Después de que se marchara, Nicole subió al piso de arriba, se duchó y se vistió. Pese a todo lo que había ocurrido, se sentía mucho mejor con respecto a todo. Incluso curada. Una sensación a la que pensaba aferrarse.
– Me sentía muy bien hasta este momento -murmuró Nicole.
Claire y ella estaban frente a un edificio de apartamentos con aspecto de estar abandonado.
– Tienes que hablar con ella -dijo Claire.
Nicole suspiró.
– Lo de que seas la voz de la razón se está haciendo pesado. Sólo para que quede claro.
– Lo sé, y lo siento. Pero es tu hermana.
Y también era una bruja mentirosa, pero Nicole no lo mencionó. Ya tenía bastante con estar allí. No quería enfadarse con Claire, además.
Subieron las escaleras hasta el apartamento del tercero. Nicole esperaba que Jesse hubiera salido, pero su hermana abrió la puerta cuando Claire llamó.
Si se sorprendió al verlas, no lo demostró.
– ¿Podemos pasar? -preguntó Claire.
Jesse se encogió de hombros y después se hizo a un lado. Nicole siguió a Claire al interior del estudio, un sitio pequeño y oscuro. Jesse cerró la puerta y se volvió hacia ellas con los brazos cruzados.
– ¿Para qué habéis venido?
Al oír aquella pregunta malhumorada, Nicole tuvo ganas de marcharse. Sin embargo, dijo:
– Voy a retirar los cargos contra ti. No porque quiera, sino porque mi abogado no está convencido de que todo salga bien en el juicio. Ya he gastado suficiente dinero, y no quiero seguir haciéndolo.
Jesse la miró con desconcierto.
– No lo entiendo.
– Estás embarazada -dijo Nicole con frialdad-. Eso podría granjearte el favor del jurado.
Jesse dio un paso atrás.
– ¿Cómo lo sabes?
– Mi abogado lo mencionó.
– Pero yo se lo conté en secreto. Me prometió que no diría nada. ¿Qué pasa con el derecho del cliente a la confidencialidad?
Nicole miró hacia arriba con resignación.
– Yo soy su cliente, yo le pago. ¿Por qué pensabas que iba a hacer lo que le pedías?
En aquel momento, Jesse parecía muy joven y muy insegura de sí misma.
– No me había dado cuenta.
Claire intervino.
– Jesse, espero que agradezcas la oportunidad que te está dando Nicole. Y no tendrás que preocuparte por ir a juicio.
– ¿Por tomar lo que es mío? -preguntó Jesse, una vez superado el momento de debilidad.
– Ya estamos otra vez -musitó Nicole.
– Nuestro padre me dejó la mitad de la pastelería a mí -dijo Jesse airadamente.
– En fideicomiso hasta que tengas veinticinco años -le recordó Nicole.
– Tú podrías comprarme la mitad, es lo único que quiero. Yo no robé la receta de la tarta. No puedo robar lo que es medio mío.
Nicole estaba cada vez más enfadada.
– Te pusiste a vender tartas a mis espaldas, en una página de Internet que es prácticamente igual que la de la pastelería. ¿Cómo lo llamarías tú?
– Hacer algo que tenía derecho a hacer.
– ¿Y Drew? ¿También lo compartíamos a él?
Jesse se dio la vuelta.
– No quiero hablar de eso.
– A mí no me importa lo que tú quieras.
– No me acosté con él -susurró Jesse.
– Lo vi en tu cama. Tú estabas desnuda y él te estaba besando. ¿Cómo lo llamarías tú?
– No seas así. ¿Por qué no puedes entenderlo?
Nicole se encolerizó.
– Oh, ¿así que todo es culpa mía? ¿Después de todo lo que he hecho por ti?
Claire se puso entre ellas.
– Basta.
– No me cree -lloriqueó Jesse.
– Es una mentirosa -dijo Nicole.
– Yo no miento.
– Pero omites cosas. La omisión es igual que una mentira.
– Basta -repitió Claire, mirándolas con severidad-. Tenemos que resolver esto.
– No, no es verdad -respondió Nicole-. Hay cosas que no pueden perdonarse.
Jesse se volvió hacia ellas.
– Exacto. Nicole quiere que yo reciba mi castigo.
– Al menos lo entiendes -dijo Nicole.
– ¿Sabes lo más divertido de todo esto? Que no estoy embarazada de Drew. Estoy embarazada de Matt.
A Nicole no le sorprendió que Jesse dijera eso.
– ¿Y por qué estás tan segura? Te estabas acostando con los dos.
Su hermana se ruborizó.
– Eso es lo que tú crees, porque siempre piensas mal de mí. Yo no me acosté con Drew, ¿te quieres enterar?
Claire estaba decepcionada.
– Jesse, sólo podemos conseguir que esto funcione si partimos de la honestidad.
– He sido sincera -dijo Jesse, enjugándose las lágrimas-. ¿Por qué no me creéis?
– Me he cansado de esto -dijo Nicole-. Vámonos.
– ¡No! -dijo Jesse, y se puso ante la puerta-. Tenéis que creerme, el niño es de Matt. Tenéis que creerme.
Claire negó con la cabeza.
– Lo siento, Jesse. Te acostaste con Drew. Todos sabemos lo que ocurrió. ¿Por qué no podemos comenzar desde ahí?
Jesse se irguió.
– Muy bien -dijo con los ojos llenos de lágrimas-. Si eso es lo que queréis oír, vamos a hablar de ello. Llevaba días acostándome con él, estábamos locos el uno por el otro. ¿Es eso lo que queréis escuchar? Le di todo lo que tú no podías darle. ¿Mejor ahora?
Nicole se puso una mano debajo de las costillas. Se le había revuelto el estómago.
– Tengo que irme.
Apartó a Jesse de la puerta y salió del apartamento. Claire la siguió.
– Lo siento -dijo su hermana melliza-. Pensé que podríamos hacerla entrar en razón.
– Es inútil -murmuró Nicole, preguntándose si iba a vomitar en aquel momento o en casa.
Jesse cerró de un portazo cuando sus hermanas salieron, pero eso no hizo que se sintiera mejor. Se sentó en el sofá y se acurrucó sobre la superficie maloliente y dura. Ojalá pudiera volver atrás. Tan sólo cinco minutos. Quizá si pudiera explicárselo bien, en cierto modo todo tendría sentido.
No era cierto, pensó, llorando e intentando no sentirse tan sola. Nada era cierto. Sin embargo, a ellas no les importaba. Preferían pensar lo peor de ella.
En el fondo, sabía que era culpa suya. Nicole siempre estaba diciendo que ella era una inútil, y probablemente tuviera razón. No quería meterse en líos, pero parecía que no podía evitarlo. Sin embargo, aquello… Ella no se merecía aquello.
Sí tenía la culpa de haberse hecho amiga de Drew, y quizá de haber juzgado mal la situación, pero nada más. Algunas veces, Nicole era muy difícil. Drew y ella solían charlar. Nada más. Ella no tenía ningún interés en Drew, y aunque hubiera estado enamorada de él, no habría hecho nada, porque era el marido de Nicole.
Cerró los ojos con fuerza, pero no podía quitarse de la cabeza los recuerdos de la última noche que había pasado en casa de Nicole, que también era la suya. Ella estaba disgustada con Matt; era tarde, y estaba en su habitación. Drew había entrado y ella había agradecido tener alguien con quien hablar.
Le había explicado sus miedos y sus esperanzas, y que sabía que, en el fondo. Matt era el único hombre a quien ella querría para siempre. Drew la había abrazado.
Ella suponía que quería consolarla, lo cual estaba bien, aunque le resultara un poco embarazoso. Había aceptado su muestra de consuelo, pero luego él la había besado.
Se había quedado tan asombrada que no supo qué hacer. Él la besó y comenzó a decir que la monogamia no iba con su forma de ser, que ella siempre estaba coqueteando con los hombres, incluyéndolo a él, y después la había halagado, diciendo que era muy guapa, y mucho más agradable que Nicole. Que podía conseguir a alguien mucho mejor que Matt.
Había estado a punto de responder mecánicamente y decirle que era cierto, que ella no era de un solo hombre. Que nunca lo había sido. Era como si se estuviera observando a sí misma desde fuera. Entonces él le había quitado la camiseta y le había acariciado los pechos. Y algo, dentro de ella, se había roto de un chasquido.