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– Ahora, volvamos al punto en que comenzamos -le digo-. El resto del comunicado de prensa. Las partes que no implicaban a mi cliente. Esas partes mencionaban al condado, ¿no? Hacían referencia a un escándalo en el condado.

– Decían algo en relación con el condado -dice Brower.

– ¿Eso es todo lo que recuerda?

– En estos momentos, sí.

– Permítame que le refresque la memoria. Si le mostrase una copia del comunicado de prensa, ¿cree posible que recordase usted lo que leyó en mi bufete?

– Tal vez.

Harry rebusca en la caja de las pruebas y saca de ella tres copias del comunicado, una para el juez y para Ryan, otra para mí, y otra para el testigo. El ujier las reparte.

– Quiero que examine usted esto, que lo lea cuidadosamente y me diga si éste fue el documento que vio aquella mañana en mi bufete, el así llamado comunicado de prensa de Suade.

Él lo estudia, alzando de vez en cuando la vista del papel para mirarme, para ver qué estoy haciendo, como si temiera que yo fuera a abalanzarme por sorpresa sobre él.

Pasa página, lee la segunda, y termina.

– ¿Es éste el documento que vio usted en mi bufete aquella mañana?

– Eso parece -dice.

– ¿Es el que hemos dado en llamar comunicado de prensa de Suade?

– Sí.

– ¿Recuerda ahora haber visto las partes del mismo que hacen referencia al condado?

– Sí.

– ¿Diría usted que son ciertas?

– No.

– ¿Sabe usted algo respecto a un escándalo en el condado referente a actuaciones sobre casos de custodia infantil?

– No.

– ¿Cómo definiría usted esas alegaciones que hacen referencia al condado?

– Protesto, señoría. -Ryan comprende adónde quiero ir a parar. Desacreditada una parte del comunicado, todo él queda desacreditado. Las alegaciones de una mujer inestable-. El testigo ya ha declarado que no sabe nada de ningún escándalo que haya tenido lugar en el condado. La forma como él defina el contenido del comunicado de prensa es irrelevante.

– El señor Ryan es quien sacó a relucir el tema del comunicado -le digo al tribunal-. Parecía considerarlo muy relevante cuando lo usó para desacreditar a mi cliente.

– Atañe al móvil -dice Ryan.

– Exacto, y ése es el único motivo por el que usted lo sacó a relucir.

– Exacto -dice Ryan.

Peltro golpea con la maza.

– Caballeros, si tienen algo que manifestar, díganmelo a mí. No quiero oír una palabra más. -Recapacita unos momentos y luego sigue-: Voy a desestimar la protesta. De momento.

Peltro lo ha dicho como si a renglón seguido fuese a cambiar de idea. El juez tiene un problema: trata de dar al acusado un juicio justo. No existe modo de mantener oculto para el jurado el contenido del comunicado de prensa, las acusaciones contra Jonah. Ryan tiene razón. Aunque tales acusaciones no sean ciertas, constituyen la médula de un posible móvil. Pero la realidad es que son altamente perjudiciales, el tipo de acusaciones que pueden indignar a los jurados y hacer que condenen al acusado, por considerarlo un corruptor de menores.

Peltro intenta ser ecuánime.

– Voy a concederle una cierta laxitud, señor Madriani. Trate de no abusar de ella -dice, señalándome con la maza que tiene en la mano.

– Señor Brower, ¿diría usted que los contenidos del comunicado de prensa de la señora Suade son verídicos y exactos?

– ¿Cómo voy a saberlo?

– Acaba usted de declarar que no sabe que en el condado se haya producido algún escándalo y, sin embargo, el comunicado de prensa está lleno de alusiones a tal escándalo. ¿Diría usted que tales alusiones son exactas?

– Que yo sepa, no lo son.

– ¿Y dice usted que no sabe que su departamento haya hecho investigación alguna acerca de mi cliente?

– Exacto.

– Y que no se formuló contra él acusación alguna relacionada con ninguna de las alegaciones contenidas en el comunicado de prensa, ¿no es así?

– Sí.

– ¿Diría usted que esas partes del comunicado de prensa son verdaderas y exactas?

– No.

– ¿Alguna vez ha escuchado comentarios o rumores acerca de escándalos en el condado?

– Señoría… -Ryan vuelve a dirigirse al juez.

Peltro lo acalla con un ademán.

– Siempre hay comentarios y rumores -dice Brower.

– ¿Pero escuchó usted algo específico? -Ahora lo tengo sobre un campo minado. Brower sabe que el fiscal general del estado está investigando su propio departamento por presuntos abusos cometidos por los investigadores. La noticia ha aparecido en los periódicos.

Brower mira hacia Ryan, pero no obtiene de él ayuda alguna. El fiscal tiene la cabeza baja y la vista en el tablero de su mesa.

– ¿Se refiere a escándalos acerca de casos de custodia infantil? -pregunta Brower.

– Creo que a ellos se refiere el comunicado de prensa. -Lo miro. Él sabe lo que yo diré en el caso de que no me dé la respuesta adecuada.

– No, no he escuchado nada. Ningún rumor.

– O sea que en su opinión, y dado lo que usted sabe y su experiencia en el trabajo para el condado, ¿diría usted que este comunicado de prensa es inexacto y está lleno de informaciones falsas?

– Probablemente -dice él.

– ¿Probablemente?

– Sí -dice Brower.

– En realidad, investigador Brower, ¿le sería posible señalar una sola parte de la información que contiene el comunicado, relacionada con el condado o con mi cliente, que sea exacta?

Él mira el documento, lo sostiene con ambas manos. Vuelve la página, lo estudia durante unos momentos más. Finalmente, niega con la cabeza.

– Quizá el número de teléfono de la víctima que figura en la parte alta de la página -dice-. Pero no podría jurarlo.

Para nuestro cliente, éste es un gran momento, una victoria trascendental. Brower ha admitido que Jonah no es un corruptor de menores.

– Ryan sigue pudiendo aducirlo en su alegato final -le digo-, y será exactamente igual de perjudicial, quizá peor.

Nos hallamos en la sala de conferencias, una minúscula habitación situada junto a las celdas de detención de la sala de audiencias de Peltro. Dos guardias están listos para llevarse a Jonah a su celda.

– No lo entiendo -dice Jonah-. ¿Cómo puede ser peor? Ha dicho que no era cierto.

Harry está de pie, con la espalda apoyada en la puerta cerrada, y su expresión es hosca.

– Porque, aunque sea falso -dice Harry-, Ryan puede aducir que la acusación es tanto más indignante. ¿No lo comprendes? En último extremo, de lo único que se trata, por lo que a la policía respecta, es de lo que te hizo perder a ti los estribos. Lo que te impulsó a matar a Suade. Y eso lo tienen. Argumentará que te enfureciste por las mentiras, y que por esa razón la mataste. Y eso no constituye homicidio justificado.

Poco a poco, Jonah comienza a darse cuenta. Nos hemos pasado todo el día hablando de delitos que no fueron cometidos. Tratando de extraer el veneno que, incluso después de muerta, Suade ha podido introducir en las cabezas de los jurados.

VEINTIDÓS

– ¿Se puede saber en qué pensabas? -Susan está junto a la mesa de la cocina, de pie, mirándome por encima del periódico de la mañana.

Yo estoy en albornoz, con una taza de café ante mí. Falta una hora para que me vaya al juzgado.

– Pensaba en defender a mi cliente -le digo.

– Estoy agobiada por los auditores, mi departamento se halla atestado de investigadores, y tú le das a Brower una pistola para que juegue a la ruleta rusa con mi cabeza -dice ella.

– ¿A qué te refieres?

– A que en una sesión a puertas abiertas del tribunal le preguntases si sabe algo de escándalos en el condado. ¿En qué estabas pensando?

– Lo expuse con gran cautela. Brower sabía de qué estaba hablando yo. Dejé bien claro que me refería al comunicado de prensa de Suade.