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Este niño es tan pequeño, y ya brilla por entero (está entero). Delicadamente, la madre se tiende como un aditamento en su cama, ¿va a garantizar una noche de amor? No, pronto se extinguirá bajo los firmes músculos de su marido, que quiere desnatarse. El niño duerme ya profundamente. La madre se agota en insensatos besos, que extiende sobre la colcha. Frota la fláccida masa de su hijo. ¿Cómo es que ha dejado de crecer por hoy? No es natural que su espíritu se haya evadido tan rápido. Conoce bien al niño. ¿Qué grifo ha cerrado el padre? Pero hace mucho que éste se encuentra ya en su cuarto de hobbys, y se bombea jugo dentro del émbolo, hasta poder llenarse por entero. Ha envenenado de sueño el zumo del niño para que pueda habitar la tranquilizadora noche, a salvo de sus héroes del deporte y de la química. Despertará para deslizarse sobre las colinas, pero de momento ha sido apartado del lado de la madre. Y la madre tiene que quedarse a su lado, porque no se sabe lo que vendrá después.

Gerti se mete bajo la colcha, deposita sus besos en la almohada, junto al niño. Hurga en las tripas de la colcha, ¿es que va comprendiendo poco a poco que está sin salvación unida al hombre por el talón? ¡Y ahora, en silencio, a la pista y a arrancar! Sólo esta vinculación la retiene en las montañas, hasta que se hunda en el desconsuelo. Ahora el padre está ya en su taller, cargando las baterías, no hay que despreciar nunca una buena botella. ¿Es éste un derecho que la Naturaleza, que nos lo ha dado, nos vuelve a quitar? Un poco después, estará en el baño y lo meará todo. De momento, la mujer ya sale corriendo de la casa, acurrucada dentro de su abrigo. Corre por el jardín, como el campesino que persigue viles roedores, hace quiebros sin ser consciente de ello, da rodeos. Mientras corre, ha sacado del bolso la llave del coche. ¿Cuándo empezará por fin el futuro? Ya está en el coche, cuya pesada trasera patinará si arranca de ese modo, para sacarlo tambaleándose a la carretera general. El vehículo en medio de la oscuridad asusta a las últimas almas perdidas que caminan vacilantes hacia su casa para responder a la ternura con brutalidad. Los faros no son encendidos, Gerti conduce como en sueños, porque los lugares soleados aún están lejos y todas las colinas son conocidas y quedan muy atrás. Sería mejor tratar a este personaje con un poco de delicadeza. Entretanto, el niño florece en su cama, y se deja ir en sus sueños. El director se exprime en su retrete. Oye el ruido del coche y corre a la terraza, todavía con el rabo en la mano, sujeto con tres dedos como mandan los cánones. ¿Adonde va la mujer, quiere ir en la realidad más allá que en sus pensamientos? y ustedes, señores, que se aferran a sus cabezas taladradas, ¿cómo pueden expresar su ansiedad? El director se sienta en su Mercedes. Los dos pesados vehículos se lanzan al paisaje, se persiguen por sus desfiladeros. Entretanto, los míseros propietarios colindantes a esta errática carretera de tres kilómetros se lanzan los unos sobre los otros en brazos del amor, los aparatos de los toscos empleados retumban un poco, y ya han terminado con los gestos del amor. ¡Sí, huéspedes del amor! No se sienten a gusto en casa ajena. Los dos coches se persiguen a toda velocidad. Trepan sobre pequeños taludes y vuelven a deslizarse por el otro lado. Estamos contentos de que los motores sean tan potentes bajo los capós y puedan perseguir como trineos a los jóvenes que vuelven de la discoteca, con sus peligrosos caballos de fuerza. Antes, el hombre no ha podido palpar siquiera los pezoncitos de la mujer. Corren. Hoy ya no crece nada en la Naturaleza, pero mañana tal vez llegue un nuevo envío de jugos. Hay nieve, pero de ese árbol volverá a colgar en un momento u otro un fruto cuyo valioso nombre desconozco.

El director ha reunido para vosotros todos sus productos naturales, y corre tras el contacto social de su mujer. TIENE que alcanzarla. A todo gas, ambos se precipitan por las carreteras. En breve, la residencia de vacaciones de Michael aparecerá al borde del camino, ¡oh, amantes que no habéis salido hoy a nuestro encuentro, qué suerte habéis tenido! En las ventanas iluminadas, un funcionario de la elegancia, anunciado en gran tamaño en la oscuridad. Los muchos puntos ajados del cuerpo humano, véalo usted mismo, pueden ser transformados, con ayuda de la industria y de las empresas extranjeras, en una colonia de vacaciones de muy buen aspecto, en la que podemos pasear con una correa nuestros múltiples intereses. Por delante van nuestros pesados bozales de acero. Sí, allá donde la marea del deseo cae sobre la pradera, los hombres crecen casi veinte centímetros por encima de sí mismos. Entonces, nos llevan por su estrecho sendero, y se dice de ellos que no cejan hasta que se les ha terminado la corriente, el combustible y el tiempo. Dentro, fuera, y descansan.

15

Sonriendo, Michael amenaza con salir de su iluminado campo, donde fluye más allá de los ventanales panorámicos. Su mundo está bien emsamblado, él dispone de suficiente habilidad a la hora de conducir, y se alicata, joven y salvado para por lo menos tres años, con sus brillantes instalaciones sanitarias vitales. Ahora, por nada del mundo abrirá su puerta. Con estrépito, dos personas se hunden en su umbral, donde por lo común se detienen los trenes esplendentes de los amigos. Michael no está en casa. La mujer patea la puerta, la golpea con los puños. Lo que era, parece no haber sido nada. ¡Las cosas que le ha dicho, que le ha hecho, y todo en vano! Pero el lenguaje nunca les falta a los hombres, y tampoco hay más que él dentro de ellos. Empieza a nevar suavemente. Encima. Tras su hermoso enlucido de ropa, el estudiante está junto a la ventana y mira. La noche ya ha perdido parte de su magia a sus manos. Este joven tiene varios telesillas, y lo llevan a lo alto o a lo lejos. Con un ligero crujir, y forrado de marcas sobre las que incluso se sienta, recorre la espina dorsal del país. Nunca está solo y nunca está callado, y pronto el Sol volverá a brillar sobre él. Empiezan a oírse unos leves gritos. Nubes de animales salvajes salen de los bosques al claro, y este miembro mediano de la joven carnada está callado ahí, sin comprensión en medio de su claridad, que parece atraer también a otros bichos. Michael está ahí, cargado de amabilidad, bajo la corriente. Está en su casa, y se guarda. La mujer llora delante de su puerta, su corazón trabaja como enloquecido. Sus sentidos están desafinados, porque han tenido que hacer muchas horas extras y, además, no suenan tan bien al aire libre, con estas temperaturas. Casi al mismo tiempo el circuito de la mujer, sobrecargado de alcohol, se interrumpe, y se hunde en un montón de carne junto a la puerta. Estiércol sobre un parterre congelado. Durante el día, en filas, los telesillas avanzan para garantizar el acceso al paisaje, sin amor, se acierta y se cae sobre otras personas. Esta mujer no podrá sentirse de verdad en casa en ningún lugar del mundo. Un poco de corriente y de ambiente humano llegan al matorral. Un escándalo.