– ¡Lo tengo! -me chilló.
– ¿Qué?
– La clave, la clave para continuar.
– ¿Continuar qué?
– Esta noche, ¡de pronto me ha venido la inspiración! -exclamó entusiasmado-. Lo he visto con toda claridad. La carta de Enric lo explica.
Me quedé en silencio tratando de asimilar aquello, pero Luis no estaba dispuesto a darme la tregua necesaria para que yo recuperara mis sentidos.
– Estoy en Cadaqués y voy directo a casa de Oriol. ¿Estás allí?
– Sí.
– Pues avísale y hasta ahora.
Subí la persiana y vi Barcelona bañada ya en sol de tarde y me pareció sentirla más adormilada que en un día festivo corriente. Quizá era el reflejo de mi propio estado. Me duché y al bajar pasaban ya de las tres de la tarde. «De no ser por Luis, aún dormiría», me dije, y no le agradecía su servicio despertador.
Querido Luis:
¿Te acuerdas cuando jugábamos con Oriol y Cristina a la búsqueda de tesoros y yo escondía pistas en el jardín de casa de avenida Tibidabo? Es el mismo juego. Sólo que ahora de verdad. Que seas feliz junto a Cristina y Oriol.
Tu tío
Enric
Sólo eso. La carta de Luis ponía sólo eso. La leyó en alto y nos la pasó para que comprobáramos lo bien que sabía leer con nuestros propios ojos. Y como no podía ser de otra forma, primero yo, y después Oriol, la revisamos con detalle y en silencio. Eso ponía y sólo eso. Sentados en la mesa del jardín, quizá con la intención de evitar a Alicia, quizá porque de pequeños el jardín era nuestro territorio, nos quedamos callados mirando a Luis, que a la vez nos contemplaba con el rostro radiante del que sabe o cree saber más.
– ¿No está claro? -inquirió.
Yo no lo veía nada claro y parecía que Oriol tampoco; nos miramos en silencio encogiéndonos de hombros.
– Las pistas, él nos escondía pistas en el jardín -explicó al final-. ¿Y cuál era su lugar favorito?
– ¡La piedra del brocal! -exclamamos al tiempo.
A sólo unos metros de donde estábamos hay una zona despejada de árboles y en su centro un pozo que cumplía su cometido a finales del siglo XIX cuando el agua corriente no llegaba a la zona. Nosotros siempre lo vimos en su función decorativa, pero era poseedor de una característica mágica: una de las piedras del artístico brocal, una pequeña a ras de suelo, se movía dejando un hueco protagonista de muchos de nuestros juegos de búsqueda de tesoro y cuya existencia sólo conocía un adulto: Enric.
– ¿Crees que dejó una pista allí? -justo lo dije y me di cuenta de que era obvio y redundante.
– ¡Claro! Eso pone la carta, ¿no?
Pues sí, debí aceptarlo; eso ponía si eso se quería leer.
– ¿Vamos? -propuso Oriol y sólo mencionar ir, se me hizo un vacío de emoción en el estómago. Como cuando era niña.
Nos pusimos de pie de un salto y llegamos al pozo corriendo como chiquillos. En estos casos todos queríamos mover la piedra y sin duda recordándolo, Luis dejó claro que a él le correspondía esta vez el mérito. No hubo disputa y con cuidado empezó a desplazar la piedra hacia fuera ayudándose de un hueco que siempre hubo allí. Yo tenía el corazón latiendo alocado y al final de un momento eterno, y de una lentitud irritante, extrajo la piedra. Metió la mano y nos miró, primero a uno, luego al otro, dedicándonos una sonrisa. Le hubiera matado; mucha gente no cambia y él aún era el gordito insoportable que disfrutaba siendo el centro de atención.
– Aquí hay algo -dijo al fin.
Y sacó un envoltorio de plástico. Lo deshizo con cuidado y apareció una pistola. También había una nota. «Ésta vez no es un juego. Usadla si es preciso.»
Eso me puso la carne de gallina y tuve un presentimiento siniestro que no quise compartir. Ésa debía de ser el arma que buscaba el comisario Castillo. Ese revólver había matado a cuatro personas, era el de mi ensueño. Y Enric sugería que podía volver a matar.
Pero el arma no aportaba pista alguna sobre el tesoro.
– ¿Hay algo más? -pregunté impaciente.
Tuvimos que soportar la misma ceremonia de búsqueda y, al fin, Luis con la mano dentro del agujero dijo:
– Sí.
– Pues sácalo de una puñetera vez -estallé. Luis me miró resentido pero lo hizo. Era otro envoltorio, mucho más pequeño. Contenía un papel que decía:
" TU QUI LEGIS ORA PRO ME ".
– Es latín -aclaró Oriol-. Dice: «Tú que lees esto, reza por mí».
– Como corresponde a un culto caballero templario -murmuré.
Nos miramos unos a otros. Encontré en las caras de mis amigos sorpresa y pesadumbre. Enric pedía que rezáramos por él. Y lo hicimos, yo con lágrimas en los ojos. Me lo imaginaba escondiendo la pistola, quizá remordida su conciencia, sabiendo que iba a morir y que sus pecados eran tantos, si creía en ellos, que precisaba de nuestras oraciones. ¿Qué debió de sentir al dejarnos esa súplica póstuma? Quizá una soledad infinita y miedo; por lo que hizo, por lo que iba a hacer y por lo que vendría después. ¿Pero por qué? ¿Qué le llevó a consumar el suicidio?
– Os propongo que vayamos a misa -dijo Oriol tronchando mis lúgubres cábalas.
Cuando entramos en la iglesia aún lucía el sol, aunque los edificios que la rodean impedían que llegara a ella.
Revisé a la luz del día aquel lugar por el que había salido la noche anterior sin ningún humor para la contemplación. La plazoleta tiene un aspecto tranquilo. Tuvo una cruz de término frente a la entrada por la que se accede de la explanada al claustro. Sólo queda de ella un largo tronco de piedra; habría perdido la parte superior quizá en una de esas algaradas anticlericales tan frecuentes en la Barcelona de finales del XIX y principios del XX, quizá en un acto vandálico. Una pena. Me hubiera gustado comprobar cómo eran sus brazos. Cuatro tenía la cruz que ostentaba la hoja que comunicaba el horario de misas, igual que la labrada en piedra en varios lugares de la iglesia. La misma que lucían los nuevos templarios en sus capas.
– Los Pobres Caballeros de Cristo usaban dos modelos de cruz -me informó Oriol cuando lo comenté-. A la cruz de cuatro brazos se la llama patriarcal, por el patriarca de Jerusalén, también de Lorena, de Calatrava y posiblemente tiene un par de nombres más. Aparte de ésta, los templarios también utilizaban el formato sello, con todos sus lados iguales y los extremos patados. Como en tu anillo.
– ¿Y cómo es que esta iglesia luce cruces del Temple?