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– Descuartizarlo.

Tate se rascó la ceja con el dedo corazón.

– Tengo visiones de Shaun de los Muertos en mi laboratorio.

Simone soltó una carcajada.

– Querrás decir Tate de los Muertos.

– Exactamente. Y permitidme no olvidar que al final de La Noche de los Muertos Vivientes, le pegaron un tiro al hombre negro que sobrevivió a los ataques zombis. No es un buen precedente y aquí estoy teniendo un mal flashback, Sim.

Sacudiendo la cabeza, Tate aplaudió y echó a andar alejándose de ellos como si se encaminase hacia su destino.

– Bien, deseadme suerte… y mucho poder de fuego; acordaos de no dejar al sheriff que me pegue un tiro al amanecer. -Echó una mirada atrás, a la víctima-. Al menos esta vez lo sé, para no asignarle el cuerpo a alguien más.

– Bonne chance, mon ami.

– Sí, gracias, Simone. Personalmente, me gustaría bonne chance en esto.

Ella retrocedió cuando los dejó y se acercó al cuerpo para poder vigilar sus movimientos.

Simone apartó la mirada cuando pensó en Gloria y se preguntó lo que le habría pasado. Frotando sus brazos, susurró un rezo silencioso por la pobre mujer.

Jesse levantó la cabeza mientras la estudiaba.

– ¿Qué pasa, Sim?

– Sólo pensaba en Gloria. Desearía saber lo que le pasó. Odio que la hayamos perdido.

Xypher frunció el ceño.

– ¿Quién es Gloria?

Simone le propinó una mirada irritada porque él no lo sabía.

– Era el otro fantasma que estaba allí con los Daimons cuando llegaste chocando con mi mundo.

– Ah, la rubia.

– Sí, la rubia.

Tate gimió cuando volvió al grupo y pilló aquel fragmento de la conversación.

– Sí… Hablando de eso, su familia llegará en cualquier momento para reclamar el cuerpo. ¿Qué se supone que les tengo que decir cuando no se lo podamos entregar? De nuevo, no creo que un “oops” lo encubra completamente.

– ¡Oye! -vociferó un poli-. Doc, no creo que este tipo esté muerto. Acabo de verlo moverse.

Simone palideció ante aquellas palabras. Peor, vio el pie del difunto moverse.

– Xypher, está empezando.

Antes de que pudiera parpadear, él lanzó su mano. Un instante más tarde, el cuerpo íntegro irrumpió en llamas.

El policía gritó pidiendo ayuda mientras varios de los otros polis se peleaban por los extintores.

Ella fulminó con la mirada a Xypher.

– ¿Tú hiciste eso?

Él se encogió de hombros despreocupadamente.

– A veces mis poderes funcionan. A veces no lo hacen. Parece que esta vez lo hicieron. Sí, lo hicieron.

Tate arrugó la nariz mientras veía a los policías correr alrededor.

– No estoy seguro de si debería agradecértelo o no… ¿Piensas que se creerán que había algo de gas en la tierra que hizo que el cuerpo se moviera y que entonces se quemó espontáneamente?

Simone dejó salir una prolongada exhalación mientras silenciosamente le deseaba suerte en aquel asunto.

– Si alguien puede hacer que funcione, Tate, eres tú.

– Sí, te veo en la oficina de desempleo pronto. -Los dejó para ayudar a los oficiales a extinguir las llamas.

Simone los miró trabajar mientras el verdadero horror de todo aquello penetraba en su interior.

– De modo que al hombre realmente se lo comió un demonio.

– No creerás que me lo inventé, ¿no?

– No. -Ella alargó la palabra-. No exactamente, en cualquier caso. -Frunció el ceño al barrer con la mirada aquel cuerpo que había sido hecho para el pecado hasta los impresionantes ojos claros. Nadie adivinaría nunca que Xypher era algo además de humano, aunque ella lo conocía mejor-. ¿Realmente eres parte demonio?

– ¿Por qué mentiría?

– No lo sé. A veces la gente lo hace, sin ningún motivo aparente.

– Pero no soy humano.

El que fuera un engendro diabólico al menos explicaba un poco lo de su personalidad mordaz. Esto también lo excusaba… casi. Además, ya que era un demonio, tenía suerte de que estuviera domesticado y no intentara asustar a todos los que se encontraban por la calle.

Estoy atada a un demonio… Sonaba como una mala película de ciencia ficción.

Desconcertada, aturdida y francamente confusa, fue a coger sus bolsas de donde las había dejado en el suelo. Ahora mismo, sólo quería irse a casa y recuperar la compostura.

Los llevó fuera de la escena del crimen, hacia su apartamento.

– Anímate, Sim -le dijo Jesse alegremente-. Al menos el demonio no te comió.

– Aún, quieres decir.

Xypher tomó los paquetes de sus manos.

– No te preocupes. No permitiré que te hagan daño.

– No, a menos que esto signifique que recibas un disparo de tu enemigo, ¿verdad? Entonces soy caza mayor para la muerte.

Él no hizo ningún comentario.

– Todo correctísimamente, entonces -dijo ella, tratando de aligerar la atmósfera y no amargarse con el hecho de que muy probablemente la sacrificaría para lograr su objetivo-. Hagamos nuestro camino de vuelta sin peligro. ¿Vamos?

Xypher asintió con la cabeza mientras trataba de no pensar en el hecho de que no estaba tan seguro de que no la protegería incluso a expensas de su venganza. A pesar de que tenía sangre de demonio en su interior, no era completamente despiadado. Incluso en el peor de los casos, tenía un código ético y aquella ética no le permitiría que Simone sufriera daño en el fuego cruzado.

Maldito fuera por ello.

Haciendo una pausa, Jesse le dedicó una mirada que le dijo que el fantasma no creía mucho en él. Estaba acostumbrado. Los dioses griegos le habían echado la misma mirada en cuanto se dieron cuenta de que un demonio sumerio estaba genéticamente conectado con su panteón.

En el momento en que Xypher había aprendido a infiltrarse en los sueños y había mostrado sus poderes de dios, Zeus había enviado a sus acólitos para que lo arrastraran al Olimpo encadenado.

Aunque Xypher era poco más que un niño, Zeus había intentado matarlo. Pero Poseidón había detenido a su hermano para que no cometiera aquel error.

– Los sumerios buscan una razón para hacer intervenir a los Chthonians sobre nosotros. Mata a ese muchacho y tendremos que responder todos.

Los Chthonians eran esencialmente los porteros del universo. Se aseguraban de que los panteones no hicieran la guerra el uno contra el otro, ya que tales cosas tendían a conducir a la destrucción final de la Tierra y de cada uno de los que la llamaban hogar.

Zeus había fruncido el labio a su hermano.

– ¿Entonces qué me harías hacer con él?

– Quítale las emociones y entrénalo como al resto de los mocosos de Phobetor. Ya no hay nada que temer en un Oneroi. Y una vez que esté entrenado, seremos capaces de usarlo para espiar a los sumerios.

Y así había comenzado la brutal formación de Xypher.

Joven y estúpido, Xypher realmente había pensado que su padre vendría a rescatarlo.

No lo había hecho. De hecho, había sido su padre quien había ayudado a golpearlo y a quitarle las emociones para demostrar su lealtad a Zeus. Si Xypher hubiera sido por completo un demonio, no habrían sido capaces de subyugarlo. Lamentablemente, tenía demasiada de la sangre de su padre en su interior como para eso.

Lo habían quebrado en un caluroso día de verano, cuando había decidido que sería más fácil ceder ante el adiestramiento que sufrir más abusos. Todas sus emociones habían sido desangradas hasta que estuvo insensibilizado a todo. Ningún sabor, ningún olor. Nada que pudiera inducir una emoción.

Francamente, le había dado la bienvenida. Todos los años de dolor se acabaron. Y al menos los griegos no eran del todo tan sanguinarios como los demonios. No lo habían hecho luchar por cada bocado. Sangrar por cada comodidad.