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– Deja de decirme lindezas, y dime por qué me has hecho daño.

– No quería. No fue mi intención.

– Justin… eso no me vale.

Se quedaron en silencio; un silencio tenso. Él apartó la mirada un momento, y entonces se volvió y la miró a los ojos.

– Fue porque de pronto me di cuenta de que… tal vez no fuera el hombre que tú pensabas que era.

Ella le puso la mano sobre la suya; la mano izquierda, para que viera que llevaba puesto el anillo, que brillaba suavemente entre las sombras. Y entonces entrelazó los dedos con los suyos, con fuerza, para que tuviera algo a qué agarrarse.

– Perdí tantos pacientes en Bosnia… En mi especialidad, a veces se pierden pacientes. Así es. Es una lucha, una batalla contra la muerte. Las salas de urgencia son sitios desagradables, imperfectos, donde a veces solo tienes un segundo para tomar una decisión de vida o muerte. Es imposible. Pero… Win, yo pensaba que era bueno en mi trabajo -ella le apretó la mano con fuerza. -Pero allí no había medicamentos. A veces ni siquiera electricidad. Ni luz, ni agua, ni instalaciones. Nada. Nos llegaban pacientes que podrían haber salvado la vida, hombres que no tenían que haber muerto, niños sufriendo dolores. Y no podía hacer nada. Nada.

De haber podido sangrar por él, Winona lo habría hecho. Durante todo ese tiempo, ella había intuido que había una razón que explicara la soledad que se reflejaba en su mirada.

– Pensaba que era un hombre más fuerte. Pero cuando volví de Bosnia me eché a temblar solo de pensar en ver morir a un paciente más. Por eso cambié de especialidad. Veo dolor, pero casi siempre puedo hacer algo por remediarlo. Pensé que el cambio me vendría bien, pero por dentro no he dejado de sentir que fracasé. Que no estuve a la altura de las circunstancias. Que no era el hombre que querría haber sido; el hombre que pensaba que había sido.

– Maldito seas, Justin. Eres tan tonto, y te quiero tanto -le agarró la cara con fuerza y le plantó un beso lleno de posesividad-. Eres diez veces mejor que cualquier hombre, pedazo de cretino. ¿Es que pensabas que podías hacerlo todo?

– No, pero… No me había dado cuenta de lo mucho que me remordía la conciencia hasta que empezamos a hablar de casarnos y todo lo que había soñado que tendría contigo empezó a hacerse realidad. Y entonces me di cuenta de que no me había enfrentado a ello; que había sido un cobarde.

– Yo no amaría a un cobarde. No como te amo a ti, con toda mi alma.

– No estaba seguro de si me conocías bien o no. Tú no sabías de mi fracaso, y tuve miedo de que tal vez estuviera engañándote; de no poder prometerte que sería el hombre que necesitabas.

– Esta noche has salvado a nuestro bebé, doctor. ¿Dónde está el fracaso? Eres el mejor médico que conozco. Pero, aún más que eso, eres el mejor hombre -de nuevo lo besó, esa vez con ternura-. Te quiero, Justin.

– Ay, Win, yo también te quiero. Con toda mi alma. Por eso me ha costado tanto enfrentarme a esto. Porque quería tener derecho a amarte toda la vida.

– Hemos pasado una prueba de fuego, ¿no crees? Pero a partir de ahora… tus miedos serán los míos, y tus preocupaciones las mías.

– Y tu amor… mi amor -dijo él con pasión, y la tomó entre sus brazos, ofreciéndole un beso cargado de todo el amor y las promesas que en ese momento se estaban haciendo el uno al otro.

Epílogo

Cuando oyó el teléfono, Winona estaba rodeada de maletas. No acertaba a entender cómo una luna de miel tan breve podía generar tanta ropa sucia; sobre todo cuando la mayoría de las prendas eran tamaño bebé. Sin embargo, en ese momento corrió a la cocina, encantada de poder abandonar la tarea un momento. Al tiempo que llegaba junto al teléfono oyó los ruidos del agua y de risas ahogadas. Justin le estaba dando un baño a Angela, y en ese momento él se estaba riendo a carcajadas.

Winona no pudo evitar sonreír mientras se llevaba el auricular a la oreja. Para sorpresa suya, la que llamaba era Pamela Miles.

– Qué bien que hayas llamado -le dijo Winona afectuosamente.

– Seguramente estarás muy ocupada si acabas de volver de tu luna de miel, y siento importunarte. Pero me preguntaba cómo va todo. Si has dado con la madre de Angela y lo que va a pasar a la niña.

– Todo va de maravilla. Y acabamos de volver hace unas horas. La niña ha disfrutado muchísimo de la luna de miel. La verdad es que pensaba llamarte esta noche, así que me alegro de que hayas llamado.

– ¿Ibas a llamarme? -preguntó Pamela muy sorprendida.

Winona sonrió de nuevo.

– Sí porque te debo, todos te debemos, mi agradecimiento. Fuiste tú la que me diste la clave para dar con la madre biológica de Angela.

– Ah. Qué alivio saber la verdad, ¿no? ¿Pero quiere decir eso que no vas a poder quedarte ahora con el bebé?

– Justo lo contrario -Winona abrió la puerta del frigorífico y sacó un biberón para calentárselo a la niña-. No nos ha dado tiempo de poner en movimiento los procedimientos legales. Pero de momento, todo tiene un aspecto estupendo.

– ¿Te acuerdas aquel día que comimos juntas y me hablaste de esa mujer que había asistido a la fiesta del Club de Ganaderos de Texas?

– Claro. La del marido bestia.

– Exacto. Bueno, al final la convencí para que llamara a una psicóloga amiga mía. Ojalá lo hubiera hecho antes. No salió a tiempo, al menos técnicamente, porque ese perro que tenía por marido le pegó otra vez. En esa ocasión con un bate. Y so fue suficiente. Finalmente, lo denunció y como había utilizado un bate con ella, logramos que los cargos por intento de asesinato progresaran. Ella ahora está libre, y cada vez mejor. -Pamela suspiró largamente. -Me alegro tanto de que no esté ya con ese hombre. Como él tiene un trabajo tan bueno y vivían muy bien, la familia siempre parecía perfecta en la superficie. Pero yo había oído rumores. Hacía tiempo que me preocupaba que algo pasara en esa casa.

– Sí, y es una mujer encantadora. Al final se puso en contacto con Justin y conmigo mientras estábamos de luna de miel para pedirnos formalmente que adoptáramos a Angela. En este momento está intentando rehacer su vida. Quiere mudarse, y está totalmente segura de que no quiere al bebé. Me cuesta creer que no cambiará de opinión, pero dice que está totalmente segura de que será lo mejor tanto para Angela como para ella. Y Dios sabe que nosotros dos estamos deseando adoptar a nuestro cielito.

– Vaya, cuánto me alegro de que de vez en cuando haya una historia con final feliz. Qué cerdo. Todo el dinero que tenía no hacía de él un hombre bueno. Esto, ¿Winona?

Winona oyó la pregunta implícita en el tono de su amiga.

– ¿Winona? Por casualidad ¿sabes… si Aaron va a volver a Royal pronto?

– ¿Aaron Black?

– Sí. No es asunto mío, la verdad. Pero esperaba que supieras algo…

– Estoy casi segura de que oí a Justin comentar que Aaron tenía que volver en los próximos días. Y parece que va a quedarse aquí una temporada.

Después de colgar y mientras se iba por el pasillo con el biberón caliente en la mano, no pudo evitar sonreír. La fiesta del Club de Ganaderos de Texas había sido una especie de catalizador para todo tipo de eventos, algunos de ellos oscuros y serios, pero otros fantásticos y extraordinarios. ¿Quién habría pensado que una gentil y tímida profesora de escuela como Pamela acabaría bailando con el sofisticado Aaron Black?

Winona estaba deseando averiguar por qué Pamela le estaba preguntando por Aaron, pero su curiosidad se desvaneció cuando entró en la habitación. La noche de la fiesta otras parejas habían bailado juntas; como por ejemplo una dura mujer policía que jamás había pensado en casarse o que perteneciera a nadie, y un doctor con fama de playboy que no podía haberse enamorado de una mujer como ella.

Solo que se había enamorado.