Hawk reprimió el impulso de retorcerse en el asiento.
– No me lo esperaba. Necesitaba tiempo para asimilarlo.
– Decirle a una mujer que la quieres y luego salir huyendo no es exactamente la demostración que una desearía.
– Era una noticia muy fuerte… sin previo aviso… No sabía que iba a enamorarme de Nicole. Yo quería a Serena y, cuando murió, me imaginé que ya nunca más me enamoraría. Salí con algunas mujeres, pero nunca tuve nada serio. No veía la necesidad. Nadie me ha conquistado como ha hecho Nicole.
Recordó su primer encuentro, y prosiguió:
– Es tan dura en apariencia… Es respondona y lista. Y tiene el corazón más grande del mundo. Es buena y generosa, y me planta cara cuando piensa que estoy equivocado. Dios, estoy enamorado de ella.
Apoyó los brazos en los muslos y continuó:
– Pero no sé cómo decírselo. No sé cómo arreglar las cosas. Tuve este gesto, que me parecía muy romántico, y me estalló en la cara.
La expresión de Claire se suavizó.
– Hawk, siento decírtelo, pero no tuvo nada de romántico. No tenía nada que ver con las necesidades de Nicole, sino con tu ego. No sólo querías pedirle que se casara contigo, sino ser una estrella. Ese no es modo de ganarse a una mujer, y menos a Nicole.
– Ahora ya lo sé -murmuró él-. ¿Cuál es el modo?
– Dile lo que me has dicho a mí. Dile por qué la quieres. Dile que es especial, y que nunca has conocido a nadie como ella. Dile que la quieres más que a nadie en el mundo.
Él iba a responder que no podía quererla de esa manera. Que Brittany siempre ocuparía un lugar especial en su corazón. Sin embargo, lo que sentía por su hija no tenía nada que ver con sus sentimientos por Nicole. Eran dos relaciones totalmente distintas.
– No quiero perderla -dijo lentamente-. No puedo.
– No deberías. Creo que ella te necesita a ti tanto como tú a ella. Lo que tienes que hacer es admitirlo.
Hawk le dio las gracias y se marchó. Quería ver a Nicole, pero se fue a casa y entró en su despacho, donde hizo una lista de todas las posibles maneras de conquistar a Nicole.
Brittany pasó por su casa después del colegio, el miércoles.
– No puedo quedarme mucho -advirtió a Nicole al entrar, con una sonrisa-. Todavía estoy castigada, lo cual es un fastidio total. Verdaderamente, a mi padre no le gustó nada lo del carné de identidad falso. Creo que es porque es más fácil pensar en eso que en el hecho de que yo tenga relaciones sexuales con Raoul. ¿Es algo típico de los padres?
Nicole estaba muy sorprendida por aquella visita.
– Eh… sí, seguro que sí.
Brittany le mostró la cesta que llevaba en las manos.
– Esto es para ti. Es una especie de disculpa por todo -dijo con un suspiro-. Me estoy disculpando mucho últimamente, y cada vez se me da mejor. No sé si eso es una mejoría o no. Supongo que tengo que llegar a un punto en el que no deba disculparme más. Ah, y mi padre me llevó a comprar estas cosas. No me escapé. De hecho, fue más o menos idea suya.
Nicole no sabía qué pensar. Seguía sin tener noticias de Hawk, y eso le hacía mucho daño. Si su propuesta de matrimonio hubiera sido real, ¿no se habría puesto en contacto con ella? Aunque había sido ella la que lo había rechazado, y quizá tuviera que salir de ella…
Brittany dejó la cesta en el sofá.
– Bueno, ábrela.
Nicole se sentó y tiró de los lazos que sujetaban el plástico de colores.
Dentro había un par de libros sobre el embarazo, un osito de peluche, un arrullo, toallitas de bebé, un libro de nombres, un vale regalo por diez horas de servicios de niñera de Brittany, un patito de goma y un sonajero.
Eran regalos pequeños, regalos bobos, pero era un detalle precioso…
– Es muy amable por tu parte -dijo reprimiendo una oleada de emoción-. Muchas gracias.
– De nada -respondió Brittany con una sonrisa-. Me ha gustado mucho comprar cosas para el bebé. Mi padre me contó muchas cosas de cuando yo era pequeña, y fue estupendo. Él también está muy contento con la idea de tener más hijos. Me lo ha dicho.
La adolescente vaciló, pero después continuó hablando.
– Sé que mis padres se querían mucho, y para mí es duro pensar que mi padre se va a casar otra vez. Pero él es muy bueno, y se merece a alguien especial. Alguien como tú, Nicole.
Aquello era estupendo de oír, pero ¿el mensaje era de Brittany o de Hawk? Y si era de Hawk, ¿por qué había enviado a su hija a dárselo?
– Gracias -le dijo Nicole-. Significa mucho para mí.
– Estamos cambiando las cosas en casa. Pintando, y comprando algunos muebles nuevos. Papá me ha pedido que guarde muchas fotos. Yo me voy a quedar con ellas para recordar a mi madre. Es un poco duro, pero también es bueno, ¿sabes? Hacer cambios. Papá dice que ya es hora de que avancemos.
– Me alegro -dijo Nicole, con la esperanza de que el movimiento fuera hacia ella. ¿Era eso lo que quería Hawk que pensara? Y si lo era, ¿por qué no se lo estaba diciendo él mismo?
El jueves por la tarde, llegaron flores a la pastelería. Preciosas lilas con rosas blancas. La tarjeta decía: «No puedo dejar de pensar en ti».
Nicole acarició los pétalos perfectos y, por primera vez desde el viernes anterior, se relajó. No lo había alejado al rechazar su propuesta de aquel modo. Eso estaba bien. ¿Entendía Hawk por qué no había sido suficiente? ¿La quería de verdad?
Miró el teléfono. Quería llamarlo y preguntárselo, pero no estaba lista para hablar con él. No, hasta que estuviera segura.
A las once la llamó un agente inmobiliario.
– ¿Señorita Keyes? Soy Geralyn Wilder. Tengo un material que me gustaría enviarle.
Nicole se quedó perpleja.
– Mire, creo que se ha confundido. Yo no estoy buscando casa.
– El señor Eric Hawkins fue muy claro. Me dijo que buscara la casa perfecta para una familia. Una que estuviera cerca de su negocio y del instituto, con muchos dormitorios y un jardín grande. Tengo unas cuantas viviendas seleccionadas y me gustaría mostrárselas. ¿Podríamos vernos mañana por la mañana?
– Supongo que sí -respondió Nicole, que no estaba segura de cómo asimilar aquella información. Una casa perfecta para una familia era algo que sonaba muy bien.
Se posó una mano en el pecho y pensó que quizá, sólo quizá, podía albergar esperanzas.
A la una le llegó una caja de bombones, seguida de un hombre de baja estatura con el pelo cortado al rape.
– Señorita Keyes, soy Don Addison. ¿Podemos hablar en privado?
Nicole estaba muy nerviosa mientras lo llevaba a su despacho. Él cerró la puerta.
– Soy detective privado. El señor Hawkins me contrató hace un par de días para que buscara a su hermana. Me contó que se ha mudado. Como es mayor de edad, está en su derecho de hacerlo, pero los miembros de una familia se preocupan los unos por los otros. La he encontrado.
Nicole se hundió en la silla.
– ¿Ha encontrado a Jesse?
– Sí. El señor Hawkins me aclaró que, si usted no quiere saber nada, debo irme. Es sólo decisión suya.
– Dígamelo -susurró ella.
Él le entregó una carpeta.
– Llegó hasta Spokane. Está trabajando en un bar. Parece que el propietario la ha acogido. Es un hombre mayor, un miembro respetado de su comunidad. No hay nada romántico ni sexual entre ellos. Parece que él ha tomado el papel de padre adoptivo. Ella está bien de salud. Hace poco fue a visitar al ginecólogo y su embarazo es normal.
Nicole no le preguntó cómo había tenido acceso al expediente médico de su hermana. ¿Qué importaba? Lo importante era que su hermana estaba bien. Que había conseguido encontrar un sitio. Eso era todo lo que Nicole deseaba.
– Muchas gracias por todo esto -dijo al detective, abrazándose a la carpeta.
– De nada. El señor Hawkins ha pagado por adelantado unos informes trimestrales. ¿Le gustaría que se los entregara a usted directamente?