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¿por qué culpa o qué destino

esta sierpe venenosa

vino a Tesalia?

ALCINO Anteayer

contaba un sabio pastor

la causa deste rigor.

DAFNEA todos harás placer

en referir lo que sabes.

ALCINO Diré. Dafne, lo que sé,

que de Doristo escuché

y de otros pastores graves.

Después que el alto Jove omnipotente,

de aquel abismo en sombras sumergido

sacó el mundo invisible, y el presente

por tantos siglos en eterno olvido,

dos causas, la materia y la eficiente,

estaban para ser, no habiendo sido,

en acto aquésta y en potencia aquélla,

y entre las dos naturaleza bella.

Una era cielo en altos movimientos,

y otra era tierra en firme compostura;

mas como dividió los elementos,

salió la luz resplandeciente y pura:

fúlgida antorcha obscureció los vientos,

globo de plata la tiniebla obscura,

bordaron el zafir diamantes claros,

del siempre cano mar brillantes faros.

La verde tierra, ya del fruto amago,

se entapizó de hierbas y de ramas,

cubriendo en agua el ara y viento vago,

al fénix plumas y al delfín escamas;

no conocían el horrible estrago

de Marte fiero, y sus ardientes llamas,

los hombres que en la edad de oro vivían,

ni en los comunes términos partían.

Tras ésta, la de plata y la de cobre,

en que va comenzaba la malicia

y molestar con fuerza el rico al pobre,

volviéndose a los cielos la justicia:

no permiten, airados, que la cobre,

creciendo la maldad y la codicia,

en la de hierro, con que vio la tierra

hurto, traición, mentira, incendio y guerra.

De los gigantes, el mayor, Tifonte,

subir intenta a la región divina,

poniendo un monte encima de otro monte,

a quien airado Júpiter fulmina;

después, con más rigor, todo horizonte

cubrir de tantas aguas determina,

que el alto extremo, exento al aire y hielo,

apenas viese del Olimpo el cielo.

Soberbia tempestad la tierra inunda;

las nubes ríos, las estrellas fuentes;

témplase el cielo, y su piedad redunda

en dar nuevos al sol rayos lucientes:

volvió la tierra a ser la vez segunda,

y se dejó pisar de sus vivientes,

produciendo más fértiles al hombre

cuantas naturalezas tienen nombre.

Entre las fieras hórridas famosa,

que entre los partos de la tierra estimo

por la más estupenda y prodigiosa,

tanto, que aun a pintarla no me animo,

nació Fitón, serpiente venenosa,

del gran calor del sol y húmido limo,

tanto, que por la parte se corría

que en su disforme producción tenía.

Esta destruye la Tesalia ahora,

cuya fama cruel el mundo admira

por cuanto ilustra la oriental aurora,

y donde el sol en negra sombra expira:

ganados despedaza, hombres devora,

y Júpiter airado, que los mira,

mientras que más sus aras vuelven jaspe,

más duro está que bárbaro arimaspe.

Dentro gran ruido de silbos y hondas, diciendo:

¡Huid, pastores, huid,

que desciende de la cumbre

del monte la sierpe al valle!

¡Todo lo tala y destruye!

¡Huid!

DAFNE ¡Ay, Júpiter santo!

BATO De esta vez, Silvia, me sume

Fitón en su escuro vientre.

SILVIA ¡Huye, Bato!

SIRENA ¡Dafne, huye!

ALCINO ¡Por aquí, Sirena!

SIRENA ¡Ay, triste!

Tropezando los unos en los otros huyen, quedando Bato en

el suelo.

BATO No hay cosa que no me ocupe

frío temor: ¡muerto soy!

Ceres y Baco me ayuden.

Sale Febo con su arco y flechas.

FEBO De mi cuarta esfera al suelo

bajo, penetrando nubes,

a los montes de Tesalia,

que tristes voces confunden;

quejas de un fiero animal,

envueltas en llanto suben

a mis dorados palacios;

su luz eclipsan y cubren.

Dejé el carro a discreción

de Flegón y Etonte; alumbren

el mundo, y las ruedas de oro

la región etérea sulquen;

que basta que el primer móvil,

que tantos Cielos incluve.

desde la aurora los lleve

donde su término cumplen,

hasta que en sueño y silencio

la obscura noche sepulte,

a las sierras, soledades,

y a los hombres, pesadumbres.

Tomé el arco, y las saetas

pintadas al hombro puse,

antes que otro de los dioses

tan alta hazaña me usurpe;

que la envidia y la ambición

no hay cosa que no perturben,

así en imperiales solios,

como, en pajizas techumbres.

Voy en busca de la fiera;

mas ya la tierra descubre

uno de los hombres muertos,

por donde le siga y busque;

pero no lo está del todo.

¿Vives, hombre?

BATO ¡Venus dulce,

Febo dorado, favor!

FEBOAlza el rostro, no te turbes.

BATO ¿Qué quieres, señora sierpe?

FEBO Hombre, escucha.

BATO ¿Que la escuche?

Esta vez, por el pescuezo

al estómago me engulle.

FEBO ¿Estás herido?

BATO ¿No ve

la sangre que se me escurre

qué arromadizada viene?

FEBOOye, necio.

BATO No me hurgue;

que cosquillas de una sierpe

no hay hueso que no machuquen;

cómame junto, por Dios,

pero no me despachurre;

manido estoy, no haya miedo

que la haga mal en el buche.

FEBO Si estás herido, yo soy

el primero que compuse

aforismos medicables;

muestra el pecho, ¿qué rehuyes?

BATO ¡Ay, que me muque, señores!

¡Ay, señores, que me muque!

FEBO Levanta, bestia.

BATO ¿No es sierpe?

FEBO ¿Aun no dejas que te cure?

Médico soy.

BATO Tarde viene:

no he menester que me purgue.

FEBO ¿No estás herido?

BATO Yo no;

que estas verdes alegustres

donde huyendo tropecé,

de no le ver me disculpen.

FEBO ¿Por adónde va Fitón?

BATO Señor, no me lo pregunte:

así Dios le dé salud.

FEBO Villano vil, no te excuses,

que tú me la has de enseñar.

BATO ¿Yo cómo, si nunca supe

por adónde van las sierpes?

FEBO No hayas miedo que te injurie

yendo conmigo; que soy

Febo, el autor de la lumbre

celestial; yo soy Apolo.

BATO Señor Pollo, el que nos hunde

a rayos en el verano,

y en el invierno se escurre;

por acá los labradores

se quejan que no madure

las cosas cuando es sazón,

que unas cría y otras pudre;

y también los segadores,

que dicen que los aturde,

porque no hay vino que beban,

que al momento no le suden.

FEBO Camina, ignorante, y dime,

antes que Fitón se oculte,

dónde le tengo de hallar.

BATO Mire, señor, que se aburre,

porque se le ha de mamar

como a higo por Octubre;

tenga lástima a sus años,

porque dan las juventudes

dolor si en agraz se van.

FEBO Camina.

BATO A mí no me culpe,

pues él por fuerza me lleva;

pero diga, ansí se enjugue

de las aguas del invierno

entre sus martas azules,

si es sol que todo lo ve,

¿no es necedad que procure

que yo le enseñe la sierpe?

FEBO ¡Villano, no me disgustes!

Ahora soy cazador;

saetas llevo, y no luces,

con que deste al otro polo

no hay cosa que dificulte.

Ven sin temor; que me aflige

ver lo que esta tierra sufre:

que sólo es digna de Febo

una hazaña tan ilustre.

Salen Aristeo, Príncipe de Tesalia, y Corebo, criado.

COREBO No está lejos Vuestra Alteza

de la gruta donde vive.

ARISTEO Ya mi pecho se apercibe,

Dafne hermosa, a tu belleza,

honor de naturaleza

y gloria de mi deseo;