Así que todos tenemos nuestras preocupaciones: a quién amamos y qué podríamos comer.
No se les tendría por falsos en sus sentimientos, sino por verdaderas joyas con las que otros se adornan: Los rebaños de quebrados cuerpos corno los que allí vagan, mejorados (zapatos nuevos), por los caminos de sus pequeños enamoramientos, y se deslizan inquietos en sus habitaciones. Un coro de hombres que con su eco de mil voces envía al padre al aire con el telesilla. Él ha establecido las zonas erógenas con las que la mujer se adorna por la noche, y su trabajo desaparece rápido bajo ellas, antes de que alguien pueda pagarlo como es debido. Confusos, los hombres miran en los agujeros de sus mujeres, abiertos por la vida, sí, miran como si ya supieran que la cajetilla que les esparce el grano desde hace años lleva mucho tiempo vacía, Pero el amor depende de uno. Y mañana temprano habrá que coger el primer autobús, y si tienen que parecerse a su mujer, que depende de ellos y de su corta cartera: ¡Adelante! El trabajo no está esperando en la calle.
También los otros recorren este camino hacia la Muerte. Se acompañan un rato mutuamente, respiran hondo ante la puerta para que les abran. Y allí vienen aún más personas, caídas mutuamente en las ramas más débiles, para enlazar sus miembros. Para estar juntos si tienen que enfrentarse con el capataz. ¡Se tiene que poder hacer algo! Crecer y multiplicarse sería un buen comienzo si uno se pudiera hundir en el surco que la fábrica hace cada día. Y de entre el botín los propietarios eligen lo mejor que han visto cada año en las playas de Rímini y Carola, donde usted, floreciendo exuberante, se ha hundido bajo los cascotes de sus breves amigos.
El director de esta fábrica arrastra a su mujer de vuelta al coche, para reducir la corta pausa laboral con más actividad aún. Provenientes de su emisora, en los oídos de ella resuenan palabras de amor, y ella las recibe pataleando y balbuceando, como las parejas de enamorados sin equipo estéreo que escuchan su música de baile pasada la medianoche. La ventana, en cuya sección vemos uno de esos abigarrados trajes de jogging -igual que los que van a llenarse a los locales, sólo que más pequeño y mínimo-, se mantiene tercamente iluminada. El joven se estira las mangas, cerradas por un puño trenzado, y mira fijamente a esas personas insípidas, completas no obstante en su género, si se tienen en cuenta sus ingresos procedentes de la fábrica humana y su influencia sobre la política del Parlamento regional. ¡Qué estupendo es cantar con los ricos y no tener que pertenecer al coro de su fábrica! ¡Aprender sus costumbres, pero no tener que estar de pie en sus campos y cortarse el pelo en la época de la cosecha! Como pesados toros, los dos coches pacen juntos delante de la casa, y ahora a uno de los animales se le saca parte de las vísceras. La puerta se abre, la lucecita se enciende. Se envían palabras cariñosas a la patria de Gerti. Este padre de familia no ha venido para castigar, sino para consolar y tomar nuevamente posesión, resplandece como una ciudad detrás de sus puertas. No tiene más deseo que su mujer, que le basta, al contrario que a otros, que no pueden dejar de ser sobrios, de cantar y decir qué foto prefieren en los establecimientos pertinentes. ¡Qué activos son en sus explotaciones sexuales, una vez que termina el trabajo! Y fíjese lo que han pescado, estos rodaballos en un estanque de carpas: me parece que a veces la Naturaleza no tiene compasión. El director depende de su mujer, sus amplios callejones le son familiares. Y mientras el silencioso vecino de detrás de la ventana sigue colgando en el aire con su querido catálogo de motocicletas, el director arroja a Gerti sobre los asientos delanteros (antes ha tenido que pulsar un botón, no diré cuál), le sube el vestido a la cabeza y abre violentamente sus nalgas, para poder entrar enseguida en su interior, saltando ese burdo e incompetente dique. Delicadas, las manos amasan los pechos, la lengua silba cordial en oído. Esto ya se ha hecho a menudo, porque una casa gusta de construirse junto a la otra, no para apoyar al vecino, sino para atormentarlo. Sin duda es un poco incómodo, el verano está lejos, la calle apartada, los animales están sabrosos, y todo va a parar a los locales previstos, o por menos no lejos de la diana en la huchita. Como en sueños, este oleaje puede romper y tomar asiento en su apostadero en mitad de la Naturaleza. Por debajo, a la luz del brillo de los prismáticos, los miembros enlazados van de acá para allá entre el trabajo, el dinero y los poderosos, que no gustan de estar solos. Constantemente tienen que acostarse los unos sobre los otros e invertir los unos en los otros. La actividad de los hombres comienza con nuevos objetivos, el clima es frío, y cada vez que el director saca un poco su fornido rabo lanza una vigorosa mirada a su silencioso admirador de la ventana. Para hacerlo, no tiene que torcerse mucho. ¡Quizá ahora el joven también se eche mano! Me parece que lo hará realmente. De cintura para abajo, todos los hombres somos iguales. Es decir, que somos de nuestras mujeres y nos dejamos coger la mano en la calle, sin resistirnos, sin destino. ¡Cojamos sitio! Michael tiene la mano en la parte delantera de sus pantalones de jogging, creo yo, y llena por completo su ropa. El vestido de Gerti ya ha sido totalmente desabotonado y las tetas han saltado fuera, ¡con perdón! Da igual que también salgan los aires del director, en lo más íntimo él tiene en cuenta la solemnidad y la calidad, le perdonamos. Boca abajo, la mujer es presionada contra la tapicería del coche, como si un ligero sueño se ocultara en las sombras del cuero. Sus piernas cuelgan, a derecha e izquierda, por la puerta abierta. ¡Y su marido, ese rugiente nativo al que hemos entregado nuestra patria para que haga papel con ella (de todas formas, los árboles estaban condenados a una fuerte tonsura), se encuentra más en casa aquí de lo que nosotros podríamos estar nunca! Escucho cómo este pájaro grita al cantar. Hace sitio a Gerti y le introduce brutalmente algunos de sus cariñosos dedos. Le habla amablemente, le describe los futuros encuentros que puede ganar. Después, vuelve a caer con estrépito en su agujero. Se retira brevemente y palpa su cetro: ya lo vemos, sus pasos son ilimitados y desmesurados. La mujer es ahora examinada por un perito que prueba sus fuerzas bajo el capó del motor y vuelve a enviar a su pequeño vendedor, más aún, le acompaña personalmente, vamos a columpiar al niño y después cerrar bien detrás de él.
Hace mucho que los secretos de Gerti han sido aireados, sus puertas más cerradas están abiertas, ahora se le golpea en el trasero y en las caderas, así se saluda entre amigos, y así no nos equivocamos. También con el camión de la lengua entra el director, ¿quién nos lo indica? Algunos jóvenes del pueblo han instalado su puesto ante los posters de mujeres desnudas, y esperan ser tenidos en cuenta cuando se repartan los puestos. Quieren cobrar, pero no pagar. Sus mujeres les ayudan con su inmortalidad y con la alta tasa de mortalidad de su trabajo. Pero el director recorre solo su ardiente camino. Todo el mundo conoce su chorro aún joven. Ahora la mujer tiene que soportarlo, mezclada sin orden con él, en su culo, seguro que hay otros senderos, y mejor construidos. Mientras los otros hombres están a merced de la enfermedad, este Señor se sirve con serenidad de su propio mostrador, del que también, de la vecindad, procede su niño. No hay nada que temer, aquí su miembro descansa seguro. Ahora el animal excitado aún trota dentro de la mujer, a la que ha sido llevado para crecer. El ternerillo se deja coger fácilmente en la cadena que ha roto. Y allí se queda, hasta que termina de disparar. La mujer ya está duramente marcada por la persistencia de los familiares pasos. No importa, para todo hay una buena crema y un buen regalo en metálico. Quien lubrica viaja mejor.