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Nicole ya no lo sabía. Jesse cambiaba de hombre con tanta facilidad como las demás mujeres cambiaban de zapatos. Sin embargo, Matt era diferente, o eso había creído ella. Jesse llevaba varios meses saliendo con él, y parecía que lo quería de verdad.

– Quizá también lo estaba engañando a él -dijo lentamente-. Me juró que lo quería, que él era el definitivo. Todo era como un juego para ella.

– Lo siento -dijo Claire, y la abrazó-. Lo siento mucho.

Aquella comprensión estaba muy cerca de la lástima, para el gusto de Nicole. Aceptó el abrazo, se recordó que no iba a llorar nunca más y se puso en pie.

– Tengo que irme.

– No. No deberías estar sola.

– Estoy bien, Claire. Saber que estás aquí me ayuda.

– ¿Estás segura?

Nicole asintió.

– Te llamaré si necesito algo más.

Caminó hacia su coche y se sentó al volante. Después de arrancar el motor, se quedó mirando por el parabrisas. ¿Adónde iba a ir? ¿Qué se suponía que debía hacer? Su hermana estaba embarazada del que pronto sería su ex marido. Se vio a sí misma como un personaje de telenovela.

Era poco probable que Jesse se guardara aquella información, lo cual quería decir que muy pronto todo el mundo iba a saberlo. Eso sí que era humillante.

Metió la mano en el bolso para sacar un pañuelo de papel y se encontró con una tarjeta. La sacó y la miró. Entonces tomó su teléfono móvil y marcó un número.

Cuando respondieron, ella pidió la extensión que figuraba en la tarjeta.

– Hawkins.

– Hola, soy Nicole -dijo ella, intentando que no le temblara la voz. Aquélla no era una buena idea, pero era la única que se le ocurría.

– Qué sorpresa.

– ¿Buena o mala?

– Me gustan las sorpresas.

La voz de Hawk era juguetona. Aquello le dio fuerzas a Nicole.

– ¿Tienes un segundo para hablar?

– Claro. ¿Es una conversación corriente o debería cerrar la puerta?

– Quizá prefieras cerrarla.

Hubo un momento de silencio, seguido de una risa suave.

– De acuerdo. Nunca me habría imaginado que te iba lo del sexo por teléfono. Admito que yo nunca lo he hecho, pero aprendo rápidamente.

Ella agarró con tanta fuerza el teléfono móvil, que le dolieron los dedos.

– Tengo que hacerte una pregunta. ¿Lo que me has insinuado es cierto? Me refiero a lo de que quieres acostarte conmigo. ¿O es todo un juego?

– Nicole, ¿qué ocurre?

– Sólo responde la pregunta.

– Por supuesto que estoy interesado.

Gracias a Dios. Ella inspiró profundamente.

– Entonces te propongo un trato: seré tu gatita. Estaré disponible cuando quieras.

– Esa es una gran oferta.

– Pero tiene una contrapartida.

– Casi no me importa, lo que sea.

Había llegado la parte difícil.

– Quiero que te comportes como si fueras mi novio, como si estuvieras totalmente enamorado. Quiero que nos vean en público a menudo. Serás fiel y no coquetearás con ninguna otra mujer. Yo alardearé de ti ante todos mis amigos, y dentro de pocas semanas, te dejaré plantado, también públicamente.

– ¿Por qué?

– Tengo que demostrar algo.

– ¿Tiene algo que ver con tu ex marido?

– Un poco.

– ¿Sigues enamorada de él?

– No.

– ¿Estás segura?

– Sí. Me ha engañado y estoy enfadada, pero no estoy sufriendo por él. Quiere que volvamos. Yo no. Lo que ocurre es que estoy cansada de cómo se comporta todo el mundo. La lástima es lo peor. Las miradas. Quiero demostrarles a todos que estoy perfectamente.

Era lo más parecido a la verdad que podía decir sin echarse a llorar.

– Yo no tengo relaciones serias -le advirtió él-. Soy fiel, pero no tengo relaciones duraderas.

– Yo tampoco.

Un momento, ¿eso significaba que él estaba diciendo que sí?

– Tendré que decirle a Brittany que no vamos en serio. No quiero que se preocupe.

– Con tal de que no le cuentes los detalles del trato, me parece bien.

– No hay problema. Yo no hablo de mi vida sexual con mi hija, y no quiero que sepa que he tenido que hacer un trato para poder acostarme contigo.

A ella se le aceleró el corazón.

– Entonces ¿aceptas?

– Sí. ¿Cuándo te vas a convertir en…? Espera, ¿cómo lo has llamado? En mi «gatita».

El alivio tenía un sabor dulce.

– Cuando quieras.

– Puedo estar en tu casa dentro veinte minutos.

– Te estaré esperando.

– ¿Puedes esperarme desnuda?

– Si es importante para ti…

– Sí, muy importante.

Seis

Nicole volvió a casa apresuradamente y subió a su habitación. Desnuda. Hawk había dicho bien claro que quería que lo esperara desnuda. Sabía que no podía recibirlo en el piso de abajo sin llevar nada, pero sacó del armario un vestido de tirantes y se lo puso sin el sujetador, sólo con las braguitas. Después de mirarse al espejo para asegurarse de que estaba bien, comenzó a bajar las escaleras. Justo en aquel momento, sonó el timbre de la puerta.

Hasta aquel momento no había tenido tiempo de sentir pánico. Todo había sido muy rápido. Mientras caminaba hacia la puerta, el terror la atenazó. ¿Qué demonios estaba haciendo? ¿Iba a acostarse con un hombre al que apenas conocía? Nunca había hecho nada semejante.

Abrió la puerta. Hawk estaba en el porche, un metro ochenta y cinco centímetros de hombre despampanante. Tenía una expresión peligrosa, atractiva, y un aire de expectación contenida que estuvo a punto de conseguir que se desmayara.

– Hola -dijo él, y sonrió-. He tenido que hacer una parada técnica.

Le mostró una bolsita de una farmacia cercana.

Ella la miró con asombro.

– ¿Has parado a hacer un recado de camino hacia aquí?

– No haces esto muy a menudo, ¿verdad?

– ¿El qué?

– Lo de la gatita.

Nicole se ruborizó.

– No. ¿Por qué?

– No he ido a hacer ningún recado. He comprado preservativos.

Ella tragó saliva.

– Eh…, buena idea.

Después se apartó para que él pudiera entrar, y Hawk pasó al salón.

– ¿Dudas?

– Y una necesidad acuciante de vomitar.

– ¿Quieres que hablemos de ello?

¿Le quedaba otro remedio? Cerró los ojos con fuerza, y después lo miró.

– No tengo demasiada experiencia. Antes de casarme no tuve muchas aventuras -ninguna. La palabra era ninguna-. No sé si voy a estar a la altura.

Hawk se acercó a ella.

– ¿Y eso es todo?

– ¿No te parece suficiente?

Él dejó la bolsa sobre la mesa de centro y le tomó la cara con ambas manos.

– Yo estuve casado doce años. Serena es la única mujer con la que había estado. Desde entonces sólo ha habido un par.

– ¿De cientos?

Él se rió.

– Menos de diez.

– Eso no es posible.

Hawk se inclinó y la besó ligeramente.

– Tengo muchas ofertas, pero soy quisquilloso. Conozco mi reputación, pero la mayor parte de las cosas que se dicen son habladurías. Admito que tú eres la primera mujer con la que he tenido que negociar, eso sí.

¿Le estaba diciendo la verdad? Eso esperaba Nicole. Hacía que se sintiera mucho mejor, pero…

– No te hagas ilusiones. Tengo demasiada presión en estos momentos. Esto no va a ser milagroso ni nada por el estilo.

– Claro que sí.

La abrazó y la estrechó contra sí. Nicole se aferró a él mientras se besaban. La boca de Hawk era cálida y firme, aunque no exigente. Ella separó los labios rápidamente, y lo acogió.

Los cosquilleos comenzaron en cuanto sus lenguas se tocaron. La recorrieron de pies a cabeza y la hicieron temblar. Nicole se sintió a la vez débil y poderosa. Y lo que era más excitante todavía, se dio cuenta de que deseaba aquello más de lo que habría creído posible.