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Me dijo que los ensoñadores echan fugaces vistazos a todo lo que está presente en un sueño. Si enfocan su atención de ensueño en algo específico, usan este enfoque como punto de partida. Luego la enfocan en otros objetos del sueño, regresando al punto de partida cuantas veces les sea necesario.

Después de un inmenso esfuerzo encontré manos en mis sueños, pero nunca eran las mías. Eran manos que solamente parecían pertenecerme; manos que cambiaban de forma, volviéndose a veces espeluznantes. El resto del contenido de mis sueños era por lo regular estable y placentero; y podía sostener la vista de cualquier cosa en la cual enfocara mi atención de ensueño.

Seguí así por meses, hasta un día en el cual mi capacidad de ensoñar cambió, aparentemente, por si sola. No hice nada en especial, aparte de mi constante determinación de estar consciente del acto de quedarme dormido y de encontrarme las manos.

Soñé en esa ocasión que estaba de visita en mi ciudad natal. No era que la ciudad de mis sueños se pareciera a mi ciudad natal, pero de alguna manera, yo tenía la convicción de que si lo era.

Todo empezó como un sueño común y corriente, aunque muy vívido. Luego, la luz aumentó. Las imágenes se volvieron más nítidas. La calle por la cual caminaba de repente era más real de lo que era un momento antes. Me empezaron a doler los pies. Para entonces podía yo sentir que los objetos del sueño eran absurdamente duros. Por ejemplo, al tropezar con la rodilla en una puerta, no solamente experimenté dolor en la rodilla sino que también mi torpeza me enfureció.

De un modo muy real, caminé en esa ciudad hasta quedar completamente exhausto. Vi todo lo que pudiera haber visto si hubiese sido un turista caminando por las calles de cualquier ciudad. Y no hubo absolutamente ninguna diferencia entre esa caminata de ensueño y cualquier otra de las tantas que verdaderamente efectué por las calles de ciudades reales que visité por primera vez.

– Creo que te saliste un poco del marco -dijo don Juan, después de escuchar mi relato-. Todo lo que se requería era tomar conciencia de que te estabas quedando dormido. Lo que hiciste equivale a tirar la pared al suelo para aplastar un mosquito.

– ¿Quiere usted decir que eché a perder todo?

– No. Pero aparentemente estás tratando de repetir algo que ya hiciste antes. Cuando hice que tu punto de encaje cambiara de posición y fuimos a parar a esa misteriosa ciudad, tú no estabas dormido. Estabas ensoñando, pero no dormido. Esto quiere decir que tu punto de encaje no llegó a esa posición a través de un sueño normal. Yo lo forcé a cambiar.

"Por cierto que puedes llegar a esa misma posición por medio del ensueño, pero a estas alturas, yo no te lo recomendaría.

– ¿Es peligroso, don Juan?

– ¡Y cómo! El ensueño es un asunto muy serio. Uno no puede darse el lujo de pasos en falso. Ensoñar es un proceso de despertar, de adquirir control. Nuestra atención de ensueño debe ser sistemáticamente ejercitada, puesto que es la puerta a la segunda atención.

– ¿Cuál es la diferencia entre la atención de ensueño y la segunda atención?

– La segunda atención es como un océano, y la atención de ensueño es como un río que desemboca en él. La segunda atención es el estado de estar consciente de mundos completos, completos como el nuestro es completo; mientras que la atención de ensueño es el estado de estar consciente de los objetos de nuestros sueños.

Durante sus enseñanzas don Juan puso un gran énfasis en el hecho de que la atención de ensueño es la llave que abre todas las puertas en el mundo de los brujos. Dijo que entre la multitud de objetos en nuestros sueños, existen verdaderas interferencias energéticas; cosas que son colocadas ahí por fuerzas ajenas a la nuestra. Ser capaz de encontrarlas y seguirlas es el logro de la atención de ensueño.

Fue tanto el énfasis puesto en la idea de interferencias energéticas que me vi obligado un día a pedirle que lo explicara. Titubeó por un momento antes de contestar.

– Los sueños, si no son una puerta, son una compuerta a otros mundos -comenzó-. Como tal, los sueños son un pasadizo con tráfico de doble sentido. Nuestra conciencia cruza esa compuerta y entra en otros reinos; y esos otros reinos mandan exploradores que entran a nuestros sueños.

– ¿Qué son esos exploradores?

– Cargas energéticas que se mezclan con los objetos de nuestros sueños normales. Son estallidos de energía ajena que vienen a nuestros sueños, y nosotros los interpretamos como objetos conocidos o desconocidos.

– Lo siento mucho, don Juan, pero no le encuentro ni ton ni son a su explicación.

– Eso es porque insistes en tomar a los sueños como algo conocido: lo que nos ocurre cuando dormimos. Y yo insisto en darte otra versión: una compuerta a otros reinos de la percepción. A través de esta compuerta, se filtran corrientes de energía desconocida. Luego la mente, o el cerebro, o lo que sea, se apodera de esas corrientes de energía y las transforma en parte de nuestros sueños.

– ¿Para qué hay que aislarlas, don Juan?

– Para usarlas. Vienen de otros reinos. Si las seguimos a su fuente de origen, nos sirven como guías en áreas de tal misterio que los brujos se estremecen con la sola mención de tal posibilidad.

– ¿Cómo las aíslan los brujos de los objetos normales de su sueño?

– Por medio del ejercicio y control de la atención de ensueño. En un momento dado, nuestra atención de ensueño las descubre entre los objetos de un sueño, se enfoca en ellas y entonces el sueño entero se disuelve, dejando únicamente la energía ajena.

Don Juan se rehusó a continuar explicando el tema y volvió a la discusión de mi experiencia de ensueño. Dijo que haciendo una suma total, él podía decir que mi sueño había sido un ensueño genuino, y que eso significaba el haber llegado a la primera compuerta del ensueño.

En una ocasión diferente, mientras conversábamos de otros temas, don Juan empezó a hablar de mi práctica de ensoñación. Dijo:

– Voy a repetir lo que debes hacer en tus sueños para cruzar la primera compuerta del ensueño. Primero, enfoca tu atención de ensueño en cualquier cosa, como punto de partida. Luego, pon tu atención en cuantos objetos puedas. Recuerda que si sólo echas vistazos breves, las imágenes no cambian. Después de ver cada objeto regresa al primero que viste.

– ¿Qué quiere decir cruzar la primera compuerta del ensueño?

– Llegamos a la primera compuerta del ensueño, al darnos cuenta de que nos estamos quedando dormidos, o como tú lo hiciste, al tener un sueño inmensamente real. En cuanto llegamos a esa compuerta, la cruzamos al ser capaces de sostener la vista en cualquier objeto en nuestros sueños.

– Ya casi puedo sostener la vista en los objetos de mis sueños, aunque se disipan demasiado rápido.

– Eso es precisamente lo que estoy tratando de decirte. A fin de compensar la evanescencia de los sueños, los brujos idearon el uso de un objeto como punto de partida. Cada vez que se le aísla y se le mira, uno recibe una carga de energía. Al principio, no se deben enfocar demasiadas cosas en los sueños. Cuatro objetos son suficientes. Más tarde, uno puede agrandar el campo de acción hasta abarcar todo lo deseable. Pero tan pronto como las imágenes comienzan a cambiar, y uno siente que se está perdiendo el control, se debe regresar al punto de partida, y empezar otra vez.

– ¿Cree usted don Juan que verdaderamente llegué a la primera compuerta del ensueño?

– Llegaste, y eso ya es mucho. A medida que continúes vas a estar consciente de cuán fácil te va a ser ahora ensoñar.

Pensé que don Juan estaba o exagerando o dándome aliento. Pero él me aseguró que no.

– Lo más asombroso que les ocurre a los ensoñadores -dijo-, es que al llegar a la primera compuerta, también llegan al cuerpo energético.

– ¿Qué es exactamente el cuerpo energético?

– Es la contraparte del cuerpo físico; una configuración fantasmal hecha de pura energía.