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Lander no pudo nunca valerse de su habitual grado de habilidad manual para presionar en el débil sistema de defensas que le permitía sobrevivir. Su vergüenza frente a los otros prisioneros, la aislación que debió soportar luego, todo eso era un resurgimiento de los malos tiempos. El único que se dignaba hablarle era Jergens, pero Jergens estaba muy a menudo en reclusión solitaria. Era encerrado cada vez que no podía dejar de gritar.

Debilitado por su herida, enfermo de malaria, Lander quedó reducido a sus dos antagónicas personalidades: el niño, odiado y lleno de odio y el hombre que había creado a imagen de lo que quería ser. Se reanudaron los viejos diálogos en su cabeza, pero la voz del hombre, la de la cordura seguía siendo la más fuerte. Permaneció en ese estado durante seis años. Fue necesario algo más que la prisión para que Lander aflojara y permitiera que el niño le enseñara al hombre a matar.

Le enseñaron una carta de Margaret durante la última Navidad que pasó en el campamento de prisioneros. Le contaba que tenía un trabajo. Los niños estaban muy bien. Le enviaba una fotografía en la que estaba con los niños frente a la casa. Los chicos habían crecido. Margaret estaba un poco más gordita. En primer plano podía verse la sombra de la persona que había tomado la fotografía. Caía sobre las piernas de sus familiares. Lander se preguntó quién habría tomado la fotografía. Miraba más esa sombra que a su esposa e hijos.

Lander fue conducido a bordo de un C-141 de la fuerza aérea en Hanoi el 15 de febrero de 1973. Un asistente le colocó el cinturón de seguridad. No miró hacia afuera por la ventanilla.

El coronel DeJong estaba a bordo del mismo avión, pero era difícil reconocerlo. Tenía la nariz rota y le habían arrancado los dientes a patadas durante los dos últimos años al intentar dar una demostración de no cooperación a sus hombres. Ahora estaba dando otra demostración ignorando a Lander. Si éste lo advirtió, no dio señales de ello. Estaba delgado y pálido y en cualquier momento podía sufrir una crisis de malaria. El médico de la fuerza aérea que estaba en el avión no lo perdía de vista. Un carrito con refrescos era empujado permanentemente de una punta a otra del pasillo.

Varios oficiales habían sido enviados en el avión para conversar con los prisioneros de guerra que tuvieran ganas de hablar. Uno de éstos estaba sentado junto a Lander. Pero Lander no tenía ganas de conversar. El oficial le señaló el carrito con comida. Lander cogió un sándwich y le dio un mordisco. Masticó varias veces y luego escupió el bocado en la bolsita de papel. Guardó el resto del sándwich en el bolsillo. Acto seguido cogió otro sándwich y lo guardó también en un bolsillo.

El oficial que estaba sentado junto a él se apresuró a asegurarle que los sándwich no escasearían pero luego se interrumpió. Le palmeó entonces el brazo. Pero no obtuvo respuesta.

El avión llegó a Clark, base de la fuerza aérea en las Filipinas. Los esperaban una banda de música y el comandante de la base. Había cámaras de televisión listas para filmar el recibimiento. El primero en bajar del avión iba a ser el coronel DeJong. Caminó por el pasillo en dirección a la puerta, vio a Lander y se detuvo. La ira se reflejó durante un instante en el rostro de DeJong. Lander lo miró y desvió rápidamente la vista. Estaba temblando. DeJong abrió la boca, pero luego su expresión se suavizó casi imperceptiblemente y prosiguió caminando en medio de los vítores hacia el sol.

Lander fue llevado a St. Alban's, hospital de la marina en Queens. Allí comenzó a escribir un diario, pero ese proyecto no duró mucho. Escribía lenta y cuidadosamente. Tenía miedo que de hacerlo más deprisa la pluma se le escapara de las manos y escribiera algo que no quería ver.

Las siguientes son las primeras cuatro anotaciones:

St. Alban's, 2 de marzo.

Estoy en libertad. Margaret vino a verme todos los días durante la primera semana. En esta segunda vino tres veces. Los otros días le tocaba llevar a las chicas al colegio. Margaret está bien pero no como yo la recordaba en Vietnam. Da la sensación de que está siempre satisfecha. Trajo a las chicas dos veces. Hoy estuvieron de visita. Todo lo que hicieron fue quedarse sentadas mirándome y mirando el cuarto. Mantuve la mano oculta debajo de las sábanas. No tienen mucho con qué distraerse en el hospital. Pueden ir al comedor y tomar una gaseosa. Debo recordar que tengo que conseguir cambio. Margaret tuvo que darles el dinero. Supongo que debo parecerles un bicho raro. Margaret es muy buena y tiene mucha paciencia y las chicas le hacen caso. Anoche soñé otra vez con la Comadreja y estaba un poco distraído cuando conversaba con ellas. Margaret se ocupó de mantener la conversación.

St. Alban's, 12 de marzo.

Los médicos dicen que tengo malaria falciparum y por eso es que las fiebres no son regulares. Me están tratando con cloroquinina, pero no surte efecto inmediatamente. Hoy tuve un ataque de fiebre mientras estaba Margaret. Se ha cortado el pelo. No le queda muy bien pero huele deliciosamente. Me sujetó mientras temblaba. Se mostró afectuosa pero apartó su cara. Espero no oler mal. Quizás sean mis encías. Tengo miedo de que Margaret oiga algún comentario. Espero que no vea nunca la película.

Buenas noticias. Los médicos afirman que mi mano está dañada solamente en un diez por ciento. No debería afectar mi condición de piloto. Margaret y las chicas van a tener que verla tarde o temprano.

St. Alban's, 20 de marzo.

Jergens está al final del pasillo. Espera poder trabajar nuevamente como maestro. Pero está en muy mal estado. Fuimos compañeros de celda exactamente dos años, según me parece. El dice que fueron setecientos cuarenta y cinco días. Está soñando también. A veces con la Comadreja. Tiene que tener abierta la puerta de su cuarto. Esa larga reclusión solitaria fue la que lo arruinó. No querían creer que no gritaba a propósito todas las noches en su celda. La Comadreja lo insultó y llamó al general Smegma. Su verdadero nombre era capitán Lebrón Nhu, no debo olvidarlo. Mitad francés y mitad vietnamita. Empujaron a Jergens contra la pared y lo abofetearon y lo siguiente es lo que dijo Jergens:

– Varias especies de plantas y animales son portadores de factores letales que, cuando son homocigóticos, detienen en cierto momento el desarrollo del individuo y éste muere. Un caso conspicuo es el de la raza amarilla de la rata casera, mus musculus, cuyas crías no son iguales. Esto debería interesarle, Smegma (Ahí fue cuando comenzaron a arrastrarlo fuera de la celda). Si una rata amarilla se aparea con una no-amarilla (Jergens se aferraba a los barrotes en ese momento y la Comadreja salió de la celda para patearle los dedos), la mitad de la cría es amarilla y la otra mitad no, proporción que debe esperarse al unir un animal heterocigótico amarillo, con un recesivo homocigótico, que no sea amarillo, como por ejemplo el acutí, pequeño y voraz roedor, de patas largas, semejante a un conejo pero con orejas más pequeñas. Si se unen dos amarillos, las crías serán dos amarillas y una de otro color, pero la proporción que debería resultar sería de un amarillo puro a dos amarillos heterocigóticos y uno no amarillo. (Le sangraban las manos y seguía gritando mientras lo arrastraban por el pasillo.) Pero, el amarillo homocigótico muere siendo un embrión. Y ése es usted, Smegma. La gallina rastrera con patas cortas y torcidas se comporta genéticamente como la rata amarilla.

Jergens pasó seis meses de reclusión solitaria por eso y perdió los dientes de resultas de su dieta alimenticia. Había grabado todo lo referente a las ratas amarillas sobre las tablas de su catre y yo me entretenía leyéndolo después de que se fue.

Pero no voy a seguir pensando en eso. Sí, seguiré haciéndolo. Puedo decirlo para mí mismo durante las otras cosas. Tengo que levantar este colchón y fijarme si alguien ha dejado algo grabado en las tablas.