Aquel contacto inesperado la sobresaltó, pero consiguió no caerse del asiento. Miró hacia abajo disimuladamente y vio que él le estaba pasando los dedos por el interior de la muñeca. Lentamente, con delicadeza, sin mirarla.
En teoría, no había nada sexual en aquel contacto. No debería tener ninguna importancia. Sin embargo, el calor de la piel de Hawk, su forma de rozarle la muñeca con el pulgar, tenían algo que le daba ganas de retorcerse. Tuvo que controlar la respiración. Después de diez minutos, tuvo que convencerse de que lanzarse a los brazos de Hawk era completamente inapropiado.
A mitad de la proyección hicieron un descanso. Los chicos devoraron las magdalenas y los brownies, consumiendo todo lo que había llevado Nicole en cuestión de segundos. Hawk se apoyó en el respaldo de su silla.
– ¿Te está gustando el partido?
Su voz tenía un tono de despreocupación, pensó Nicole, muy molesta. Con las luces encendidas, había dejado de acariciarla, y se estaba comportando como si no hubiera ocurrido nada. Ella, por el contrario, se sentía blanda e inflamada por dentro, y tenía un ansia desesperada por algo más que un ligero contacto en la muñeca.
– Estoy aprendiendo mucho -dijo, decidida a no dejarle ver cuánto la trastornaba-. Nunca me había interesado mucho por los deportes. Es más complicado de lo que pensaba.
– Como la mayoría de las cosas. ¿Quieres ir a comer algo después de la reunión, o volver a tu casa?
– Tú estás muy cómodo persiguiendo tu objetivo, ¿verdad? -le preguntó ella, en voz baja.
– Sé lo que quiero.
– Hawk, yo… tengo que irme.
Él la miró fijamente.
– ¿Cuánto tiempo más vas a huir de mí?
– No lo sé.
– Admitir que tienes un problema es el primer paso para resolverlo.
– Qué perseverante eres.
Nicole se puso en pie y tomó su bolso. Entonces él la tomó de la mano y la atrajo hacia sí.
– Por lo menos, admite que te sientes tentada -murmuró.
– Más de lo que piensas.
– ¿Dígame?
El teléfono había comenzado a sonar cuando Nicole llegó al trabajo el lunes por la tarde, y estaba deseando pasar un rato de tranquilidad.
– ¿Nicole? Soy Martin Bashear.
Su abogado.
– Hola, Martin. ¿Cómo estás?
– Bien. Hay un asunto del que quiero hablar contigo.
– ¿Me va a gustar?
– Seguramente no.
Ella se preparó mentalmente.
– Está bien. ¿De qué se trata?
– Estamos en una encrucijada con el asunto de Jesse. Tenemos que solicitar la acción judicial o dejarlo.
– Ya sabes lo que quiero.
– Sí, pero como abogado tuyo, debo aconsejarte. Y voy a aconsejarte que retires la acusación.
Ella apretó con fuerza el auricular.
– Robó la receta familiar. Una receta famosa en el mundo entero. Hizo tartas de chocolate Keyes y las vendió por Internet. No puedo permitir que se salga con la suya en eso.
– Estoy de acuerdo en que su comportamiento es censurable.
– Quiero que reciba un castigo.
– Y tienes razón. Pero, Nicole, debes tener en cuenta las consecuencias. Será un proceso largo y agotador. Los dramas familiares nunca van bien en un tribunal. Jesse podría conseguir el voto de comprensión del jurado. Podemos hacer todo lo posible por retratarla como la mala de la película, pero no siempre funciona. Se quedó sin padres cuando era muy pequeña…
– Y yo también -dijo Nicole.
– Sí, pero tú eres la hermana mayor. La gente puede culparte por su comportamiento.
– Eso no es nuevo.
– Y pueden salir otros asuntos a la luz.
Traducción: la defensa podía sacar a colación que Jesse se había acostado con Drew. Aunque eso debería ayudarla a ella, en realidad podría hacer que algunos miembros del jurado pensaran que aquel caso se trataba de una venganza.
– También está la cuestión de su embarazo. Eso no debería tener nada que ver, pero para cuando se celebre el juicio, estará a punto de dar a luz. Eso sería otro punto a su favor.
Nicole estaba segura de que Martin seguía hablando, pero no podía oír nada. El pitido de sus oídos se lo impedía.
– ¿Has dicho embarazada? -preguntó con un hilo de voz.
Hubo una pausa.
– Lo siento -se disculpó Martin-. Creía que lo sabrías.
Nicole se puso en pie. Por una vez, no necesitó el bastón.
– ¿De cuánto está?
– No lo sé con exactitud. De unos cuatro meses. Quizá un poco más.
Nicole soltó un juramento. Jesse estaba embarazada de Drew.
Notó que le ardían las mejillas. ¿Era de humillación, o de rabia? Embarazada. Ni siquiera debería sorprenderse.
Tenía ganas de vomitar, y la habitación daba vueltas a su alrededor.
– Tengo que colgar -murmuró.
– Nicole, lo siento. ¿Puedo hacer algo por ti?
– Retira los cargos.
– ¿Estás segura?
– Sí. Tienes razón. Esto es una batalla perdida.
Colgó sin despedirse. Luego cerró los ojos y el dolor se apoderó de ella.
Aquella traición era insoportable, pensó Nicole, mientras intentaba respirar a través del dolor que sentía en el pecho. Demasiada pérdida. Ella se lo había dado todo a su hermana pequeña, la había querido, había soñado por ella, había querido sólo lo mejor para ella. Y ésa era su recompensa.
Un bebé. Jesse iba a tener un bebé.
Nicole se tocó el vientre plano, vacío, y se hundió en el sofá. No era exactamente que hubiera querido tener un hijo con Drew, pero una familia…, siempre había querido tener una familia. Y alguien a quien querer, que la quisiera también.
Sin embargo, lo que había conseguido era una puñalada por la espalda.
Después de llamar a la puerta, Nicole esperó con impaciencia en el porche delantero de la casa de Wyatt. A los pocos segundos, Claire abrió.
– ¿Lo sabías? -le preguntó Nicole.
Claire frunció el ceño.
– ¿Qué?
– Que Jesse está embarazada.
Claire palideció.
– Oh, Dios mío. ¿Estás segura?
– Sí. Me lo ha dicho mi abogado.
Claire se hizo a un lado para dejarla pasar.
– No puedo creerlo. Embarazada. ¿El niño es de…?
Nicole entró en el salón con ganas de golpear algo con el bastón.
– ¿De Drew? Creo que sí. Supongo que también podría ser de su novio, o de cualquiera con el que se estuviera acostando, pero con la suerte que tengo, seguro que es de Drew. Sé cuándo los sorprendí juntos, pero no sé cuánto tiempo llevaban acostándose.
En su casa. Engañándola. Mintiendo. Fingiendo que la querían, cuando se escondían y se reían de ella.
Tragó saliva y se juró que no iba a llorar. Aquélla era su nueva regla. Nada de lágrimas malgastadas por gente que no valía la pena.
– No sé qué decir -admitió Claire-. Es horrible. ¿Has hablado con ella?
– No. No tengo nada que decir. Lo negará todo. Es lo que mejor se le da.
– Pero quizá…
Nicole la interrumpió con una mirada.
– Este no es un buen momento para intentar contemporizar -dijo, y se sentó en el sofá-. No lo entiendo. ¿Qué es lo que fue mal? ¿Por qué me ha hecho esto?
– No creo que sea por ti. Creo que ocurrió, simplemente.
Nicole puso los ojos en blanco.
– ¿Ella te ha dicho eso? ¿Y tú te lo has creído?
– No puedes saber con seguridad si quería hacerte daño.
– Quizá no, pero tengo una idea aproximada. Estaba enfadada conmigo, y odiaba que su mitad de la pastelería esté en fideicomiso hasta que cumpla veinticinco años. Me estaba presionando para que se la comprara, para poder irse a hacer Dios sabe qué.
Claire se sentó a su lado y le acarició la mano.
– Sé que Jesse ha sido difícil y que tú has hecho todo lo que has podido. Se ha metido en muchos líos, pero… ¿hacer algo así? ¿Y qué pasa con Matt? ¿Es que Jesse no lo quería?