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Satara parecía espantada.

– ¿De veras?

Stryker se inclinó para hablar con ella.

– Yo aceptaría ese trato, Satara. Dudo que encuentres nada mejor.

Los ojos de Satara se entrecerraron con suspicacia.

– ¿Por qué es tan importante para ti?

Él conocía una mejor respuesta para esa pregunta que la verdad. Eso sólo heriría a Simone.

– Eso no es importante y tampoco asunto tuyo. Sólo tengo dos semanas más en la tierra y quiero disfrutarlas.

– ¿Eso es todo?

– Es todo.

Satara se rió irónicamente.

– ¿Y realmente esperas que me crea que tú me dejarás ir con vida mientras tú vuelves al infierno? En paz. ¿Sin daño, sin falta?

– Sí.

Ella bajó del estrado para aproximarse a él de manera burlona.

– ¿Te crees que nací ayer? Te conozco mejor que eso. Tú no tienes intención de ver ese encuentro.

Xypher negó con la cabeza.

– Tú no lo sabes todo sobre mí. Nunca lo has sabido. Quiero paz y quiero dejar sola a Simone.

Ella tamborileó sus dedos contra la parte superior de sus brazos antes de hablar en un tono bajo, letal.

– Entonces, suicídate,

Eso hizo que Xypher volviera a parpadear en incredulidad por lo que había oído.

– ¿Qué?

– Ya me has oído, Xypher. Si quieres paz y enterrar el hacha, entonces hazlo. Suicídate.

– ¡Satara! -La previno Katra con enfado.

– Nada de Satara, Kat. Yo sé como jugar a este juego y más aún como ganarlo -ella volvió su atención de nuevo a Xypher- Así que, ¿Qué decides?

Xypher se quedó allí en silencio considerando su oferta.

– ¿Cómo sé que no estás mintiendo?

– Juro sobre el río Stigia que si tú te suicidas, nunca me acercaré otra vez a Simone. Ella estará completamente a salvo de mí o de cualquiera de los demonios o Daimons aquí en Kalosis. Incluso le enviaré una tarjeta de cumpleaños cada año por añadidura.

Xypher miró a Kat, cuya cara estaba ceniza.

“No”, le ordenaba su voz interior. Pero cuando consideró esto más profundamente, tenía sentido. Él iba a morir de todas formas. ¿Qué diferencia harían realmente dos semanas? Ninguna otra que la de darle más recuerdos de Simone para torturarle.

Más tiempo para amarla.

Más tiempo para que él la amara a ella.

No, sería más fácil para ambos que terminara con todo eso ahora. Quitar la tirita y dejar que la herida empezara a sanar.

Con el corazón roto, asintió.

– Está hecho, entonces.

Kat jadeó.

– No puedes hacer esto, Xypher.

– Sí, puedo. Es la única manera de garantizar la seguridad de Simone.

Satara se detuvo al lado de un Daimon y extrajo una espada corta de su pecho. Su caminar seductor mientras se acercaba a él. Ella posicionó la espada ante su corazón.

– ¿Tenemos un trato?

Él asintió.

Satara lo apuñaló directamente a travesándole el corazón.

– Lo siento. No quería que cambiaras de idea acerca de morir.

Xypher trastabilló, jadeando cuando el dolor lo atravesó.

Él se hundió en el suelo.

Kat se arrodilló a su lado.

– ¿Xypher?

– No le digas a Simone lo que hice. Déjala ir en paz… por favor. Dile que fue rápido.

Kat lo sostenía cerca de ella, pero la suya no era la cara que él quería. Él quería ver a Simone por una última vez. Pero haciendo esto, estaba protegiéndola y eso era todo lo que importaba.

Bajó la mirada a su brazo donde estaba escrito su voto de venganza. Las palabras se disolvieron mientras se esforzaba por respirar.

Se había terminado…

Kat observó como la luz abandonó los ojos de Xypher y él expiró su último aliento.

Satara sonreía.

Kat frunció el labio ante la presunción en la cara de Satara.

– Puta egoísta.

– Oh, cállate, Kat. Tienes lo que venías a buscar, ahora vete.

Kat se levantó en toda su altura, achicando a Satara.

– Un día, alguien va a darte exactamente lo que te mereces. No puedo esperar a verlo.

Y con eso, regresó al club.

Negándose a mirar a Simone, Kat tendió el antídoto a Kerryna quien le sonrió en agradecimiento antes de bebérselo.

– ¿Dónde está Xypher?

Esa pregunta de Simone la atravesó. No quiero hacer esto…

Pero no tenía elección. Volviéndose, se sintió enferma. La cara de Simone se veía tan esperanzada, era obvio que ella estaba esperando que Xypher apareciera en algún momento.

Tragando el nudo en la garganta, se extendió hacia ella y tomó las manos de Simone en las suyas.

– No lo ha conseguido, dulzura. Cayó en la batalla.

CAPÍTULO 17

Simone se tambaleó hacia atrás. No. No podía ser.

– Eso no es divertido, Katra. No me gustan estos juegos.

– Desearía estar jugando, pero no lo estoy.

Simone vio la mirada de horror y culpa mezclada en la cara de aquellos a su alrededor y esto la devolvió a cuando era una niña.

“La pobre lo vio todo. Su madre y su hermano murieron ante sus ojos. Esto la perseguirá por siempre.”

Esa era la misma expresión que tenían todos ahora, se le quedaban mirando como si fuera rara. Y profundamente en su interior todos agradecían que le sucediera a ella y no a ellos. No lo dirían, eran demasiado educados para eso, pero ella sabía la verdad.

Jesse le tendió la mano.

– Simone, ¿Estás bien?

¿Cómo podía estar bien? Xypher estaba muerto.

Ella sintió ese ardor en sus ojos que señalaba que se estaban volviendo rojos. Quería la sangre de los que lo habían matado.

– Dime que sucedió -exigió ella, su voz era un demoníaco gruñido.

– Le prometí que no lo haría. Él quería que vivieras en paz y que siguieras con tu vida.

Seguir con su vida… Estaba cansada de recoger las piezas y seguir adelante.

– ¿Obtuvo su venganza contra Satara?

Katra apartó la mirada tímidamente y de repente Simone tuvo total claridad.

– Así que entonces es eso. Eligió vengarse y morir a regresar conmigo. Al menos murió feliz. Obtuvo lo que quería.

Kat tuvo que morderse la lengua para evitar decirle la verdad. Pero ahora entendía por qué Xypher le había pedido que no lo hiciera. Si Simone sabía que él había dado su vida para salvar la de ella, eso la mataría.

Al igual que mataría a Katra perder a su marido. El que él se sacrificara por ella sólo la lastimaría más y nunca tendría paz por la culpa y la rabia.

Simone miró hacia Xedrix que permanecía al lado de Kerryna, sosteniendo su mano.

Ella nunca tocaría a Xypher otra vez. Dejando escapar una harapienta respiración, se volvió hacia Gloria y Jesse.

– Quiero ir a casa.

Acheron dio un paso adelante.

– Yo te llevaré.

– Gracias.

Le tendió la mano y ella la tomó. Al instante de hacerlo, todos estaban de regreso en su casa. No, no todos. Faltaba Xypher.

– ¿Hay algo que yo pueda hacer? -Preguntó Ash.

Ella negó con la cabeza.

– Probablemente debería comprobar a Kyle y ver como lo está haciendo.

– Ya lo hicimos nosotros. Está bien. Se recobrará en breve y no debería quedarle daño alguno más que un par de cicatrices.

– Eso es bueno. Supongo que eso nos describe a todos, ¿huh? Gracias por traerme a casa, Acheron.

– De nada. Tienes mi número en tu teléfono. Si me necesitas para cualquier cosa, llama.

– Lo aprecio.

Entonces él se fue.

Jesse y Gloria se quedaron a un lado, observándola con expresión preocupada.

– Estoy bien, chicos. ¿Por qué no os vais y ponéis algunos discos o algo?

Jesse tragó.

– Me estás asustando, Simone.

Ella se asustaba a sí misma. Estaba tan herida interiormente que ni siquiera podía llorar. Era como si hubiese sido destripada y no hubiese quedado nada excepto un agujero vacío donde había estado su corazón y su alma.