Ella dirigió la mirada a la foto sobre el escritorio de ella con su madre, padre y hermano. Había sido tomada un mes antes de sus muertes. La felicidad en sus caras la perseguía a veces, y la confortaba en otras.
Esta noche la confortaba.
– Mi padre solía decir que la vida es lo que tú haces de ella. Hoy es el primer día del resto de nuestra vida. No puedes cambiar el pasado, pero el futuro no está escrito en piedra. Puedes efectuar un cambio allí. Sigue hacia delante sin odio o amor. Sigue adelante con propósito.
Él se volvió a ella tan rápido que ella jadeó.
– ¿Qué has dicho?
Ella intento recordar.
– Que hoy es…
– Eso no. La última parte.
Le llevó un Segundo recordar.
– ¿Sigue hacia delante?
– Sí. ¿Dónde lo has oído?
– Era algo que siempre decía mi padre. ¿Significa algo para ti?
Él bajó la mirada al escrito sobre su brazo.
– Es sólo un viejo dicho de los demonios Sumerios. Es casi como un grito de batalla que usaban. Nunca antes había conocido a un humano que lo usara.
Ella tocó el intrincado grabado que no podía leer.
– ¿Eso es lo que está escrito aquí?
– En parte.
– ¿Y el resto?
Él apartó el brazo lejos de ella.
– Esto es un recordatorio de lo que he tenido que pasar. Un recordatorio para no fracasar hasta que haya probado sangre.
– Xypher…
– ¡Simone! -la voz de Jess llenó la habitación antes de que entrara corriendo a través de la pared -¡Tienes que ver esto! -él cogió el cordón de las persianas y las abrió.
Simone trastabilló contra Xypher ante los helados ojos rojos fijos en ella.
CAPÍTULO 7
Xypher caminó instantáneamente entre Simone y la ventana donde Kaiaphas flotaba, mirándolos con odio. Su largo pelo negro se rizaba alrededor de una repulsiva cara cubierta de piel hervida.
Gritando, Kaiaphas intentó lanzar una ráfaga a través de la ventana, pero la sal desvió el golpe de viento de vuelta hacia él. La esquivó, después maldijo.
Él frunció los labios ante Xypher.
– No pensarás realmente que algo tan simple os salvará de mí, ¿verdad?
Xypher se rió lenta y maliciosamente.
– ¿Estoy ciego o esto acaba de patearte justamente el culo? Debe joder que algo como la sal te ataque. Supongo que eso sucede cuando eres en parte babosa.
Kaiaphas levantó las manos como si intentara atravesar otra vez la ventana, pero se contuvo.
– No puedes quedarte ahí dentro para siempre.
– Cierto, pero puedo quedarme lo suficiente para fastidiar tu mejor día.
Kaiaphas siseó. Su mirada pasó de Xypher a Simone, bajando a donde Xypher tenía su protectora mano en la cintura de ella.
– Fascinante… has progresado de aterrorizar a proteger humanos. Si realmente quieres mantenerla a salvo, sal y tomaré tu vida y la dejaré vivir.
– Eso funcionaría si nosotros no estuviésemos llevando los brazaletes que Satara nos envió. Muero yo, ella muere. Sepáranos y quizás considere tu oferta.
Kaiaphas chasqueó.
– ¿No confías en mí?
Confiar…
Esa palabra lo llevó de regreso a su infancia. Apenas siendo más que un niño que empieza a andar, Xypher había estado tan hambriento que habría hecho cualquier cosa por comida. El tiempo había sido duro, arrasando con todos los cultivos. Xypher había encontrado un poco de pan enfriándose sobre el alfeizar de un edificio, pero no había sido lo bastante alto para alcanzarlo. Había intentado durante una hora encontrar alguna cosa en la que subirse o con qué bajar el pan. Pero esto continuaba escapándose a su investigación.
Frustrado, había llorado y se había ido a casa, hambriento. Kaiaphas había venido a él.
– ¿Qué pasa, hermano?
Estúpidamente le dijo lo del pan.
– Dime donde está y lo compartiré contigo.
– ¡Es mi pan!
Kaiaphas había chasqueado ante él.
– Tú te alimentas de comida de humanos. ¿No es mejor tener la mitad del pan que ninguno? Confía en mí, hermano. Lo compartiré.
Xypher había accedido. Después de revelar su localización, había visto como Kaiaphas cogía el pan recién hecho y se lo comía mientras él lloraba. La peor parte era, que al contrario que él, el bastardo no necesitaba comida. Kaiaphas necesitaba sangre. Se lo había comido sólo por tacañería y nada más. Cuando Xypher había ido a quejarse a su madre, ella lo abofeteó con tanta fuerza como para romperle el labio.
– Si no eres lo bastante demonio para conseguirlo por ti mismo, no te lo mereces -eso es lo que siempre había dicho su madre. Ella le había hecho meditar sobre el veneno y el odio.
Confiar era de tontos.
Y él nunca confiaría otra vez en Kaiaphas.
– Ni un poco. Dame la llave, y una vez que ella esté libre, lucharemos.
– No lo haré.
Xypher le dio crédito por no mentir sobre eso.
– Como pensaba. No tienes intención de cumplir nuestro trato. Nunca cambiarás, hermano.
Kaiaphas cargó contra la ventana. Su cara iluminó todo el cristal.
– Voy a disfrutar matándote.
Xypher caminó lentamente hacia la ventana y agarró el cordón.
– Dale recuerdos a mamá -él dejó caer las persianas.
Simone no sabía que la sorprendía más. El hecho de que tuviera un asqueroso demonio flotando fuera de su ventana o que dicho sucio demonio fuera el hermano del pedazo de queso más caliente que tenía en frente de ella.
– No es realmente tu hermano, ¿verdad?
– ¿No puedes ver el parecido?
– Desde que tu piel no está cocida y tus ojos no son normalmente sangrientos, no.
– Ni siquiera lo son los suyos. Es todo una pantomima diseñada para asustar humanos. Él es un jodido grajo.
– ¿Tú podrías hacerlo mejor?
Antes de que pudiera parpadear, se dirigió hacia el techo y se transformó de hombre a una sombra negra que llenaba la mitad de su habitación. Los colmillos estallaron saliendo de su boca cuando sus ojos se volvieron de un enfermizo amarillo fluorescente. El fuego ondeaba sobre cada parte de él.
Simone trastabilló.
– Sí -dijo él, su voz demoníaca y terrorífica-, puedo hacerlo mucho mejor.
En un flash volvió a ser de nuevo humano.
– Mi padre es Phobetor, el dios griego de las pesadillas. El padre de Kaiaphas era algún tipo de demonio come carne que Ares usaba para soltar sobre sus enemigos para joderlos y reírse de ellos. Mi hermano no tiene actitud. Ni brillantez. Es un completo grajo problemático que utiliza una profunda voz de demonio y unos aterradores ojos rojos que harían que todo el mundo se meara en sus pantalones de miedo.
Su divagación era curiosamente divertida.
– Sí, vale… eso es algún tipo de rivalidad entre hermanos que tenéis vosotros dos.
Xypher bufó.
– Ni siquiera es rival para mí. -Un músculo palpitó en su mandíbula. Golpeó el pulgar contra el muslo como si estuviese contemplando algo y no encontrara la respuesta adecuada -Satara sabe que él no es suficientemente poderoso para matarme. ¿Por qué lo convocaría entonces para ir tras de mí?
Eso a ella le parecía obvio.
– Para matarme desde que yo soy la débil y matarnos así a los dos.
– No, hay algo más que esto, ¿Y por qué sólo envió un demonio? Podía convocar más. ¿Por qué no lo ha hecho? Algo no está bien -Volvió a la ventana y abrió la persiana de golpe.
Kaiaphas se había ido.
– Necesito todos mis poderes -gruñó Xypher, bajando la persiana otra vez.
– Si necesitas un oráculo…
– No. Necesito algo más poderoso que Julián.
Eso fue un pensamiento extremadamente aterrador para ella