– ¿Preparando a los castellanos?
– La Corona portuguesa sabía que sólo podría concretar la aventura de la India cuando hubiese resuelto el problema castellano. Si Portugal hubiera descubierto el camino a la India dejando a Castilla en ascuas, la guerra se habría vuelto, tarde o temprano, algo inevitable. El Tratado de Toledo, acordado en 1480 con Castilla como consecuencia del Tratado de Alcáçovas, otorgaba a Portugal la exploración de la costa africana, «hasta los indios inclusive», pero don Juan II desconfiaba de que, a la hora de la verdad, los castellanos diesen lo dicho por no dicho. ¿No estaban los Reyes Católicos, al fin y al cabo, en el mismo momento en que firmaban el Tratado de Alcáçovas/Toledo, conspirando con nobles portugueses para matar al monarca de Portugal? En esas condiciones, ¿cómo podía don Juan II confiar en ellos? Además, llegó a probarse que su desconfianza tenía fundamento, dado que los Reyes Católicos intentaron llegar a la India, procurando así quedarse con lo que el tratado les negaba. El rey portugués tuvo la intuición de que sería así, de que, a la hora de la verdad, los Reyes Católicos ignorarían un tratado que daba tanto al pequeño Portugal y tan poco a los gigantes que eran Castilla y Aragón. Era necesario, pues, resolver primero el problema castellano. Y la actuación de Cristóbal Colón se reveló como la clave para ello. Se hacía necesario que el Almirante convenciese a los castellanos de emprender una expedición por occidente, y era fundamental que los castellanos se convenciesen de que América era, en efecto, Asia. Por ello, los portugueses esperaron diez años. Se quedaron esperando el viaje de Colón y los consiguientes reajustes geopolíticos.
– Viaje que se realizó en 1492.
– Sí. Y con la ayuda secreta de don Juan II.
– ¿Cómo?
– En primer lugar, a través de una financiación oculta. -Indicó, alzando el pulgar-. Isabel la Católica participó con un millón de maravedíes para pagar la expedición. Pero esa cuantía no alcanzaba y Colón aportó un cuarto de millón. Dígame, ¿adónde diablos fue el empobrecido hidalgo a buscar tanto dinero? Los genovistas pretenden que unos banqueros italianos entregaron ese dinero, pero, de ser verdad, ellos habrían aparecido después para recoger los dividendos, ningún particular da tanto dinero para quedarse sin él, ¿no? Y, no obstante, quienquiera que haya adelantado ese dinero no apareció después a reclamar su tajada en la explotación del negocio de las Indias Occidentales. ¿Y por qué no apareció? Porque no podía aparecer, porque tenía que mantenerse en la sombra, porque los verdaderos dividendos de esa inversión no eran en dinero, sino más bien en ganancias geoestratégicas. En definitiva, porque el financista oculto era el rey de Portugal. -Juntó el índice con el pulgar-. Y, en segundo lugar, don Juan II se comprometió proporcionando instrumentos de navegación. Días antes de zarpar, Colón recibió de Lisboa las Tablas de declinación del sol, escritas en hebreo e imprescindibles para la corrección de desvíos en el uso del astrolabio. ¿Quién las envió? -El conde esbozó una sonrisa-: La Corona portuguesa, como es evidente. Don Juan II se esmeró en hacer de aquel viaje un éxito. -Simuló el gesto de quien tiene un bebé en brazos-: Llevó a los castellanos en brazos a América.
– Todo eso es verdad, pero, fíjese, el viaje de Colón fue en 1492 y Vasco da Gama no llegó a la India hasta 1498. ¿Por qué haber esperado aún seis años más?
– Porque se volvió necesario clarificar la evolución geopolítica que se había producido mientras tanto, amarrando a los castellanos a un nuevo tratado, firmado con el aval del Vaticano, que cristalizase la situación más conveniente para Lisboa. Eso ocurrió en 1494, cuando Portugal y Castilla firmaron el Tratado de Tordesillas, dividiendo el mundo en dos partes, una para cada uno de los reinos ibéricos. Los castellanos creyeron que se habían quedado con la mejor parte, dado que su tajada del planeta incluía lo que ellos pensaban que era la India, o sea las tierras recién descubiertas por Colón. -Levantó la mano-. Ahora preste atención, estimado señor: ¿usted cree realmente que don Juan II habría firmado ese tratado si hubiera pensado que la India quedaba en la tajada castellana? Si el rey portugués hubiese creído que Colón había descubierto realmente la India, ¿no cree que se habría aferrado al Tratado de Alcáçovas/Toledo, que le otorgaba derechos exclusivos sobre «los indios»? ¿Por qué razón dio graciosamente a los castellanos la tajada donde se suponía que se encontraba la India de Colón? La única respuesta plausible es que don Juan II aceptó esta división del mundo porque ya sabía que la tajada castellana no incluía a la verdadera India. Lo que hicieron los portugueses fue entregar la «India» americana a sus rivales y guardar la verdadera India para ellos. Quedaron creadas, entonces, las condiciones que don Juan II consideraba adecuadas, dado que los castellanos ya tenían su «India» para entretenerse durante muchos años. El riesgo de una guerra a corto plazo quedaba eliminado y los portugueses comenzaron, por fin, a planificar el gran viaje de Vasco da Gama.
– Aun así, pasaron tres años entre la firma del tratado y la partida de Vasco da Gama…
– Sí… -reconoció el conde-. El Príncipe Perfecto murió en 1495, lo que retrasó el proyecto, y la flota no llegó a zarpa i hasta 1497, ya en época de don Manuel.
– Pero ¿cómo es posible afirmar con tanta certidumbre que Colón fue la pieza intencionalmente usada por don Juan II para alejar a los castellanos de la verdadera India?
– Mire, basta observar los resultados prácticos de la expedición de 1492. Colón convenció a los Reyes Católicos de que había llegado a Asia, llevándolos a firmar un tratado que, en la práctica, significaba que gastarían muchos años en el continente equivocado, entregando la verdadera Asia a los portugueses.
– Ese fue, sin duda, el resultado práctico del viaje de 1492, nadie lo discute. Lo que me parece especulativo, sin embargo, es decir que Colón se alió con don Juan II para alcanzar ese fin.
– No, estimado amigo, nada hay de especulativo en eso -negó el conde Vilarigues-. Esta información sobre la alianza entre Colón y don Juan II forma parte del patrimonio secreto de la Ordo Militaris Christi y está corroborada por múltiples indicios y algunas pruebas.
– ¿Qué pruebas?
El conde sonrió.
– Ahí vamos -dijo-. Comencemos por los indicios. ¿Usted conoce los documentos en que se basa la tesis del Colón genovés?
– Sí, claro.
– ¿Cree acaso que son sólidos?
– No, son frágiles. Están llenos de contradicciones e incongruencias.
– ¿Cree entonces que Colón era portugués?
– Hay claros indicios en ese sentido, sí. Pero permítame que le diga: falta una prueba final.
– ¿De qué prueba habla? -adoptó un tono irónico-. ¿Quiere una cinta de vídeo con imágenes de Colón mirando a la cámara y cantando el himno nacional?
– No, pero quiero pruebas sólidas. Fíjese, con todas sus inconsistencias y absurdos, la tesis genovesa es la única que le otorga una identidad a Colón. Le atribuye una familia, le da una casa, presenta documentos. Todo el resto falla, es cierto, pero al menos tiene eso. La tesis portuguesa es todo lo contrario. Por más que cobre sentido y resuelva los misterios entorno a la figura del Almirante, carece de un documento que lo identifique con claridad.