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Ella frunció el ceño, pero asintió lentamente.

Después, Wyatt llevó a la niña al colegio y llamó a su oficina para decir que llegaría tarde. Tardó unos veinte minutos en llegar a casa de Nicole; durante ese breve rato, su mal humor creció hasta que casi se desbordó del coche.

Fue hasta la puerta y llamó al timbre. Fue Claire quien abrió.

– Tenemos que hablar -le dijo, pasando por delante de ella y entrando en la casa-. Ahora mismo.

– No, claro que no es demasiado temprano -dijo Claire-. Gracias por preguntarlo. ¿Y tú qué tal estás?

Él admitió que había entrado prácticamente sin permiso, pero no le importó.

– El hecho de que te hayas acostado conmigo no te da derecho a influir en mi hija. No te da acceso a ninguna de nuestras vidas. ¿Está claro?

– Perfectamente, pero no sé de qué estás hablando. Y ya que lo has mencionado, tú me pediste que cuidara de tu hija, lo que estaba haciendo como favor. Creo que eso significa que me diste acceso a su vida, si no a la tuya. ¿Y cuál es tu problema?

– Amy quiere hacerse un implante coclear porque quiere escuchar tu música. Antes nunca me lo había dicho. Es un poco enfermizo usar a una niña para sentirte mejor.

Claire tuvo la sensación de que la tierra temblaba bajo sus pies, y se preguntó si era un terremoto.

– Dudo que me creas -dijo decidida a no enfadarse-, pero nunca hablaría de un implante coclear con Amy. Ella nunca me lo ha mencionado, y yo, por supuesto, tampoco lo he hecho. No sabía casi nada del tema hasta que salió la conversación durante nuestra cita. Lo que decidas que deben hacerle médicamente a tu hija es cosa tuya. El hecho de que ella pueda oír mi música en el sentido tradicional no es importante para mí.

Puso los brazos en jarras y alzó la barbilla.

– Lo que no entiendo es por qué tengo que ser yo la mala en todo esto. No soy Shanna, ni soy una mujer retorcida, tal y como tú ves al género entero. Soy alguien que lo único que ha hecho ha sido preocuparse por ti y por tu hija. La he cuidado y le he tomado mucho afecto. No voy a permitir que tú conviertas eso en algo feo, porque no lo es. Amy es una niña estupenda.

Él iba a hablar, pero ella alzó la mano.

– No he terminado contigo. Admito que no te dije que era virgen, aunque es mi cuerpo y no sé por qué estaría obligada a darte esa información. Pero, para proseguir con esta conversación, supongamos que lo estaba. Ya me he disculpado por ello. Y que conste que fuiste tú el que sugeriste que mantuviéramos relaciones sexuales; yo sólo acepté la oferta. Así que deja de estar enfadado conmigo, porque realmente, con quien estás enfadado es contigo mismo. Amy está creciendo, y tú estás empezando a darte cuenta de que no vas a poder controlar todas las facetas de su vida. Eso forma parte de ser padre, aunque tú no quieras aceptarlo. Quieres a alguien a quien echarle la culpa, como, por ejemplo, yo. Igual que me culpas por no querer asumir toda la responsabilidad de no haber usado anticonceptivos cuando lo hicimos.

Claire se inclinó hacia delante y le puso un dedo en el pecho.

– Deja de echarme la culpa. Acepta tu parte de la responsabilidad, y deja de pensar lo peor de mí. Soy una buena persona, demonios, y lo sabes. No he sido otra cosa que buena con tu hija, y también lo sabes. Y ahora, lárgate.

Durante un segundo, ella pensó que él no iba a moverse. Esperó que hubiera una explosión verbal, pero Wyatt se limitó a farfullar algo entre dientes y salió de la casa.

Claire se quedó mirándolo hasta que él cerró de un portazo, y después se dejó caer sobre una silla. Se sentía como si un vampiro le hubiera succionado toda la energía.

El corazón le latía con mucha fuerza, y debería tener miedo a un ataque de pánico, pero no ocurrió nada parecido. Se había enfrentado a Wyatt y también podía reprimir aquel estúpido ataque. Ya no volvería a tener miedo, ni a dejarse juzgar por medias verdades ni historias. Iba a plantarse y a exigir que reconocieran sus méritos. En cuanto tuviera fuerzas suficientes para hacerlo.

Nicole llegó cojeando desde la cocina.

– Lo has puesto en su sitio -aseguró.

– Se pasó de la raya.

– Ya me he dado cuenta. Y él también. Los hombres pueden llegar a ser muy idiotas. Detesto poner a Wyatt en esa categoría, pero tengo que hacerlo. ¿Estás bien?

Claire tomó aire y después se puso en pie.

– Estoy bien. No va a vencerme. Soy más fuerte de lo que él cree.

– Eso parece. Estás prácticamente actualizada. Pronto estarás viviendo en un plano más alto.

Claire hizo un mohín.

– Estoy impaciente.

En vez de ir al trabajo a darle malas contestaciones a gente que no le había hecho nada, Wyatt se fue a casa para calmarse.

Entró en su despacho y se preguntó qué demonios le ocurría. Él siempre había pensado antes de actuar, y tenía como norma no decir nada estúpido que después requiriera una disculpa. Llevaba una vida sencilla, y unas relaciones sinceras. En lo referente a las mujeres, no dejaba que ninguna entablara relación con su hija, y nadie conseguía llegar más allá de lo superficial con él.

Salvo Claire.

Claire tocaba fibras de su ser que incluso él desconocía. ¿Cómo había podido creer que ella había hablado del implante coclear con Amy? Tenía razón, ¿qué le importaba a ella cómo escuchara Amy su música? A la niña ya le encantaba cómo tocaba. Claire tenía defectos, pero entre ellos no estaba el egotismo. Él le había confiado el cuidado de Amy, y sin embargo, ¿no confiaba en que fuera una buena persona?

Estaba enfadado con ella desde que se habían acostado, desde que había averiguado que era virgen. ¿Y qué era lo que lo enfurecía?

Meditó en una docena de motivos; se dijo que no decir la verdad era como mentir, que él no quería la responsabilidad, que era todo demasiado extraño. Sin embargo, sabía que se estaba engañando a sí mismo. Claire era impredecible, y aquél era el verdadero motivo por el que estaba furioso. Había sido impredecible desde el primer segundo en que la había visto, y eso no había cambiado.

A él no le gustaba lo imprevisible, y menos en las mujeres. Si no sabía lo que iba a ocurrir, entonces no podía tener el control de la situación.

¿Se trataba de eso? ¿De tener el control?

Hacerse aquella pregunta le provocaba incomodidad, porque probablemente, estaba muy cerca de la verdad.

Su pasado tenía mucho que ver con aquella necesidad de controlarlo todo. No podía arriesgarse a sentir algo y cometer otro error como el de Shanna. Ninguno de los hombres de su familia había tenido una relación duradera y feliz. ¿Por qué iba a ser él distinto?

Nada de aquello era culpa de Claire. Parecía que él estaba en un círculo vicioso y que lo estropeaba todo cada dos por tres. Iba a tener que hacer algo para remediarlo.

Diecisiete

Cuando Amy entró corriendo en casa aquella tarde, Claire sabía que lo más probable era que Wyatt fuera detrás. Aunque estaba molesta con él, todavía había una parte de ella que quería verlo. Lo cual era muy estúpido. Cierto, pero estúpido.

Amy le dio un abrazo y le preguntó:

– ¿Qué tal tu día?

– Bien. ¿Y qué tal en la escuela?

– He sacado un sobresaliente en el examen de deletreo.

– ¡Bien hecho!

Amy fue corriendo al salón a saludar a Nicole, y Wyatt entró en la cocina.

Era alto, corpulento, guapo, tanto como para que a Claire se le cortara el aliento. Todo por su atractivo, pensó. No sabía mucho de tener un tipo de hombre, pero suponía que Wyatt era el suyo.

Se apoyó en la encimera. Iba a dejar que él hablara primero.

– ¿Tienes un minuto? -preguntó Wyatt.

¿Quería tener otra conversación con él? Las dos últimas habían sido horribles. Sin embargo, asintió.

Bajaron al estudio; Claire se sentó en el banco del piano y Wyatt tomó uno de los taburetes que había en el rincón.

Ella esperó.