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Se acercó al sofá a saludar a Nicole, y a contarle lo de su inminente operación.

– ¿Estás conforme con sólo un oído? -le preguntó Nicole-. ¿Uno, y no los dos?

– Sí. Tengo que esperar hasta que haya un modo mejor para que pueda oír con el otro oído. De todos modos, podré oír bien con un implante.

– Eres muy madura -dijo Claire.

Amy sonrió.

– Ve a la cocina -le dijo Nicole-. Hay una sorpresa.

Amy obedeció y volvió al salón al cabo de dos segundos.

– ¡Habéis hecho galletas! ¿Puedo comerme una?

– Por supuesto -dijo Claire-. Es mi primer intento.

– Seguro que están buenísimas -aseguró Nicole-. Llevas el oficio en la sangre.

– Eso espero.

– Siempre y cuando no hayas echado demasiada sal.

Claire recordó el incidente del primer día que había ido al obrador.

– No vamos a mencionar eso.

– ¿No?

– No.

Claire acompañó a Amy de vuelta a la cocina y le sirvió un par de galletas y un vaso de leche. Se sentó frente a ella en la mesa y escuchó todos los detalles de su día de colegio.

Mientras la niña hablaba, hacía signos y se reía, Claire se dio cuenta de algo. No sólo quería a Wyatt, quería también a su hija. Dejarlos a los dos allí, por no mencionar a Nicole y a Jesse, iba a ser algo más que doloroso. Iba a romperle el corazón.

Claire esperó con impaciencia, saltando de pie en pie, contando en silencio. Había utilizado tres pruebas distintas al mismo tiempo, y las había alineado en la encimera del baño, sobre una toallita de papel. Y estaba cumpliendo la parte más difíciclass="underline" esperar.

Al principio, ninguno le decía nada, pero después, cambiaron uno por uno y le dieron el mismo mensaje. Dio un gritito y corrió hacia la habitación de Nicole.

Su hermana todavía estaba en la cama, lo cual no era sorprendente, porque eran poco más de las seis de la mañana.

– ¡Despierta! Despierta. Tienes que despertarte para que pueda contártelo.

Abrió las persianas y el sol entró en la habitación.

Nicole se incorporó y la miró pestañeando.

– ¿Qué pasa? Es muy temprano -murmuró, y miró el despertador-. Dios mío, voy a tener que matarte.

– ¡Estoy embarazada! -anunció Claire-. Me he hecho tres pruebas diferentes, y estoy embarazada. Voy a tener un hijo. ¡Es maravilloso!

Nicole se quedó boquiabierta.

– ¿Desde cuándo?

– Desde esta mañana. Oh, técnicamente desde mi primera noche con Wyatt y, ¿sabes? Soy muy feliz. Siempre he querido tener hijos. Esto lo va a cambiar todo. Voy a ser madre y voy a comenzar una familia. ¡Debería haberme quedado embarazada hace años!

Nicole se echó a reír.

– Eso parece -dijo. Después se quedó callada.

Claire se sentó al borde de su cama y sonrió.

– Estás preocupada. Lo veo en tu mirada.

– Sólo por Wyatt.

– Lo aceptará. O quizá no. Pero de todos modos, yo me las arreglaré bien.

– Me alegro por ti -dijo Nicole-. Quizá Wyatt nos sorprenda a las dos. Y si no lo hace, le romperé las rodillas. Casualmente, sé que puede ser realmente doloroso.

Claire se inclinó hacia delante y la abrazó.

– Te quiero.

– Yo también te quiero. Aunque esté un poco amargada.

Claire se echó hacia atrás.

– ¿Por qué?

– Porque yo también he querido siempre tener una familia. No me malinterpretes; me alegro de que Drew y yo no tuviéramos hijos. Pero tener un bebé sería bonito.

Su voz estaba llena de melancolía.

– Pues quédate embarazada -dijo Claire-. Es fácil.

Nicole se rió.

– Eso tengo entendido. Te agradezco el consejo, pero creo que voy a esperar un poco. En este momento, las cosas son un poco complicadas. Me alegro por ti.

– ¡Yo también! -dijo Claire-. Estoy asustada, pero en el buen sentido: estoy expectante, impaciente.

– ¿Qué vas a hacer con tu carrera profesional?

– No lo sé. Lo echo de menos -admitió Claire-. Cada vez más. ¿Podré hacer ambas cosas?

– ¿Y por qué no? ¿Acaso no eres rica? Puedes contratar a alguien para que te ayude, si lo necesitas.

– Claro.

– Cariño, entonces te digo que a por todas.

Claire se rió de nuevo.

– Eso es lo que voy a hacer.

Diecinueve

Claire llamó previamente para asegurarse de que Wyatt estaba en su oficina, y fue a verlo antes de que se marchara a alguna obra. Pasó el trayecto de treinta minutos entre la felicidad total y una preocupación acuciante por lo que él pudiera decir.

En un mundo perfecto, Wyatt estaría tan contento como ella por el bebé. Sin embargo, no albergaba demasiadas esperanzas. Seguramente, lo máximo que podía esperar era la indiferencia.

Entró en el edificio y se dirigió hacia su despacho. Wyatt colgó el teléfono cuando ella entró, sonrió y se acercó.

– Un placer inesperado -la abrazó y la besó-. De los mejores.

Claire sintió sus labios cálidos y notó un cosquilleo de impaciencia en el estómago. El deseo instantáneo le aceleró el pulso.

Se echó hacia atrás, riéndose.

– ¿Cómo consigues excitarme con sólo un beso?

– Tengo un don -respondió Wyatt. Le puso la mano sobre la cintura y volvió a besarla-. Si has venido por algo rápido en mi escritorio, estoy abierto a todas las posibilidades. Sólo por convertir en realidad tus fantasías.

Ella le acarició la cara.

– Eres tan generoso…

– Lo sé.

– Aunque te agradezco la oferta, he venido a darte buenas noticias.

Wyatt se puso tenso.

– De acuerdo.

– ¿Qué?

– Tus buenas noticias puede que no sean buenas para mí. ¿Te marchas?

– ¿A Nueva York? No, no me marcho -dijo Claire. Acalló en su interior la vocecita que le pedía que no se lo dijera todavía, y miró fijamente a Wyatt-. Estoy embarazada.

Wyatt se quedó inmóvil. Dos segundos después se alejó de ella.

– ¿Estás segura?

Su voz sonó fría y distante. Ella tuvo que reprimir un escalofrío.

– Sí, muy segura.

Él asintió. Después soltó un juramento en voz baja. La pequeña esperanza de Claire se desvaneció.

– Wyatt -dijo-, esto no tiene por qué ser algo malo.

– Para mí lo es. No quería tener un hijo, no puedo creer que me esté sucediendo otra vez -respondió él con ira, y la miró con el ceño fruncido-. Sé que no lo has hecho a propósito, pero no puedo evitar sentirme como si las cosas fueran así.

– Eso no es justo, y lo sabes.

– Tienes razón. Igual que sé que esperas que me case contigo, y que después te irás a vivir tu estupenda vida y me dejarás con otro hijo al que criar.

Aunque no eran totalmente inesperadas, aquellas palabras hicieron daño a Claire.

– No tengo ninguna intención de atraparte.

– Ya.

¿Acaso él no la creía?

– Si piensas eso de verdad, es que no me conoces en absoluto.

– Te conozco lo suficiente. Sé que estás acostumbrada a conseguir lo que quieres.

¿Qué?

– ¿Desde cuándo?

– ¿Cuándo no lo has conseguido?

Claire sabía que aquello no era justo. Recordó todas las cosas que no había querido en su vida. Sin embargo, él no estaba de humor para escuchar.

– Creía que…

– ¿Que me pondría contento? ¿Por qué? Debería haber usado un preservativo. No debería haber dado nada por sentado. Creo que aquel día no estaba pensando en lo que hacía. Mira, no pasa nada. Nos las arreglaremos de algún modo.

– No -respondió ella, intentando que no le temblara la voz-. Tú no tienes por qué formar parte de esto, si no quieres. Yo pensaba que querrías ser un padre para nuestro hijo, pero si no quieres, no pasa nada. Puedo ser madre soltera.

Wyatt no estaba convencido.

– Quieres decir que contrataras a alguien para que cuide del niño. ¿No es eso lo que me dijiste, que contratarías a una niñera?