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—Ninguno de los dos —respondió Hollus de inmediato.

—¿Ninguno de los dos? —repetí yo.

—Exacto. Es un problema simple, desde el punto de vista de un wreed; como no tienen matemática, nunca tratan los problemas morales como juegos de suma cero en el que alguien debe ganar y alguien debe perder. Dios, dirían los wreeds, quiere que nos amemos tal y como somos y también que luchemos por ayudar al otro a alcanzar su potencial; las dos cosas deberían producirse simultáneamente. En realidad, una creencia fundamental de los wreeds es que el propósito en la vida de un individuo es ayudar a otros a alcanzar la grandeza. Tu hermano no debería manifestar su desagrado ante el peso de su esposa, pero, hasta que él alcance ese ideal de silencio, su esposa debería ignorar los comentarios; aprender a ignorar cosas es uno de los grandes caminos hacia la paz interior, dicen los wreeds. Pero igualmente, si te encuentras en una relación de amor, y tu compañero depende de ti, tienes la obligación de proteger tu propia salud llevando cinturones de seguridad en los vehículos, comiendo bien, haciendo ejercicio y demás; ésa es la obligación de Marilyn para con Bil .

Fruncí el ceño mientras lo digería.

—Bien, supongo que tiene sentido. —Aunque no se me ocurría ninguna forma de comunicárselo a Bill o a Marilyn—. Aun así, qué hay de algo controvertido. Viste el artículo en el periódico sobre la bomba en la clínica abortista.

—Los wreeds dirían que la violencia no es una solución.

—Estoy de acuerdo. Pero hay un montón de personas nada violentas a ambos lados del problema del aborto.

—¿Cuáles son los dos lados? —preguntó Hollus.

—Se denominan a sí mismos «pro-vida» y «pro-elección». Los pro-vida creen que toda concepción tiene derecho a llegar hasta el final. Los pro-elección creen que las mujeres deberían tener el derecho a controlar sus procesos reproductivos. Bien, ¿quién tiene razón?

Los pedúnculos de Hollus se agitaron con velocidad inusitada.

—Una vez más, ninguno de los dos. —Hizo una pausa—. Espero no ofender; nunca he tenido el deseo de criticar a tu especie. Pero me asombra que tengáis salones de tatuaje y clínicas abortivas. Los primeros, negocios dedicados a alterar permanentemente la apariencia personal, dan a entender que los humanos pueden predecir lo que querrán décadas en el futuro. Las últimas, instalaciones para poner fin a los embarazos, dan a entender que los humanos cambian a menudo de opinión en periodos temporales de unos pocos meses.

—Bien, muchos embarazos son involuntarios. La gente mantiene relaciones sexuales porque es divertido; lo hacen incluso cuando ni siquiera quieren procrear.

—¿No tenéis métodos anticonceptivos? Si no es así, estoy seguro de que Lablok podría desarrollar algunos.

—No, no. Disponemos de métodos de control de la natalidad.

—¿Son efectivos? —preguntó Hollus.

—Sí.

—¿Son dolorosos?

—¿Dolorosos? No.

—Los wreeds dirían que en ese caso el aborto no debería ser un problema moral porque precauciones simples eliminarían la necesidad de discutirlo más que en un puñado de casos poco usuales. Si uno puede elegir con facilidad no tener un embarazo, entonces está claro que ésa es la forma adecuada de manifestar la elección. Si se pueden evitar difíciles problemas morales, como decidir cuándo comienza la vida, ¿por qué no hacerlo?

—Pero hay casos de violaciones e incesto.

—¿Incesto?

—Mantener relaciones con un miembro ele la propia familia.

—Ah. Pero seguro que son acontecimientos excepcionales. Y posiblemente la mejor lección moral que mi gente ha aprendido durante su asociación con los wreeds es que los principios generales no deberían fundamentarse sobre casos excepcionales. Esa idea ha simplificado mucho nuestro sistema legal.

—Bien, entonces, ¿qué haces con los casos excepcionales? ¿Qué habría que hacer en el caso de una violación que acabe en embarazo?

—Es patente que la mujer no tiene la oportunidad de ejercer retroactivamente sus derechos reproductivos por medio de los anticonceptivos; por tanto, está claro que debería permitírsele recuperar el control de su propia biología hasta donde desee. En ese caso, el aborto es evidentemente una opción aceptable; en otros, el control de natalidad es sin duda la ruta preferible.

—Pero hay humanos que creen que el control artificial de la natalidad es inmoral.

Los ojos de Hollus se miraron brevemente entre sí, luego recuperaron sus oscilaciones normales.

—Los humanos parecéis tener una gran facilidad para inventar problemas morales. Los anticonceptivos no tienen nada de inmoral —hizo una pausa—. Pero han sido ejemplos sencillos para la forma de pensar wreed. Cuando nos adentramos en áreas más complejas, me temo que sus respuestas no tienen demasiado sentido; suenan a galimatías; aparentemente nuestros cerebros no están preparados para apreciar lo que dicen. Los departamentos de filosofía en los equivalentes forhilnores de lo que llamáis universidades no tenían muy buen nivel hasta que encontramos a los wreeds; ahora están muy ocupados intentando descifrar el complejo pensamiento wreed.

Lo medité todo.

—¿Y con mentes dirigidas hacia la ética y para apreciar la belleza subyacente, los wreeds han decidido que Dios efectivamente existe?

Hollus flexionó sus piernas en las rodil as superiores e inferiores.

—Sí.

No soy un hombre demasiado arrogante. No insisto en que la gente se dirija a mí como doctor Jericho, e intento guardarme mis opiniones. Pero aun así, siempre he creído tener una buena visión de la realidad, y una visión precisa del mundo.

Y mi mundo, incluso antes de sufrir cáncer, no incluye un dios.

Pero ahora he conocido no a una sino a dos formas de vida extraterrestre, dos seres diferentes provenientes de mundos más avanzados que el mío. Y esas dos criaturas avanzadas creen que el universo fue creado, creen que manifiesta claras pruebas de diseño inteligente. ¿Por qué me sorprendió tanto? ¿Por qué había supuesto que tales ideas sería, bien, alienígenas para cualquier ser avanzado?

Desde tiempos antiguos, el secreto de los filósofos ha sido el siguiente: nosotros sabemos que Dios no existe, o, al hemos, si existe, que nuestros asuntos individuales le son completamente indiferentes —pero no podemos comunicárselo al populacho; es el temor a Dios, la amenaza del castigo divino y la promesa de una recompensa divina, lo que mantiene a raya a aquel os que no son lo suficientemente sofisticados para resolver cuestiones morales por sí solos.

Pero en una especie avanzada, con alfabetismo universal y los deseos materiales cumplidos por medio del poder de la tecnología, está claro que todos son filósofos —todos conocen esa antigua y secreta verdad, todos saben que Dios no es más que un mito, y se puede dejar de fingir y pasar de la religión.

Evidentemente, es posible disfrutar de las tradiciones de una religión —las ceremonias, los lazos con el pasado— sin creer en Dios. Después de todo, como ha comentado uno de mis amigos judíos, los judíos que sobrevivieron a la Segunda Guerra Mundial ahora o son ateos o no estaban prestando atención.

Pero, de hecho, hay millones de judíos que creen —creen de verdad— en Dios (o D-s); es más, el judaísmo sionista seglar iba de capa caída mientras que los ritos formales se incrementaban. Y hay millones de cristianos que creen en la trinidad divina de, como comenta ocasionalmente uno de mis amigos judíos, Papaíto, Júnior y el Fantasma. Y hay mil ones de musulmanes que abrazan el Corán como la palabra revelada de Dios.