En cuanto Solomon abandonó las herméticas expresiones hebreas, Tomás pareció despertar ante los argumentos del cabalista.
– ¿El cuerpo humano?
– Sí, la cábala sugiere que el ser humano es un microcosmos, un simulacro en miniatura del universo, y lo integró en el Árbol de la Vida. Keter es la cabeza; chokhmah, chesed y netzach son el lado derecho del cuerpo; binah, gevurah y hod son el lado izquierdo; tipheret es el corazón; yesod son los órganos genitales y malkhut los pies. -Respiró hondo y levantó las manos, esbozando un gesto amplio-. Mucho, muchísimo más se podría decir sobre la cábala. Créame: su estudio lleva toda una vida y no es posible, en esta breve reseña, expresar todos los misterios que encierra, todos los enigmas místicos que oculta. Pienso, no obstante, que por ahora es mejor que lo dejemos aquí, ya le he dado las pistas suficientes que le permitirán comprender nuestra interpretación de los documentos y de la firma que me entregó esta mañana.
Tomás dejó momentáneamente de tomar notas y se inclinó en la mesa. Le parecía que la conversación había llegado a su punto crucial.
– Sí, vamos a la interpretación de la firma de Cristóbal Colón. En su opinión, ¿es cabalística?
Solomon sonrió.
– Tenga calma -dijo-. La paciencia es una virtud de los sabios, profesor Noronha. Antes de entrar en la cuestión especifica de la firma, pienso que hay algunas cosas que tiene que saber sobre Colón.
– Mire que algo ya sé -dijo riéndose el portugués.
– Tal vez -admitió el viejo cabalista-. Pero creo que le gustará saber también lo que tiene que contarle el rabino Abraham Hurewitz.
Ben-Porat se volvió hacia la derecha, haciéndole una seña a Hurewitz para que hablase. El cabalista delgado aguardó un instante, recorrió con sus ojitos negros las figuras de los tres hombres que lo observaban, y se llenó los pulmones de aire antes de tomar la palabra.
– Señor profesor Noronha -comenzó Hurewitz con una voz susurrante, muy suave, en absoluto contraste con la atronadora voz gutural de Solomon-. Le he oído decir que ya sabe algunas cosas sobre Cristóbal Colón. ¿Tendría la amabilidad de informarme acerca de la fecha de partida con ocasión de su primer viaje a América?
– Pues… ¿el primer viaje? ¿El que lo llevó al descubrimiento del Nuevo Mundo?
– Sí, señor profesor. ¿Qué día partió el señor Colón para ese viaje?
– Bien… Creo que zarpó del puerto de Palos, en Cádiz, el día 3 de agosto de 1492.
Tomás sonrió, como si se hubiese lucido frente a un examinador. Pero el cabalista mantuvo una expresión impasible, con el semblante de quien ya había previsto esa respuesta.
– Y ahora, señor profesor, ¿puede decirme cuál era la fecha límite que fijó el decreto de los Reyes Católicos para que los judíos abandonasen España?
– Pues… -se atolondró el portugués-. Eso…, eso ya no lo sé. Fue ese año, en 1492.
– Sí, señor profesor, pero ¿cuál era el día exacto?
– No lo sé.
El rabino hizo una pausa teatral. Mantuvo sus ojos fijos en Tomás, atento a su reacción a las palabras que siguieron.
– ¿Y si yo le dijese que los decretos reales impusieron a los judíos sefardíes, como fecha límite para salir de España, el 3 de agosto de 1492?
El portugués lo miró con los ojos desorbitados.
– ¿Cómo? ¿El día 3 de agosto? ¿Quiere decir…, quiere decir el día en que Colón inició su primer viaje?
– Ese mismo día.
Tomás meneó la cabeza, sorprendido.
– No tenía ni idea -exclamó-. Es…, es una coincidencia curiosa.
Los labios finos del rabino Hurewitz se curvaron en una sonrisa sin humor.
– ¿Le parece? -preguntó, casi desdeñando la palabra elegida por Tomás para definir la simultaneidad de las fechas-. El rabino Shimon Bar Iochay escribió que todos los tesoros del Rey Supremo están guardados bajo una sola llave. Eso significa, señor profesor, que no existen coincidencias. Las coincidencias son formas sutiles elegidas por el Creador para transmitir sus mensajes. ¿Será coincidencia que el nombre de Dios y el nombre de Moisés tengan el mismo número de las leyes de la Tora? ¿Será coincidencia que Cristóbal Colón haya partido de España exactamente el mismo día en que los judíos fueron expulsados de ese país? Entonces, si llama a eso coincidencia, señor profesor, explíqueme esta otra extraña cuestión. -Consultó un librito depositado sobre la mesa con el rostro de Colón en la cubierta y un título en hebreo-. Estos son los diarios del descubrimiento de América, escritos por el propio Colón. Ahora escuche lo que él dijo en la primera entrada del diario. -Hurewitz leyó en voz baja el texto en hebreo y lo fue traduciendo al inglés-: «Así que, después de haber expulsado a todos los judíos de vuestros reinos y dominios, en el mismo mes de enero mandaron Vuestras Altezas que yo me dirigiese, con suficiente flota, a las referidas regiones de la India». -Alzó los ojos y volvió a mirar a Tomás-. ¿Qué opina de este fragmento del diario de Colón?
El portugués, que mientras tanto había retomado sus anotaciones, se mordió el labio inferior.
– Ya he leído el diario, pero confieso que no había prestado mucha atención a esa frase.
– Está escrita casi al comienzo del diario -especificó el rabino-. En realidad, señor profesor, esta frase nos dice varias cosas. La primera es que la decisión de mandar a Colón a las Indias se tomó en enero de 1492. La segunda es que la decisión de expulsar a los judíos, impuesta por el decreto del 30 de marzo que dio a los sefardíes hasta el 3 de agosto para abandonar España, se tomó en el mismo mes de enero de 1492. -Inclinó la cabeza-. ¿Le parece una coincidencia, señor profesor?
– No lo sé -repuso Tomás, meneando la cabeza sin apartar la vista de la libreta donde escribía-. Sinceramente, no lo sé, no había caído en la cuenta de que esos acontecimientos estaban transcurriendo de forma paralela.
– Nada de esto es coincidencia -afirmó el cabalista con convicción-. Algo más revela esta frase que le he leído. Se trata de la intención de Colón. Como ha escrito el rabino Shimon Bar Iochay, no es la acción la que genera recompensa para los hombres, sino la intención que la ha guiado. ¿Cuál es la intención de Colón al mencionar la expulsión de los judíos en el principio de su diario? ¿Habrá sido un mero capricho? ¿Una futesa inconsecuente? ¿Una vulgar referencia mundana a un tema de actualidad? -Alzó las cejas, como si desaprobase tal interpretación-. ¿O acaso fue a propósito? -Levantó los dos índices y los juntó-. ¿No está claro que intentó relacionar ambos acontecimientos?
– ¿Cree que están relacionados?
– Sin ninguna duda. ¿Usted sabía, profesor, que, en la víspera de la partida para el primer viaje, Colón exigió que todos los tripulantes estuviesen a bordo de sus barcos a las once de la noche?
– ¿Y?
– Eso era muy poco común, contradecía los hábitos de los marineros en aquella época. Pero el señor Colón insistió en que todos se recogiesen en sus barcos a las once. Y una hora después, ¿sabe lo que ocurrió?
– No.
– Entró en vigor el edicto por el que se expulsaba a los judíos. -El hombre esbozó una sonrisa-, O sea, que los dos acontecimientos están relacionados. Había judíos en la flota.
– El propio Colón, quiere usted decir.
– Exacto. -El cabalista hojeó de nuevo el diario-. Fíjese en lo que escribió Colón el día 23 de septiembre a propósito de la aparición de vientos que pusieron fin a una peligrosa bonanza. -Comenzó a traducir-: «De modo que me fue muy providencial la mar alta, que no aparecía, a no ser en el tiempo de los hebreos, cuando huyeron de Egipto encabezados por Moisés, que los libró del cautiverio…». -Miró a Tomás-. No le parece extraño que un católico cite de este modo el Pentateuco, para colmo recurriendo a la descripción del Éxodo, un hecho de muy poco interés para los cristianos, pero de suprema importancia para los judíos? Además, señor profesor, este hábito de ilustrar una situación de la vida con una cita bíblica constituye una inequívoca costumbre judaica. Esto es algo que nosotros, los judíos, hacemos todos los días y que, por lo visto, Colón también hacía. -Consultó un gran cuaderno lleno de apuntes en hebreo-. En la investigación que dirigí hace unos años sobre Colón encontré asimismo otras cosas curiosas. La primera fue que, en la antevíspera de la partida para el primer viaje, recibió de Lisboa las llamadas Tablas de declinación del sol, un instrumento de navegación hecho por el señor Samuel Zacuto para el rey de Portugal.