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Se quedaron en silencio por un momento, pero Jennifer logró desviar sus pensamientos:

– Ryden es el médico de su padre?

Noel negó con la cabeza y se estremeció. Se podía ver que el dolor no había pasado.

– Es mi hermano. Ahora se encuentra en los Estados Unidos.

Ella no pudo realizar su intento de distraerlo, pues volvió al asunto de su novia:

– Cuando Gipsy me juró que nunca se casaría con un socio simple socio minoritario, me di cuenta haber elogiado de mas las cualidades de mi hermano. Aunque ella no lo conocía, porque no había tenido la oportunidad de presentarle a alguien en mi familia, es evidente que estaba mucho más interesada en él que en mí.

Al parecer, la lucha había sido fea. Jennifer intentó cambiar el tema de nuevo:

– Eres un socio en esta empresa?

– De Kilbane Electronics.

El nombre le resultaba familiar. Ella acababa de recordar que era del ramo de microcomputadores. Mientras tanto, Noel volvió a hablar de la novia:

– Tuvo el corage de decir que yo sólo estaba a cargo de las ventas debido a que era el hermano del jefe. Me he enterado de que soy bueno en lo que hago.

Jennifer vio que él tenía el orgullo herido y trató de mitigarlo:

– No creo que lo digera en serio. Apuesto que Gypsy ya se arrepintió de la mitad de lo que dijo.

– Ojalá fuera cierto. Incluso me acusó de ser inmaduro, dijo que no quería volver a verme. También dijo que si alguna vez se casaba, sería con un alto ejecutivo y no con un don nadie.

Se dio cuenta de que no podía hacerle pensar en otra cosa. No sabía qué más decir. De repente, Noel volvió en sí, y pareció avergonzado, esbozó una sonrisa.

– Soy un aburrido, ¿no? Estoy hablando tanto y ni siquiera se tu nombre.

– Mi nombre es Jennifer y no me molesta, ¿verdad?

– Lo siento. En general es a Ry a quien busco cuando tengo problemas, pero…

– No te preocupes, no me molestas. Por otra parte me ayudó a olvidar mis propias preocupaciones.

– También tienes problemas con tu vida amorosa?

De hecho, la "vida amorosa" Jennifer no existía. Algunos hombres incluso la invitaron a salir, cuando la señora Gemmill estaba enferma, sin embargo, tan ninguno de ellos la interesaba, no se molesto por tener que rechazarlos para que poder cuidar a una persona que era tan querida.

– No, no se trata de eso. Tuve problemas con mi coche. – Y le contó toda la historia.

– Por cierto, donde guardó el mío? Algo me dice que no lo dejó fuera.

– Lo escondí en el garaje. Supongo que ahora eres capaz de conducir. – Jennifer cogió las llaves del estante y se las entregó.

– te he hecho perder un montón de tiempo. – Noel hizo un movimiento para levantarse.

– No hay necesidad de precipitarse. Hoy es mi primer día de vacaciones y no tengo nada importante que hacer.

– Bueno… – Miró su reloj: – ¡Dios mío! Debía de estar en un avión en este momento.

– También te tomas unas vacaciones?

– Por desgracia no. Tengo que trabajar en París, donde hay un una feria de informática. Creo que corro cogeré el vuelo de la tarde. Mientras esté allí para la inauguración mañana… – La voz se apagó y la cara Noel comenzó a mostrar signos de tristeza.

– Todavía hay tiempo para otra taza? – Jennifer ofreció con prontitud.

– Lo siento. Es que me acordé de que estaba en una feria cuando la conocí. Gypsy es una vendedora.

– Tal vez todo se arregle entre vosotros – le tranquilizó, seguro de que había perdido toda esperanza.

– Entonces, ¿dónde pasarás las vacaciones? Creo que has mencionado que tu coche estará mañana listo, ¿no? – Noel estaba tratando de no desanimarse.

– Fue lo que dije. Pero creo que me quedaré aquí. – No entró en detalles sobre la situación financiera. – Pensándolo bien, tal vez haga un pequeño viaje. Pero si el tiempo sigue como está, volveré de la playa oxidad en lugar de bronceada.

Noel sonrió y buscó las llaves en la mano. Entonces, como si tuviera una idea, le preguntó:

– La decisión de ir a la playa es definitiva?

– No necesariamente. Sólo pensaba en hacer algo diferente…

– ¿Sueles ir a la Capital?

– Londres? No puedo recordar la última vez que estuve allí.

– Entonces sería una buena opción para salir de la rutina, ¿no? Antes de que pudiera decir nada, Noel separó unas llaves y se las entregó:

– Mi hermano y yo tenemos un apartamento donde nos alojamos durante la semana. Puedes pasar las vacaciones allí.

– No puedo aceptar!

– Claro que puedes. La nevera está llena y el apartamento listo para su uso.

– Pero no me conoces bien.

– Acepta, Jennifer. Déjame que te devuelva lo que hiciste por mí. Por otra parte, el apartamento está vacío. Ryden no volverá hasta finales de la semana que viene y yo, dentro de quince días. Como puedes ver, es todo tuyo.

Ella tuvo que admitir que la idea de pasar unos días en Londres era muy agradable. Sin embargo, no se sentía bien, no lo ayudó porque esperara una retribución.

– No, gracias – se negó con firmeza para hacerle entender que era caso cerrado y se fue a la cocina antes de que flaquease. – Voy a preparar el café que te ofrecí.

Se sintió aliviada cuando, al regresar a la sala, Noel no insistió mas en ese asunto. No se demoró. Después de beber el café se apresuró para no perder otro vuelo.

Jennifer todavía se reía cuando volvió a la sala. Parecían dos ladrones, sigilosos, cuando sacaron el coche del garaje.

El hecho de que Noel estubiera tan feliz al partir, la había dejado satisfecha. Instintivamente, se agachó a recoger un cojín en la alfombra y descubrió la razón de la animación del joven. Debajo de él estaban las llaves, acompañadas de una nota que incluía una dirección en Londres y las siguientes palabras: "Por favor, acepta, los actos de bondad deben ser recompensados…"

El impulso inicial fue echarlo al primer buzón de correos que encontrase, pero como Noel estaría fuera de Inglaterra durante las próximas dos semanas, no se apresuró. Por otra parte, con la confusión que acontecería en el pueblo, estaba segura que algunos residentes le preguntarían lo que sabía acerca de esas marcas de neumáticos. Se aplazaría la pregunta hasta que el caso se enfriase.

Así que el martes las llaves aún se encontraban en su poder.

Esa mañana, como de costumbre, Jennifer salió despreocupada para su carrera matinal. Fue genial poder hacer ejercicio mientras todo el mundo seguía dormido.

Al regresar a casa, más que nunca sintió la falta de su vieja amiga. No tenía nada que hacer y el aburrimiento la atormentaba. Por un momento pensó en la posibilidad de utilizar la llave que Noel le había dejado. Pero después, pensando que se sentiría mejor cuando el coche volviera de la reparación.

Se fue a dormir con la ilusión de un mejor despertar. Pero a la mañana siguiente, la sensación opresiva todavía continuaba, Jennifer vio que no tenía otra opción que volver a ver al querido y viejo Londres.

Jennifer dudó por algún tiempo hasta que, a las cinco de la tarde, estacionó el coche frente de la dirección que Noel le había dado. Observó el edificio, luego llenándose de coraje, tomó el ascensor y buscó el apartamento en el piso indicado.

Una vez dentro, todas las dudas y temores se desvanecieron, sólo pensaba en descansar y prepararse para un día lleno de actividades.

Notó que la decoración era discreta y masculina. Había dos habitaciones, Jennifer optó por la que tenía un libro de marketing en la cabecera, que debía ser la de Noel. Puesto que había sido invitado por él, nada más lógico que ocupar su habitación.

Después de una comida ligera, lavó los platos, preparó la mesa con el café, porque no quería perder ni un minuto a la mañana siguiente. Después de una larga ducha decidió irse directamente a la cama. El último pensamiento que se le ocurrió antes de apagar la luz fue que finalmente podía disfrutar de cada segundo de sus vacaciones.