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Me duele todo el cuerpo, pero al mismo tiempo me siento dichosa. Tenemos suerte, pienso. De estar aquí. Todos nosotros, incluso los painballers.

Tras el calor de mediodía y la tormenta volví a la playa a buscar nuestras mochilas y llevarlas al calvero, junto con unos granos de mostaza silvestre que encontré por el camino. Toby sacó la olla, las tazas, el cuchillo y su cucharón. Preparó una sopa con las sobras del mofache, el resto de la carne de Rebecca y parte de sus vegetales secos. Cuando puso los huesos del mofache en el agua dijo las palabras de disculpa y pidió su perdón.

– Pero tú no lo has matado -le digo.

– Lo sé -dice-, pero no me sentiría bien si nadie lo hiciera.

Los painballers están atados a un árbol cercano con la cuerda y con unas tiras rasgadas del mono de Toby, que había sido rosa. Yo trencé las tiras de ropa: si algo te enseñaban los Jardineros eran los usos artesanos de los materiales reciclados.

Los painballers apenas hablan. Seguro que no se sienten muy bien después de las patadas que les dio Amanda. También han de sentirse estúpidos. Yo me sentiría así en su caso. Tonto del bote, como diría Zeb, por dejar que nos acercáramos a ellos sin que nos vieran.

Amanda aún debe de estar en estado de shock. Está llorando en silencio, de manera intermitente, y retorciéndose las puntas del pelo. La primera cosa que hizo Toby -una vez que los painballers estuvieron atados con seguridad- fue darle una taza de agua caliente con miel para la deshidratación, con un poco de huauzontle molido.

– No te lo bebas de golpe -le dijo-. A sorbitos.

Toby explicó que una vez que Amanda recupere sus niveles de electrolitos podrá empezar a ocuparse de sus posibles heridas. Para empezar, los cortes y hematomas.

Jimmy está mal. Tiene fiebre y una herida purulenta en el pie. Toby dice que si logramos llegar a la cabaña usará gusanos, podrían funcionar a largo plazo. Aunque quizá Jimmy no tenga un largo plazo.

Antes le ha extendido un poco de miel en el pie y también le ha dado una cucharada. No puede darle sauce ni adormidera, porque se los dejó en la cabaña. Lo envolvemos con el mono de Toby, pero no deja de destaparse.

– Hemos de encontrarle una colcha o algo -dice Toby-. Para mañana. Y pensar en alguna forma de que no se la quite o se achicharrará bajo el sol.

Jimmy no me reconoce en absoluto. Ni tampoco a Amanda. No deja de hablar a otra mujer que él se imagina ante el fuego.

– Música de lechuza. No te vayas -le dice.

Hay una gran nostalgia en su voz. Me siento celosa, pero ¿cómo voy a estar celosa de una mujer que no está ahí?

– ¿Con quién estás hablando? -le pregunto.

– Hay una lechuza -dice-. Llamando. Justo ahí. -Pero yo no oigo ninguna lechuza.

– Mírame, Jimmy -digo.

– La música está incorporada -dice-. Siempre. -Está mirando a los árboles.

Oh, Jimmy, pienso. ¿Adónde has ido?

La luna se mueve hacia el oeste. Toby dice que la sopa de huesos ya ha hervido suficiente. Añade los granos de mostaza que yo he recolectado, espera un minuto y sirve. Sólo tenemos dos tazas, hemos de turnarnos, dice.

– ¿A ellos también? -pregunta Amanda. No mira a ninguno de los painballers.

– Sí -dice Toby-. A ellos también. Es Santa Juliana y Todas las Almas.

– ¿Qué les pasará? -dice Amanda-. ¿Mañana? -Al menos se interesa en algo.

– No puedes soltarlos -digo-. Nos matarán. Mataron a Oates. ¡Y mira lo que le han hecho a Amanda!

– Pensaré en ese problema después -dice Toby-. Esta noche es una noche de fiesta. -Sirve la sopa en las tazas, mira a su alrededor en el círculo de luz de la hoguera-. ¡Menuda fiesta! -dice con su voz de Bruja Seca. Se ríe un poco-. Pero aún no han acabado con nosotros, ¿verdad? -Esto último se lo dice a Amanda.

– Kaputt -dice Amanda. Su voz es muy frágil.

– No pienses en eso -digo, pero ella empieza a llorar otra vez, en silencio: está en barbecho. La rodeo con mis brazos.

– Estoy aquí, tú estás aquí, no pasa nada -le susurro.

– ¿Qué sentido tiene? -dice Amanda, no a mí sino a Toby.

– No es el momento -dice Toby en su voz de Eva- de preguntarse por los propósitos últimos. Me gustaría que todos olvidemos el pasado, las peores partes. Demos gracias por esta comida que se nos ha concedido. Amanda. Ren. Jimmy. Vosotros también si podéis. -Esto último se lo dice a los painballers.

Uno de ellos murmura algo como «Que te den», pero no lo dice muy alto. Quiere un poco de sopa.

Toby continúa como si no lo hubiera oído.

– Y quiero que recordemos a los que nos han dejado, en todo el mundo, pero en especial a nuestros amigos ausentes. Queridos Adanes, queridas Evas, queridos compañeros mamíferos y compañeros animales y a aquellos en espíritu: ayúdanos y danos tu fuerza, porque seguro que vamos a necesitarla.

Entonces toma un trago de la taza y se la pasa a Amanda. La otra taza se la da a Jimmy, pero él no puede agarrarla bien y derrama la mitad de la sopa en la arena. Yo me acuclillo a su lado para ayudarle a beber. Tal vez se está muriendo, pienso. Tal vez estará muerto por la mañana.

– Sabía que volverías -dice Jimmy, esta vez a mí-. Lo sabía. No te vuelvas lechuza.

– No soy una lechuza -digo-. Estás delirando. Soy Ren, ¿recuerdas? Sólo quiero que sepas que me rompiste el corazón; pero igualmente, me alegro de que estés vivo.

Ahora que lo he dicho me desprendo de una carga pesada y asfixiante, y me siento feliz.

Me sonríe, a mí o a quien crea que soy. Una sonrisita ampollada.

– Ya estamos otra vez -le dice a su pie enfermo-. Escucha la música. -Inclina la cabeza a un lado; su expresión es de embeleso-. No se puede acabar con la música -dice-. ¡No se puede!

– ¿Qué música? -pregunto, porque no oigo nada.

– Silencio -dice Toby.

Escuchamos. Jimmy tiene razón. Se oye tenue y lejana, pero se está acercando. Es el sonido de mucha gente que canta. Ahora podemos ver el titilar de sus antorchas, girando hacia nosotros a través de la oscuridad de los árboles.

Agradecimientos

El Año del Diluvio es una obra de ficción, pero las tendencias generales y muchos de los detalles que se mencionan se asemejan de manera alarmante a la realidad. El culto de los Jardineros de Dios apareció en la novela Oryx y Crake, igual que Amanda Payne, Brenda (Ren), Bernice, Jimmy Hombre de las Nieves, Glenn (alias Crake) y el grupo del Loco Adán. Los Jardineros no están modelados según el ejemplo de ninguna religión existente, si bien algunas de sus teologías y prácticas no carecen de precedente. Sus santos han sido escogidos por sus contribuciones a las áreas de la vida más queridas por los Jardineros; tienen muchos más santos, pero no aparecen en este libro. La influencia más clara sobre las letras de los himnos de los Jardineros es William Blake, con la ayuda de John Bunyan y también del Libro de Himnos de la Iglesia Anglicana de Canadá y la Iglesia Unitaria de Canadá. Como todas las colecciones de himnos, tienen momentos en que no son del todo comprensibles para los no creyentes.

La música de los himnos surgió de una afortunada coincidencia. El cantante y músico Orville Stoeber, de Venice (California), empezó a componer música para varios de estos himnos para ver qué ocurría, y luego se entusiasmó. Los extraordinarios resultados pueden escucharse en el CD Hymns of the God's Gardeners. Cualquiera que quiera usar estos himnos con propósitos devocionales o medioambientales está invitado a hacerlo visitando www.yearoftheflood.com, www.yearoftheflood.co.uk o www.yearoftheflood.ca.