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Le quitó el bebé de los brazos y la tumbó sobre la superficie plana de la cuna. Con dedos ágiles y suaves le quitó la ropa y empezó a examinarla sin dejar de murmurarle.

– ¿Qué quieres decir con que no sé lo que te estoy pidiendo? -le preguntó en voz baja.

– No me puedo arriesgar a que le ocurra algo a Angela. A ella no. No puedo, Winona, maldita sea. Lo digo en serio. Ya no me dedico a esto.

Ella escuchó sus palabras, pero no tuvieron sentido; Justin ya estaba ocupándose de Angela del modo más competente posible.

Y nada más entrar por la puerta, Winona había dejado de sentir pánico. Bueno, casi. Aún estaba nerviosa y le temblaban las rodillas.

Pero si había alguien que pudiera salvar a un bebé, ese era Justin. Si alguien podía ayudar a Angela, Justin encontraría el modo de hacerlo. Si confiaba en alguien, y no había muchos en su lista, era en Justin.

– Enciende la lámpara -dijo en voz muy baja-. Tráeme el maletín negro y ábrelo, ¿quieres? Y después tráeme una paja de la cocina, ¿vale? Date prisa.

En su voz no oyó pánico, nada que pudiera causarle preocupación, pero instintivamente entendió que debía apresurarse. Volvió al poco tiempo con lo que le había pedido.

– Sabes lo que le pasa, ¿verdad?

– Sí -dijo-. Es la ballena.

– ¿Eh?

– El peluche. Nada más tumbarla en la cuna vi que el peluche tenía unos puntos sueltos, y que se le salía un poco de pelusa del relleno. Me da la impresión de que se ha metido un poco en la boca. Y seguro que le has estado dando palmadas ahí -señaló hacia la izquierda de la moqueta-, porque ha escupido un poco.

– Oh, Dios mío. ¿Crees que se ha tragado la pelusa? ¿Por eso le cuesta respirar? ¿Podría ser venenoso? ¿Podría…?

– Win.

– ¿Qué?

– Necesito que me escuches.

Ella tragó saliva.

– Te estoy escuchando.

– Esto no va a ser agradable. Aún tiene un poco de pelusa en la garganta. Esto es lo que le está obstruyendo el paso del aire. Tengo que sacarlo. ¿Winona?

– ¿Qué?

– Te quiero. Y te prometo, te prometo, que va a estar bien. Pero no va a ser bonito ver esto, de modo que quiero que vayas y te sientes en la habitación de al lado.

No pensaba moverse de allí; aunque sí que se tomó unos segundos para agarrar la ballena de peluche y tirarla a la papelera. Él continuó hablando en voz baja para tranquilizar al bebé, pero era a Winona a la que le estaba hablando, avisándola de que tal vez tuviera que hacerle una traqueotomía a Angela si no era capaz de aspirar la pelusa con la paja. De uno u otro modo tendría que sacársela.

Justin tenía razón. Nada de lo que hizo fue agradable a la vista, pero unos minutos después el bebé empezó a toser violentamente. Y entonces todo terminó. Justin se colocó a la pequeña apoyada en el hombro mientras le susurraba en voz baja y miraba a Winona con los ojos empañados.

– Ya puedes ir diciendo a nuestra hija que no vuelva a asustarme así -dijo Justin.

Winona deseaba abrazar a Angela, pero dejó que Justin siguiera con ella en brazos. Ella cambió las sábanas de la cuna por si quedaba algún resto de pelusa. Cuando todo estuvo listo y las luces apagadas, eran más de las doce. Justin le había puesto a la niña un pijama suave y caliente, y en ese momento Angela roncaba dulcemente. La tumbó en la cuna, pero ninguno de los dos quiso retirarse inmediatamente.

Quince minutos después, los dos seguían allí junto a la cuna, a pesar de que Justin había dicho tres veces que ya no había razón para preocuparse.

– Y duerme como un ángel -concedió Winona-. Vamos, es una tontería que nos quedemos aquí. Es hora de que nos acostemos y durmamos un poco.

– Ve tú. Yo me quedaré vigilándola un poco más.

– No, ve tú.

– No, tú.

A las dos de la madrugada, Winona se despertó en una mecedora junto a la cuna de Angela… y al momento vio a Justin a su lado en otra mecedora que había llevado antes. Tenía el cuello torcido como ella, y cara de cansado.

Winona sonrió mientras lo miraba. La amaba. Y también a Angela. No sabía lo que le había pasado unos días atrás, pero Winona sabía cuál era la verdad.

De repente, Justin abrió los ojos, como si hubiera sentido que ella estaba despierta y observándolo. Con la misma rapidez, se puso de pie y se inclinó para mirar al bebé, para ver si estaba tranquilo. Entonces se irguió y se frotó la cara con una mano.

– Está bien. Es una tontería que sigamos aquí, Winona. Nos hace falta dormir un poco a los dos.

– Lo sé -dijo, pero no se movió ni él tampoco-. Con todo lo que ha pasado, no he tenido oportunidad de decirte algo, Justin. Ya no hay razón para que te cases conmigo.

– ¿Qué?

– He averiguado quién es la madre de Angela.

Él tragó saliva y entonces fue y le tomó la mano. Cuando entraron en el salón a oscuras, Justin le echó una manta pequeña por los hombros y después la sentó en el sofá.

– De acuerdo. Cuéntame toda la historia.

– Estuvo en la fiesta del Club de Ganaderos de Texas. Era una de las invitadas. La esposa de Herb Newton, Alicia. Herb estuvo un año sabático en Oriente Medio. El año pasado quedó embarazada, pero cuando el bebé iba a nacer, le dijo a sus vecinos y a su familia que el niño había nacido muerto, que lo había perdido. En lugar de ir al hospital, llamó a una comadrona. La comadrona dijo lo mismo que había dicho ella. Herb no estuvo presente en el parto, y él le contó lo mismo, que el bebé había muerto.

– ¿Entonces tú descubriste su mentira?

Winona asintió.

– Sí. La comadrona cuidó del bebé los dos primeros meses. La mujer estaba implicada en la historia y quería ayudar a Alicia, pero no sabía lo que hacer. El problema era que Herb la maltrataba físicamente. No dejó de pegar a Alicia mientras estuvo embarazada, y ella tuvo miedo de que le hubiera hecho daño también al bebé. En realidad, estaba totalmente segura de que había sido así. De modo que le pidió a la comadrona que dejara a Angela en mi puerta.

– Dios -murmuró Justin en tono emocionado.

– Alicia era una de las sospechosas que estaba investigando. Pero cuando fui a buscarla esta tarde me lo confesó todo. No va a ser sencillo, en cuanto al futuro de Angela.

– ¿Por qué?

– Porque tiene miedo de que Herb la mate si se entera de que el bebé está vivo. Ella no quiere al bebé. En absoluto. Va a intentar divorciarse, dejar esa relación y empezar una nueva vida. Pero si Herb averigua que el bebé sigue vivo, tiene miedo de que pida la custodia; y como es su padre biológico, Alicia tiene miedo de que pueda conseguirla y obligarla a que viva con él.

– Qué lío -dijo Justin en voz baja.

– Sí, y ahí está la cosa, que no puede resolverse legalmente; al menos durante un tiempo. Si Alicia consigue lo que quiere, dará a la niña en adopción, específicamente a mí. O a nosotros -lo miró a los ojos-. Pero el caso es que… no hay razón ya para que te cases conmigo, solo para darme la posibilidad de que pueda adoptar a Angela. Ahora conocemos la situación de la niña, y sabemos que llevará un tiempo hasta que los tribunales resuelvan. Pero el matrimonio no me va a ayudar a quedarme con Angela. Los verdaderos problemas legales son entre Alicia y su marido.

– Win, yo no quiero casarme contigo por Angela.

– Yo no creía eso, pero entonces te echaste atrás cuando llegó el momento de fijar la fecha de boda, como si no fueras en serio. Me has hecho daño, doctor.

El la miró con ansiedad.

– Yo no quería que pasara eso, de verdad. Y siempre he deseado casarme contigo, Win, desde hace años. Desde la primera vez que te vi; entonces tenías doce años y le dabas una patada en la espinilla a todos los niños que se acercaban a decirte hola. Dios, qué cabezota eras, qué valiente…