Выбрать главу

El ser un demonio significaba tomar y destruir. El alimento sólo era concedido a aquellos que podían matar por él.

Debería haberme quedado como un Oneroi.

Cuánto más simples habían sido las cosas entonces. Todo lo que tenía que hacer era custodiar el sueño de los humanos, asegurándose de que otro Skoti no se pegara a un humano en particular demasiado tiempo. Los dioses permitían al Oneroi y al Skoti existir mientras que no trastornaran el equilibrio del universo o hicieran enfermar al anfitrión humano por sus sueños.

Siempre que los Skoti se acercaban demasiado al quebrantamiento de aquellas dos leyes, mandaban a los Oneroi para ahuyentarlos o matarlos.

Había sido una vida cómoda.

Hasta que había llegado Satara. Una criada para la diosa Artemisa, había sido tan hermosa y cautivadora como ninguna inmortal. Lo había convocado en sus sueños, y allí le había mostrado la bondad y las más suaves emociones que jamás antes había experimentado. Habían hecho el amor como si estuvieran ardiendo. En cada aliento, en cada toque, le había dado placer.

Cuando estaba con él, se sentía vivo…

Xypher maldijo mientras recordaba a la hembra. Sensual y seductora, le había hecho pagar un alto precio por querer ser algo más de lo que era. Ése fue un error que nunca cometería de nuevo.

– ¿Estás bien?

Parpadeó ante la voz suave de Simone, que interrumpió sus pensamientos.

– Mejor que nunca.

– Maldición -dijo Jesse, y se inclinó acercándose a Simone-. Si esto es su “mejor que nunca”, te hace preguntarte como es su “peor que nunca”, ¿eh?

Ella echó la vista atrás sobre su hombro. Xypher no sabía por qué, pero había algo completamente encantador en sus expresiones y acciones.

– Shh, Jesse, pórtate bien. Recuerda, puede hacerte daño.

– Sí, y quiero saber ahora mismo a quién puedo quejarme acerca de esto. Es sólo que no me parece justo.

Xypher le miró entrecerrando los ojos.

– De todos modos, ¿cómo conseguiste ser un fantasma? ¿Diste la lata a demasiadas personas y te cortaron la garganta?

– Ja, ja -respondió sarcásticamente-. No, fue por un coche destrozado durante una noche realmente lluviosa hablando con mi novia desde el trabajo a casa. Lo último que oí fue a ella indicándome que me alejara de la luz. Entonces, cuando la gran luz brillante llegó, me alejé, y la siguiente cosa que supe fue que estaba atrapado aquí en la tierra.

Xypher puso los ojos en blanco.

– Es la cosa más patética que he oído nunca.

Jesse resopló.

– ¿De verdad? La cosa más patética que yo he oído nunca fue ésta de mitad demonio, mitad dios que…

– ¡Jesse! -le espetó Simone-. Otra vez, me siento obligada a recordarte que puede golpearte y hacerte daño. Mucho.

Esto contuvo un poco al fantasma.

Xypher frunció el ceño cuando les miró a los dos. Estaban muy cómodos juntos…, como una familia. Él nunca había estado así de cerca de alguien o algo, y le hacía preguntarse qué había sucedido para provocar aquel vínculo.

– ¿Cómo terminaste con Simone?

Jesse se rió.

– Mira, aquí es donde tú hubieras dicho algo así como “no es de tu maldita incumbencia”. Pero a diferencia de ti, yo soy más agradable.

Xypher entrecerró los ojos.

Un instante más tarde, Jesse tropezó como si alguien lo hubiera empujado.

Se repuso y se giró para fulminar con la mirada a Xypher.

– Oye, Vader, guarda tus bromas mentales de Jedi para ti. ¡Cómo duele!

– Sí, y la próxima vez te dolerá mucho más. ¿Ahora, cómo terminaste siendo el empleado fastidioso de Simone?

– Fue la noche en que mataron a mi madre y a mi hermano -dijo Simone, su voz traicionada por una sutil nota de tristeza-. Estaba en el hospital, esperando a que llegara mi padre, cuando Jesse vino y me dijo que no gritara.

Xypher lamentó admitirlo, pero lo que había hecho Jesse era una cosa agradable.

– ¿Cómo murieron? ¿Accidente de coche?

Sacudió la cabeza antes de abrazarse a sí misma como si le proporcionara bienestar o protección ante el mal recuerdo.

– Fue un robo que salió mal. Volvíamos de una función escolar y a Tony se le antojó uno de esos estúpidos chupetes de caramelo para atárselo con una cinta. Mi madre entró en un pequeño supermercado para darle el gusto. Puesto que tenía sueño y no me sentía bien, me quedé en el coche mientras ellos entraban. Como no regresaban, me alcé en el asiento trasero para ver qué era lo que les estaba llevando tanto tiempo. Tan pronto como lo hice, vi a dos hombres encañonarlos debajo del mostrador. Estaba tan asustada, que todo lo que pude hacer fue taparme los oídos y arrastrarme detrás del asiento delantero para esconderme. La policía me encontró allí unos minutos más tarde cuando vinieron. Tuvieron que sacar los asientos para llegar hasta mí.

Xypher se sintió como la mierda. No había ninguna otra descripción. Vio las lágrimas en sus ojos y lo enfureció que alguien le hubiera hecho esto.

Cuando su mirada penetrante encontró la de Simone, la agonía en aquellos ojos color de avellana le atravesó como una daga.

– Tony tenía sólo siete años. ¿Cómo había podido alguien abrir fuego contra una criatura con su madre?

Xypher apartó la mirada, incapaz de aguantar el dolor y el escrutinio que vio en sus ojos.

– No lo sé.

– Tú eres parte demonio. ¿Puedes darme una explicación de tal maldad?

– No. Tan depravado como he sido, nunca he hecho daño a un niño y nunca lo haría.

Cambiando las bolsas a una mano, Xypher tiró de ella para hacer un alto. Quería consolarla, pero no estaba seguro de cómo. ¿Qué hacían los humanos para consolarse? ¿Se tocaban?

Alzó la mano para colocarla en su mejilla fría y suave.

– Siento tu pérdida, Simone. -Lo que más lo sorprendió fue que realmente quería decirlo. Realmente le importaba.

Simone vio la vacilación en los ojos de Xypher. La incertidumbre. Si no lo supiera mejor, pensaría que tenía miedo de tocarla. Colocó la mano sobre la suya y le dio un ligero apretón.

– Gracias.

Él inclinó la cabeza antes de dejar caer la mano.

– No te ofendí al tocarte, ¿verdad?

– No.

Jesse hizo un raro ruido de atragantamiento.

– Sí, pero ambos me estáis ofendiendo con toda esa chorrada de tortolitos empalagosos. Cogeos una habitación. No espera, no lo hagáis. Habitaciones separadas. ¡Vosotros dos!

Simone sacudió la cabeza.

– Jesse, para.

Jesse la ignoró mientras se adelantaba corriendo.

– Ah, mira, estamos en casa. ¡Qué bien!

Xypher retrocedió cuando Simone sacó un juego de llaves del bolsillo de los pantalones. Ella se paró delante de una puerta de acero verde que se abrió a un callejón estrecho que conducía a un patio grande.

Ella abrió la puerta y se apartó.

– Jesse, muéstrale el camino mientras yo cierro.

Xypher siguió al fantasma por el inmaculado patio que tenía un par de parrillas de acero inoxidables para barbacoas y una fuente negra.

– Mi apartamento está justo detrás. -Pasó entre ellos y se dirigió a una puerta marrón con el número 23.

Xypher la siguió hacia dentro de una pequeña sala de estar. El edificio era viejo, pero su mobiliario era nuevo. Decorado en color canela y marrón, el apartamento estaba cuidado pulcramente sin nada fuera de lugar.

Ella señaló a la parte trasera de la casa.

– Hay dos dormitorios. ¿Jesse? ¿Dormirás en el sofá?

Éste soltó un exasperado chirrido.

– Hazme hacer eso y voy a apilar el mobiliario y reajustar la alarma de tu despertador.

– Y yo localizaré a un exorcista.

Jesse la lanzó una mirada entrecerrada.

– Sólo funcionaría con un demonio. -Le envió a Xypher una afilada y penetrante mirada.

– Un médium, entonces. Iré a la tienda de Madame Selene en el Square y me echará una mano con un hechizo de destierro para ti.