Tampoco sobrevivió ningún ejemplar de ese libro, pero su contemporáneo Francesco da Montalboddo confirmó que Trevisano presentó a Colón como Cristoforo Colombo Zenoveze. El problema es que este texto de Trevisano no llegó hasta nosotros en su edición original. La crónica más antigua que poseemos con el nombre Colombo asociado al descubridor de América es el Paesi nuovamente retrovati, publicado en 1507 por Montalboddo, y que consulté en la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro. Fue un libro muy popular en su época, transformándose en lo que hoy llamaríamos un best seller. Incluyó hasta la primera descripción del descubrimiento de Brasil por Pedro Alvares Cabral y ayudó a difundir una segunda falsedad, la de que el descubridor del Nuevo Mundo era Américo Vespuccio.
– ¿Una segunda falsedad? ¿Cuál fue la primera, entonces?
Tomás miró a Moliarti con sorpresa.
– ¿No le parece obvio? La primera falsedad es la de que Colón se llamaba Colombo.
– ¿Cómo puede afirmar eso?
– Por el mero auxilio del sentido común. ¿Así que el hombre anduvo toda su vida recibiendo diversos nombres, pero sobre todo Colom y Colon, y sólo más tarde aparecieron unos italianos, que no lo conocían personalmente, y uno de ellos, citando oscuras copias de cartas del vicario general y una dudosa traducción de la ya desaparecida edición de las Decades, de D'Anghiera, llegaron a decir que él, al final, no se llamaba Colom sino Colombo? ¿Y cómo podríamos llamarlo Colombo si él mismo se llamó, en todos los documentos que llegó a firmar, Colom o Colon?
– ¿Qué?
– ¿No lo sabía? El descubridor de América nunca se refirió a sí mismo, en ningún documento conocido, como Colombo, y ni siquiera mencionó su versión latina: Columbus. Nunca. Ni siquiera existe un solo documento perteneciente a la historia marítima de Génova que mencione la existencia de un marino con ese nombre. Ni uno solo. El primer documento conocido en que Colón se presenta a sí mismo es la carta que le envió en 1493, poco después de regresar del descubrimiento de América, a un tal Rafael Sánchez para que se la entregase a los Reyes Católicos. En esa carta, se identificó como «Christofori Colom». Colom, con «m» al final. Y más tarde, en su testamento, explicó que pertenecía a la familia de los Colom, que presentó como siendo «mi linaje verdadero». Téngase en cuenta: dijo que su verdadero linaje era el de los Colom, no el de los Colombo. -Tomás sonrió-. ¿No está claro como el agua, entonces, que el nombre Colombo cayó del cielo a trompicones?
– Si es así, ¿por qué razón aún hoy se le sigue conociendo como Cristoforo Colombo?
– De la misma manera que aún hoy llamamos América a la tierra que Américo Vespuccio no descubrió. Por mera repetición de un error original. Veamos. Colón se identificó a sí mismo en todos los documentos como Colom o Colon. Sus contemporáneos, incluida gente que lo conocía personalmente, hicieron lo mismo o le dieron otros nombres, como Colomo, Colonus, Guiarra y Guerra. Pero vino un obispo italiano que pensó que Colom se traducía en latín como Columbo; después apareció el tal Sabellico, que no conocía a Colón de ninguna parte, nunca lo vio ni habló con él, y que, a partir de esa traducción errada, mantuvo el nombre Colombo. Poco después, otro veneciano, Trevisano, hizo lo mismo. Y otro italiano, Montalboddo, que tampoco conocía al personaje personalmente, cogió el texto de Trevisano y le dio gran visibilidad en Paesi nuovamente retrovati, publicado en 1507, un año después de la muerte del navegante. Paesi fue un éxito editorial, todo el mundo leyó a Montalboddo y, de repente, Colón comenzó a ser conocido como Colombo. Y se difundió tanto que hasta el cronista portugués Ruy de Pina, en la Crónica do Rei D. Jodo II, lo rebautizó con ese nuevo nombre.
– Pero ¿cómo sabe que el obispo italiano estaba faltando a la verdad?
– Porque en la misma página de la edición de Basilea, donde él escribió Columbo, también está escrito el nombre Colom. Ahora bien, Colom en catalán significa «paloma». -Hizo una seña con los ojos, interrogando a Moliarti-. Ahora dígame cómo se dice paloma en italiano…
– Colombo.
– ¿Y en latín?
– Columbus.
– ¿Lo ve? El obispo, que sabía catalán, pensó que Colom se traducía por «paloma». Como quiso latinizar el nombre, escribió Columbo.
– Justamente -respondió el americano-. Si Colom quiere decir «paloma», el nombre correcto de él en italiano es Colombo. Colom es una traducción de Colombo.
– Lo sería si no se diese el caso de que el nombre Colom no significa «paloma».
– ¿Ah, no? Entonces ¿qué quiere decir?
Tomás hojeó su libreta de notas.
– Una vez más es el propio hijo de Cristóbal Colón, Hernando, quien nos lo aclara: «Por consiguiente, le vino a propósito el sobrenombre de Colón», escribió, explicando cómo surgió ese apellido: «porque en griego quiere decir miembro».
– No entiendo.
– Nelson, ¿cómo se dice «miembro» en griego?
– Yo qué sé…
– Kolon.
– ¿Colon?
– Kolon, con «k». O sea, Colom no remite a Colombo, a paloma, sino a Kolon, el miembro. -Se fijó de nuevo en sus apuntes-. Por otra parte, el propio Hernando Colón, al mismo tiempo que revela que el apellido Colón viene de la palabra griega «kolon», es decir, miembro, explica que «si queremos reducir su nombre a la pronunciación latina, que es Christophorus Colonus». -Esbozó una sonrisa para Moliarti-. ¿Lo ve? Hernando explicó que la latinización de Colón no remite a Columbo o Columbus, como sería normal si viniese de Colombo y significase «paloma», sino a Colonus. Lo que, en definitiva, quiere decir que, cualquiera fuese su verdadero nombre, sin duda no sería Colombo.
– Sería Colonus, ¿no?
El historiador portugués inclinó la cabeza e hizo una mueca escéptica.
– Tal vez. Pero Colonus puede que sólo sea un seudónimo. Fíjese en que Hernando escribió que «podríamos referirnos a muchos nombres que, por ejemplo, no sin una causa oculta, fueron puestos para indicar lo que habría de suceder según lo que estaba pronosticado». Es decir, el navegante eligió nombres que profetizaban algo.
– ¿Y qué profecía implicaría el apellido Colonus?
– El propio Hernando responde a esa pregunta: «Pidiendo a Cristo su ayuda, y que lo favoreciese en aquel peligro de su viaje, pasó él y sus ministros para que se hiciesen, de las gentes indias, colonas y habitantes de la Iglesia triunfante de los Cielos; pues es de creer que muchas almas se harían colonas del cielo y habitantes de la gloria eterna del Paraíso». O sea, que el apellido Colonus fue elegido porque profetiza la colonización de la India por la fe cristiana.
– Hmm -murmuró Moliarti, algo contrariado-. En su opinión, ¿fue eso lo que descubrió el profesor Toscano?
– No tengo dudas en afirmar que, al dejar el mensaje «Colom, nomina sunt odiosa», Toscano estaba diciendo que el nombre Colom era impropio. Es decir, su referencia se volvió impropia.
– ¿Sólo eso?