanecerse.
Simone lo agarró del brazo para proteger a Jesse, que ahora estaba gimiendo.
Los ojos de Xypher llamearon, como si estuviera a punto de freírla también.
– Inmunidad diplomática, -dijo ella, alzando el brazalete para recordarle que no podía matarla mientras lo siguiera usando.
– Harías bien en recordar que no durará para siempre.
– Pero va a durar lo suficiente para que dejes en paz a Jesse.
Él gruñó amenazadoramente. Sin embargo y afortunadamente le dio la espalda a Jesse y comenzaron a bajar por la acera.
Aliviada de que tenía a los dos calmados, Simone apenas había dado un paso cuando su teléfono sonó de nuevamente.
– ¿Hola?
– Era Tate.
Tenemos otro homicidio… igual al de Gloria. ¿Puedes traer tu trasero por aquí y echar un vistazo mientras los policías siguen investigando la escena?
– Por supuesto. ¿Dónde estás?