Solomon agitó la fotocopia.
– Mi pregunta, profesor Noronha, es qué llevó a un católico como Colón a invocar en esta nota al margen, y en aquella época de persecución a los judíos, los nombres Gog uMagog.
Tomás escribía con gran intensidad en su libreta, lo que llevó a Solomon a hacer una pausa. Mientras esperaba, se dedicó a buscar otra fotocopia. El portugués concluyó, por fin, sus anotaciones y miró al rabino.
– ¿Y qué más?
– He estado viendo las cartas de Cristóbal Colón a su hijo Diogo y he descubierto algo muy interesante.
Mostró la hoja, señalando lo que se encontraba escrito en la parte superior.
– ¿«Muy caro fijo»? -dijo amable Tomás-. Eso es un portuguesismo. Los castellanos dicen «hijo» y los portugueses «filho». Colón quería escribir en castellano, pero caía con frecuencia en portuguesismos de ese calibre. En vez de escribir «hijo», escribió «fijo». -Se encogió de hombros-. Llamamos portuñol a ese lenguaje.
– Profesor Noronha -farfulló Solomon-. Para mí, lo revelador no es la expresión «muy caro fijo», no me dice nada. Lo que es sorprendente es la señal que hay arriba.
– ¿La señal? -se sorprendió Tomás-. ¿Qué señal?
– Ésta -indicó señalando el garabato sobre la frase del encabezamiento.
– ¿Qué es eso?
– Es un monograma judaico.
– ¿Un monograma judaico?
– Sí, aunque escrito de forma extraña: esta «e» es un garabato que junta dos letras hebreas, la hei y la beth. Como el hebreo se lee de derecha a izquierda, debe decirse: beth hei. Esta es una referencia tradicional judaica, correspondiente al saludo Baruch haschem, que significa «loado sea el Señor». Está colocada sobre la primera palabra del texto, como era habitual entre los judíos piadosos. En el caso de los sefardíes convertidos a la fuerza al cristianismo, constituía una contraseña secreta, que quería decir: «no te olvides de tu origen». Y es interesante que yo haya encontrado sólo este monograma en las fotocopias de las cartas de Cristóbal Colón a su hijo Diogo. En ninguna de las otras cartas puso Colón el beth hei. Sólo en las de su hijo. Es decir, Colón le pedía a Diogo que no se olvidase de su origen, recurriendo a un monograma hebreo. -Inclinó la cabeza-. No es difícil imaginar cuál sería ese origen, ¿no?
Tomás escribía afanoso en la libreta.
– ¿Y qué más? -preguntó cuando concluyó sus apuntes.
– Vamos entonces, finalmente, a lo que más despertó su curiosidad -anunció-. La firma de Colón.
– ¡Ah, sí! -exclamó el profesor-. Así pues, ¿qué puede decirme de esa firma?
– Lo primero: que es cabalística, sí.
El rostro de Tomás se abrió en una sonrisa triunfal.
– Lo sabía.
– Pero es importante, profesor Noronha, que usted comprenda que la cábala es un sistema abierto de interpretación. Las cifras y los códigos tradicionales, cuando se descifran, revelan un texto preciso. La cábala, sin embargo, no funciona así; remite más bien a dobles sentidos, a significados subliminales, a mensajes sutilmente ocultos.
Cogió la fotocopia con la firma de Cristóbal Colón y la colocó sobre la mesa, a la vista de todos.
Tomás señaló las letras.
– ¿Qué son esas iniciales?
– Como buen mensaje cabalístico, esta firma tiene diversas lecturas -consideró Solomon-, En este caso, parecen coexistir varios textos en el mismo espacio, mezclando la tradición hebrea con innovaciones introducidas por los templarios cristianos.
El portugués lo miró con sorpresa.
– ¿Los templarios?
– Sí. Poca gente lo sabe, pero hubo muchos místicos, magos y filósofos cristianos que se dedicaron al estudio de la càbala. Entre ellos se cuenta la Orden del Temple, que desarrolló en Jerusalén análisis cabalísticos que se incorporaron más tarde en las corrientes tradicionales judaicas. Colón estaba, por lo visto, familiarizado con esas innovaciones. -Señaló las «s» del extremo-. La lectura cristiana, o templaría, debe ser hecha en latín. Estas eses, dispuestas en triángulo, representan la trinidad de los santos. Sanctus, Sanctus, Sanctus. La «a» corresponde a Altissimus y permite la lectura ascendente a partir de la tercera línea, aquella que parte de la materia y asciende al espíritu. Así, la «x», la «m» y la «y» deben leerse hacia arriba. La «x», unida a la «s», la «m» a la «a» y a la «s» del extremo y la «y» a la «s» de la derecha. O sea, «XS» es Xristus, «MAS» es Messias y «YS» es Yesus. Siendo así, la interpretación templaría, en latín, es Sanctus, Sanctus, Altissimus Sanctus. XristusMessias Yesus. Sobre esto no hay dudas, es inequívocamente una firma cristiana.
– ¿Cristiana? -se sorprendió el portugués-. Pero, al fin y al cabo, ¿él no era judío?
– Ahí vamos -respondió Solomon, haciendo un gesto con la mano para que Tomás tuviese paciencia-. ¿Se acuerda de que le dije hace poco que la cábala encara las Sagradas Escrituras como poseedoras de una complejidad holográfica, en la que se cruzan varios sentidos? Pues precisamente eso ocurre con esta firma de Colón. La cuestión es que, por debajo de la firma cristiana templaría, en latín, surge de hecho un mensaje cabalístico judaico subliminal, concebido en hebreo. Uno de los mayores cabalistas de siempre, el rabino Elazar, observó cierta vez que existen dos mundos: uno oculto y otro revelado, pero ambos forman, en realidad, uno solo. -Golpeó la fotocopia con el índice-. Es el caso de esta firma, que tiene un sentido revelado, el cristiano, y uno oculto, el judaico. La interpretación cabalística comienza justamente con la comprobación de que estas iniciales de la firma poseen correspondencia con palabras hebreas. Si consideramos que la letra «a» corresponde al aleph hebreo de Adonai, uno de los nombres de Dios, y la «s» es el shin hebreo de Shaday, otro nombre de Dios, o Señor, obtenemos Shaday. Shaday Adonai Shaday. Esto se traduce como: «Señor. Señor Dios Señor». ¿Y qué ocurre si cojo la última línea, «XMY», y leo de derecha a izquierda, como es correcto hacer en hebreo? «Y» de Yehovah, «m» de maleh y «x» de xessed: Yehovah maleh xessed. «Dios lleno de piedad.» En conclusión, por debajo de la oración cristiana en latín tenemos una plegaria judaica en hebreo. Los dos mundos, el oculto y el revelado, forman uno solo.
– Ingenioso.
– No se imagina hasta qué punto, profesor Noronha -observó Solomon-. No se imagina hasta qué punto. Todo esto se complica si leo el XMY de izquierda a derecha, considerando que la «y» corresponde a la letra hebrea ain. En ese caso se obtiene shema, es decir, «oye», la primera palabra del versículo cuatro del sexto capítulo del Deuteronomio, que dice: «oye, oh, Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor es uno». Entre los judíos, a esta plegaria se la conoce por el nombre shema y es recitada toda la mañana y toda la tarde durante las oraciones del shacharit y del arvit, y también antes de dormir y antes de morir. El shema es la oración que afirma el monoteísmo, la existencia de un único Dios, y se supone que este verso se escribió en el estandarte de batalla de las diez tribus perdidas. Al recitarlo, cada judío asume el dominio del Reino del Cielo y de los Mandamientos. Pues justamente es ésta la palabra hebrea que Colón colocó en su firma. -Alzó un dedo-. Pero fíjese ahora en el doble sentido. Si la «y» corresponde a la yud hebrea, «XMY» se puede leer como xmi, o shmi, que significa «mi nombre». Probablemente, el nombre del autor de la firma: Colón. -El viejo cabalista se inclinó sobre la hoja, como si se aprestase a hacer una gran revelación-. Preste atención, profesor Noronha, porque esto es muy importante. Vamos ahora a leer «XMY» de derecha a izquierda, a la manera hebrea. Como ya hemos visto, queda «YMX». Considerando una vez más que la «y» es yud, surge una nueva palabra. Ymx. Ymach. En conjunción con la lectura de izquierda a derecha, da ymach shmo. ¿Sabe lo que quiere decir?