Выбрать главу

Doug estaba furioso.

El camarero les sirvió el segundo plato mientras la cena romántica se iba al garete.

– Por supuesto que no. – India se apresuró a tranquilizarlo -. No sé qué hace Gail – mintió para proteger a su amiga, si bien las aventuras de Gail no venían a cuento ni eran asunto de Doug -. Solo hablo de mí y digo que en esta vida necesito algo más que los niños y tú. Por muy poco importante que te parezca, en el pasado tuve una trayectoria brillante y es posible que quiera recuperarla para ensanchar mis horizontes en la vida.

– Pues no dispones de tiempo para ensanchar horizontes – aseguró Doug pragmáticamente -. Los niños te ocupan demasiadas horas a no ser que te dediques a contratar canguros o los dejes en manos de otra. ¿Es esto lo que se te ha ocurrido? Es la única manera en que puedes hacerlo y, si quieres que te sea sincero, no lo permitiré. Eres su madre y te necesitan.

– Lo sé y lo comprendo, pero hice el reportaje en Harlem sin desatenderlos. Puedo hacer otros encargos por el estilo.

– Lo dudo. Además, no creo que tenga sentido. Hiciste aquellos trabajos, te divertiste y maduraste. No se puede volver al pasado. Ya no eres una veinteañera sin responsabilidades. Eres una adulta casada y con hijos.

– Una cosa no excluye la otra siempre y cuando tenga claras las prioridades. En primer lugar está mi familia y el resto debe acoplarse.

– ¿Sabes una cosa? Al oírte me da la sensación de que confundes las prioridades. Tus palabras son increíblemente egoístas. Sólo quieres divertirte como tu amiguita, que engaña a su marido porque los hijos la aburren. ¿Es eso? ¿Te aburrimos?

Doug estaba muy ofendido y enfadado. India había fastidiado la cena y él cuestionaba su autoestima y su futuro.

– Es evidente que vosotros no me aburrís. No soy Gail.

– ¿Qué demonios persigue tu amiga? – Doug troceó enérgicamente el bistec -. No es posible que el sexo le guste tanto. ¿Qué pretende? ¿Humillar a su marido?

– Yo diría que no. Me parece que se siente sola e insatisfecha y la compadezco. Doug, no estoy diciendo que lo que Gail hace sea correcto. Me parece que le ha dado un ataque de pánico. Tiene cuarenta y ocho años, ha abandonado su profesión y en el futuro no ve más que traslados en coche de arriba abajo. Tú no lo comprendes. Estás en activo y jamás has tenido que renunciar a nada. Has incorporado facetas nuevas a tu vida.

– ¿Eso crees? ¿Gail opina lo mismo?

Doug parecía preocupado.

– Francamente, no. Estoy más satisfecha que Gail, pero también pienso en mi futuro. ¿Qué pasará cuando los chicos crezcan y se vayan de casa? ¿Qué haré? ¿Saldré a fotografiar a niños desconocidos en los parques cercanos a casa?

– Ya tendrás tiempo de pensarlo. De momento quedan nueve años con los niños en casa, tiempo de sobra para decidir a qué te dedicarás en el futuro. Tal vez nos mudemos a la ciudad, en cuyo caso podrás visitar los museos.

¿Eso era todo? ¿Visitar museos? Semejante opción de futuro le produjo escalofríos. India esperaba mucho más del futuro. Desde cierta perspectiva Gail acertaba. Al cabo de nueve años India quería hacer algo más que pasar el rato. Claro que nueve años después sería mucho más difícil reanudar su profesión, incluso en caso de que Doug se lo permitiera. A juzgar por sus comentarios, no estaba dispuesto a aceptar que volviese a trabajar.

– Los niños son demasiado pequeños para que te plantees la posibilidad de trabajar. Cuando sean mayores podrás trabajar en una galería de arte o algo parecido. ¿Para qué te preocupas ahora de estas cosas?

– ¿Qué haría? ¿Contemplar las fotos tomadas por otros y pensar que las mías son mejores? Tienes razón, de momento estoy ocupada, pero ¿qué pasará en el futuro?

A lo largo de las últimas veinticuatro horas la cuestión había adquirido tintes muy definidos para India.

– No asumas los problemas de los demás. Deja de hacer caso a esa mujer. Ya te he dicho que es una entrometida y una lianta. Se siente desgraciada, está decepcionada con la vida y sólo quiere crear dificultades.

– Gail no sabe lo que necesita – declaró India apenada -. Seguramente busca amor porque Jeff no la excita.

Se percató de que había sido demasiado explícita, pero no era grave porque Doug estaba al tanto de sus devaneos.

– A nuestra edad es absurdo buscar el amor – afirmó él severamente; bebió un trago de vino y fulminó a su esposa con la mirada -. ¿Qué tiene Gail en la cabeza?

– No creo que vaya tan errada. Yo diría que busca por un camino equivocado – respondió sin inmutarse -. Según dice, la deprime la idea de no volver a estar enamorada. Me temo que Jeff y ella no se aman apasionadamente.

– ¿Quiénes se aman apasionadamente después de veinte años de matrimonio? – preguntó con expresión contrariada, ya que la última frase de India le pareció ridícula -. A los cuarenta y cinco o cincuenta años nadie siente lo mismo que a los veinte.

– Tienes razón, pero puedes experimentar otras emociones. Con un poco de suerte sientes más que al principio.

– Sólo dices tonterías románticas y lo sabes.

India observó a su marido y experimentó una creciente sensación de pánico.

– ¿Consideras una tontería seguir enamorado de tu cónyuge quince o veinte años después de la boda?

A India le costó dar crédito a sus oídos.

– Creo que para entonces nadie está enamorado y, si tiene dos dedos de frente, tampoco espera estarlo.

– ¿Y qué esperas entonces? – repuso ella con voz quebrada mientras dejaba la copa sobre la mesa y miraba a su marido.

– Compañía, franqueza, respeto, alguien que cuide de los niños, alguien en quien confiar. Es todo lo que cabe esperar del matrimonio.

– La mujer de la limpieza o el perro te ofrecen las mismas cosas.

– ¿Qué supones que hay que esperar? ¿Corazones, ramos de flores y tarjetas del día de los Enamorados? Déjate de fantasías. Me cuesta admitir que creas en todo eso. Si respondes afirmativamente sabré que has pasado con Gail más horas de las que dices.

– Doug, no espero milagros, pero pretendo algo más que «alguien en quien confiar» y supongo que tú deseas algo más que «alguien que cuide de los niños». ¿Nuestro matrimonio tiene ese significado?

No tardaron en entrar en detalles.

– Tenemos algo que durante diecisiete años ha funcionado bien y que seguirá funcionando si no sacudes las estructuras con esa historia de tu profesión, los reportajes, los viajes a Corea y las chorradas de seguir como dos tortolitos después de tanto tiempo. Dudo que haya alguien así y creo que nadie tiene derecho a esperarlo.

India se sintió como si la hubieran abofeteado. Las palabras de Doug la horrorizaron.

– Si quieres que te sea franca, yo lo espero. Siempre lo he esperado e ignoraba que tú no eras del mismo parecer. Espero que estés enamorado de mí hasta el día en que te mueras porque, de lo contrario, nuestro matrimonio no tiene sentido. Espero que estés tan enamorado de mí como yo siempre lo he estado de ti. ¿Por qué crees que sigo aquí? ¿Por lo emocionante que es nuestra vida? Pues no lo es. Nuestra convivencia puede resultar muy tediosa y en ocasiones aburrida, pero sigo aquí por lo mucho que te quiero.

– Me alegra que lo digas, porque tenía mis dudas. No creo que, a estas alturas de la vida, alguien se haga demasiadas ilusiones románticas. El matrimonio no tiene nada de romántico.

– ¿Estás seguro? – India decidió jugarse el todo por el todo. Puesto que en una noche Doug había hecho añicos casi todos sus sueños, ¿por qué no llegar hasta el final? ¿Cambiaría significativamente la situación? -. Podría serlo, ¿no te parece? Tal vez la gente no se esfuerza lo necesario ni piensa lo suficiente en la fortuna que significa tenerse el uno al otro. Es posible que si Jeff se esforzara y pensase más Gail no compartiría la comida y Dios sabe qué más con los maridos de otras.