Выбрать главу

—Una idea interesante —dijo Hollus—. ¿Supones que es por eso que Dios intervino en nuestros mundos? ¿Para darnos la sofisticación tecnológica simultáneamente de forma que pudiésemos formar una alianza?

—Posiblemente —dije—. Aunque no estoy seguro de para qué podría valer. Es decir, podría ser bueno para nuestras especies, pero ¿en qué beneficia al creador?

Hollus hizo descender su sexto pie.

—Esa es una muy buena pregunta —dijo al fin.

Esa noche, después de que acostásemos a Ricky y que yo le leyese un rato, Susan y yo nos sentamos en el sofá del salón. Yo tenía el brazo sobre sus hombros, y ella tenía la cabeza apoyada en mi pecho.

—¿Has pensado alguna vez en el futuro? —le pregunté. Levanté el brazo un poquito—. No me refiero al futuro cercano —estoy seguro de que en eso había pensado mucho—. Me refiero al futuro lejano… miles, incluso millones de años.

No podía ver el rostro de Susan. Esperaba que estuviese sonriendo.

—Yo no estaré aquí para verlo.

Yo me mantuve en silencio durante un momento; no sabía si realmente quería sacar el tema.

—Pero y si hubiese una forma —dije—. Una forma de vivir por siempre.

Susan era inteligente; una de las razones por las que me había casado con ella.

—¿Te lo ha ofrecido Hollus? ¿La inmortalidad?

Negué con la cabeza.

—No. Sabe tanto de la inmortalidad como nosotros. Pero su pueblo ha encontrado pruebas de otras seis especies que parecen haber descubierto una… una especie de inmortalidad.

Se movió ligeramente sobre mi pecho.

—¿Oh?

—Parece que han… bien, la palabra que hemos estado usando es «transcendido» a otro nivel de existencia… presumiblemente transfiriendo sus mentes a ordenadores.

—Eso no es «vivir por siempre». Igualmente podrías ser un cadáver conservado en formaldehído.

—Suponemos que los seres transferidos siguen existiendo en el interior del ordenador, actuando, reaccionando e interactuando. Es más, podría incluso serles imposible descubrir que ya no tienen existencia material; la experiencia sensorial podría ser comparable, o mejor, que aquel a a la que nosotros estamos acostumbrados.

Susan parecía incrédula.

—¿Y dices que especies enteras lo han hecho?

—Ésa es mi teoría, sí.

—¿Y crees que las consciencias individuales siguen existiendo por siempre en el interior de ordenadores?

—Es posible.

—¿Lo que significa… lo que significa que tú no tendrías que morir?

—Bien, mi yo de carne y hueso moriría, evidentemente, y yo no compartiría la continuidad con la versión transferida después de que se realizase el escáner. Pero la versión transferida recordaría haber sido yo, y continuaría después de mi muerte. Por lo que a ella respectaría, y a los que interactuasen con ella, sería yo. Por tanto, sí, si tuviésemos acceso a esa tecnología, en un sentido muy real yo no tendría que morir. Asumo que una de las grandes razones para que se transfiriesen fue evitar las limitaciones que impone el hacerse viejo o la enfermedad.

—¿No está sobre la mesa? —preguntó Susan. Tenía el corazón desbocado; podía sentirlo—. ¿Realmente no te lo han ofrecido?

—No —dije—. Ni los forhilnores ni los wreeds saben cómo hacerlo… y, ya que estamos, simplemente asumimos que eso es lo que sucedió realmente a las otras especies. Parece que toda especie inteligente se destruye poco después de descubrir las armas nucleares, o que sobrevive unos ciento cincuenta años más pero luego decide trascender.

Susan levantó los hombros.

—Si fuese una opción… si fuese algo que te estuviesen ofreciendo ahora mismo… puede que mi respuesta fuese diferente. Ya lo sabes… —dejó de hablar, pero yo sabía que iba a decir que haría cualquier cosa por no perderme. Le apreté la mano.

»Pero —siguió diciendo—, si no fuese por eso, si no fuese por lo que afrontamos, diría no. No puedo imaginarlo como un estado en el que me gustaría estar.

—Vivirías por siempre —dije.

—No, existiría por siempre. No es lo mismo.

—Evidentemente, todo podría simularse. Cualquier aspecto de la existencia.

—Si no es real —dijo Susan—, no es lo mismo.

—No podrías distinguirlo de la realidad.

—Quizá no —dijo Susan—. Pero sabría que no lo es, y eso lo haría diferente.

Me encogí de hombros.

—Ricky parece igualmente feliz jugando al baseball en la Nintendo como jugándolo de verdad… es más, juega más a menudo con la versión informatizada; no creo que su generación vaya a tener el problema conceptual con esa opción que tenemos nosotros. — Hice una pausa—. Una existencia virtual tiene sus atractivos. No tendrías que envejecer. No tendrías que morir.

—Me gusta crecer y cambiar —frunció el ceño—. Es decir, claro, en ocasiones me gustaría conservar el cuerpo que tenía a los dieciocho, pero en general estoy satisfecha.

—Parece que una civilización tras otra se ha decidido por esa opción.

Susan frunció el ceño.

—¿Dices que se transfirieron o se autodestruyeron?

—Aparentemente. Hollus dice que su pueblo se enfrentó al mismo tipo de crisis nuclear al que nos enfrentamos nosotros.

—Quizá decidieron que no tenían más elección que cambiar la realidad por una simulación. Si, digamos, Estados Unidos y China entrasen en guerra, es probable que todos muriésemos, y la especie humana habría acabado.

Pero si todo esto fuese una simulación, y las cosas se pusiesen mal, simplemente podrían iniciar desde cero la simulación y seguir existiendo. Quizá la existencia irreal sea la esperanza a largo plazo para las especies violentas.

Ciertamente era una idea intrigante. Quizá no superabas el deseo de hacer volar a los demás. Quizá fuese inevitable que alguna nación, o algún grupo terrorista, o simplemente algún lunático, lo hiciese. Como había dicho Hollus, la capacidad de destruir la vida a escala masiva se hace más barata, portátil y más fácil con el paso del tiempo. Si no hubiese forma de volver a encerrar al genio en la botella —ya fuesen las armas nucleares, las biológicas, o alguna otra herramienta de destrucción masiva— entonces quizá las especies trascienden tan pronto como pueden hacerlo, porque es la única alternativa segura.

—Me pregunto qué elegirá la humanidad cuando l egue la hora —dije—. Presumiblemente, tendremos la tecnología dentro de un siglo —no había necesidad de expresarlo de forma dramática; Susan y yo estábamos en el mismo barco en lo que se refería a periodos de tiempo tan largos—. Tú y yo no viviremos para verlo, pero puede que Ricky sí. Me pregunto qué elegirán.

Susan mantuvo el silencio durante unos momentos. Luego empezó a mover lentamente la cabeza de un lado a otro.

—Me encantaría que mi hijo viviese para siempre, pero… pero espero que él y todos los demás elijan la existencia normal.

Pensé en el o —en el dolor de las rodillas rotas, los corazones partidos y los huesos fracturados; en los riesgos a los que era susceptible; en lo que yo sufría.

Dudaba de que hubiese alguna forma de invertir la decisión. Si copiabas lo que eras en un ordenador, casi seguro que no podías volver atrás. Si la versión biológica de ti seguía existiendo, tendría una existencia totalmente independiente desde el momento en que se realizase el escán. No habría forma de reintegrar más adelante las dos versiones; sería como intentar forzar a dos gemelos idénticos a que compartiesen el mismo cuerpo.

No quedaban formas de vida inteligente en ninguno de los seis mundos que la nave espacial de Hollus había explorado. Quizá todas las especies terminaban las versiones biológicas de sus yoes en cuanto se creaban las versiones electrónicas. De hecho, quizá fuese lo más razonable, evitando de tal forma la alteración terrorista del mundo virtual. Era evidente, al menos en la Tierra, que había grupos que jamás aceptarían transferirse voluntariamente: los amish, los luditas y otros. Pero a el os podría escaneárseles subrepticiamente, trasladándolos a un mundo virtual indistinguible de aquel que habían abandonado, en lugar de dejar por ahí seres de carne y hueso cuyos descendientes pudiesen destruir los ordenadores. Me pregunté si alguna de las especies que había trascendido había acabado lamentando su decisión.