La imagen de Irv Blythe se me cruzó fugazmente por la cabeza. La borré de mis pensamientos igual que se espanta una mosca.
– ¿Y Norton está seguro de que su cliente no la mató?
– Eso parece. Después de todo, se encargó del caso cuando lo dejó el primer abogado. Luego pagó la fianza del chico, y Elliot no es de los que arriesgan su dinero ni su reputación por una causa perdida. De nuevo, un negro acusado del asesinato de una blanca rica podría estar en peligro entre el resto de la gente, en el caso de que a alguien se le meta en la cabeza ganarse el favor de la familia afligida. Según Elliot, o pagaba la fianza o lo enterraba. Ésas eran las opciones.
– ¿Cuándo es el juicio?
– Pronto.
En internet había revisado las noticias que aparecieron en los periódicos sobre el asesinato, y estaba claro que el caso había sido tramitado desde el principio por vía de urgencia. Marianne Larousse había muerto hacía tan sólo unos meses, pero el caso iba a verse a principios del año siguiente. A la justicia no le apetecía hacer esperar a tipos como Earl Larousse.
Nos miramos fijamente a través de la mesa.
– No necesitamos el dinero. No estamos tan desesperados -dijo Rachel.
– Lo sé.
– Y tú no quieres bajar allí.
– No, claro que no.
– Aclarado entonces.
– Aclarado entonces.
– Termínate la cena, antes de que me la coma yo.
Hice lo que me dijo, incluso la saboreé.
Sabía a ceniza.
Después de cenar, fuimos en coche a Len Libby's por la Interestatal 1. Nos sentamos en un banco de la terraza y nos tomamos un helado. Antes, Len Libby's estaba en Spurwink Road, en el camino de Higgins Beach. Era un sitio que sólo tenía mesas en el interior y en el que la gente se sentaba y le daba a la lengua. Lo habían trasladado a su nueva ubicación, en la autopista, hacía unos años, y, aunque el helado seguía siendo muy bueno, no era exactamente lo mismo tomártelo viendo cuatro carriles atestados de vehículos. Como contrapartida, habían colocado un alce de chocolate de tamaño natural detrás del mostrador, y probablemente lo consideraban un signo de progreso.
Rachel y yo no hablamos. El sol se ponía y alargaba nuestras sombras, prolongándolas delante de nosotros, al igual que nuestras esperanzas y temores ante el futuro.
– ¿Has leído hoy el periódico?
– No, no he tenido tiempo.
Alcanzó el bolso y hurgó dentro de él hasta que encontró el artículo que había recortado del Press Herald y me lo pasó.
– No sé por qué lo recorté. Sabía que tarde o temprano lo verías -dijo -. Por un lado, no quería que tuvieses que volver a leer nada sobre él. Estoy cansada de ver su nombre.
Desplegué el recorte.
«THOMASTON – El reverendo Aaron Faulkner permanecerá en la prisión estatal de Thomaston hasta que tenga lugar su juicio, según declaró ayer un portavoz del Departamento de Prisiones. Faulkner, acusado a principios de este año de los cargos de conspiración y asesinato, fue trasladado a Thomaston desde la prisión estatal de máxima seguridad hace un mes, después de un presunto intento fallido de suicidio.
»Faulkner fue arrestado en Lubec en mayo del presente año, después de tener un enfrentamiento con Charlie Parker, detective privado de Scarborough, durante el cual murieron dos personas, un varón que se hacía llamar Elias Pudd y una mujer no identificada. Los análisis de ADN revelaron después que el muerto era, de hecho, el hijo de Faulkner, Leonard, y la mujer fue identificada como Muriel Faulkner, la hija del predicador.
»A Faulkner se le acusó oficialmente en mayo de los asesinatos de los baptistas de Aroostook, el grupo religioso encabezado por el propio predicador y que desapareció de la congregación en Eagle Lake en enero de 1964, y de conspirar para llevar a cabo el asesinato de al menos otras cuatro personas conocidas, entre ellas el industrial Jack Mercier.
»Los restos de los baptistas de Aroostook se encontraron en las cercanías de Eagle Lake el pasado abril. Funcionarios de Minnesota, Nueva York y Massachusetts también están investigando casos sin resolver en que Faulkner y su familia estuvieron presuntamente implicados, aunque aún no se han presentado cargos contra Faulkner fuera de Maine.
»Según fuentes del despacho del fiscal general de Maine, tanto la Oficina de Alcohol, Tabaco y Armas como el FBI están examinando el caso de Faulkner con el propósito de inculparle en cargos federales.
»E1 abogado de Faulkner, James Grimes, declaró ayer a los periodistas que seguía preocupado por la salud y el bienestar de su cliente y que estaba considerando la opción de apelar al Tribunal Supremo del Estado tras conocer la decisión del Tribunal Superior de Primera Estancia de Washington de negarle la fianza. Faulkner se ha declarado inocente de todos los cargos que se le imputan y alega que, en realidad, su familia le tuvo prisionero durante casi cuarenta años.
»Mientras tanto, el entomólogo especialista que se halla al servicio de los investigadores para catalogar la colección de insectos y de arañas encontradas en Lubec, en el recinto ocupado por el reverendo Aaron Faulkner y su familia, declaró ayer al Press Herald que su trabajo estaba casi concluido. Según un portavoz de la policía, se cree que la colección había sido reunida por Leonard Faulkner, alias Elias Pudd, a lo largo de muchos años.
»"Hasta ahora hemos identificado casi doscientas especies diferentes de arañas, así como otras cincuenta especies de insectos", declaró el doctor Martin Lee Howard. Quien además dijo que la colección constaba de algunas especies muy raras y que incluía un número de ellas que, hasta la fecha, su equipo no había podido identificar.
»"Una de ellas parece ser una subespecie de la extremadamente repugnante araña de la cueva del diente", declaró el doctor Howard. "Con toda certeza, no es autóctona de Estados Unidos." Preguntado si había alguna pauta derivada de su investigación, el doctor Howard declaró que el único factor que unía a las distintas especies era que "todas eran muy repugnantes. Lo que pretendo sugerir es que aun siendo los insectos y las arañas mi materia de trabajo, debo admitir que hay un montón de esos chicos y chicas a los que no me gustaría encontrarme en mi cama por la noche".
»El doctor Howard añadió: "Pero sí que hemos descubierto muchas arañas reclusas marrones y, cuando digo muchas quiero decir muchas. Quienquiera que reuniese esta colección sentía un cariño indudable por las reclusas, y eso es algo de veras infrecuente. Cariño es lo último que una persona normal sentiría por una araña reclusa".»
Volví a doblar el recorte del periódico y lo tiré a la papelera. La posibilidad de que apelaran la denegación de fianza resultaba inquietante. El despacho del fiscal general había recurrido directamente a un gran jurado tras la detención de Faulkner, una práctica común en un caso que parecía estar relacionado con asuntos que llevaban mucho tiempo sin resolver. Veinticuatro horas después de que detuviesen a Faulkner, un gran jurado compuesto por veintitrés miembros se había reunido en Calais, en Washington County, y había hecho pública una orden de detención bajo las acusaciones de asesinato, de conspiración para asesinar y de complicidad con asesinos. A continuación, el Estado solicitó una vista para tomar una decisión relativa a la fianza. Tiempo atrás, cuando en Maine estaba vigente la pena de muerte, los acusados de delito capital no tenían derecho a fianza. Tras la abolición de la pena de muerte, se modificó la constitución para denegar la fianza a los acusados de delitos capitales siempre y cuando hubiese «una prueba evidente y una presunción clara» de la culpabilidad del acusado. A fin de determinar esa prueba y esa presunción, el Estado podía solicitar una vista con las partes implicadas, bajo la supervisión de un juez, para que ambas expusieran sus argumentos.
Rachel y yo habíamos prestado declaración antes de la vista, así como el principal detective de la Policía Estatal encargado de la investigación de la muerte de la congregación baptista de Faulkner y del asesinato de cuatro personas en Scarborough, presuntamente ordenado por Faulkner. Bobby Andrus, el ayudante del fiscal general, había alegado el riesgo de que Faulkner se diese a la fuga, así como que constituía una amenaza potencial para los testigos. Jim Grimes hizo todo lo posible para encontrar algún tipo de fisura en las conclusiones del fiscal, pero habían pasado seis días desde el arresto de Faulkner y Grimes seguía sin contar con nada. Aquello le bastó al juez para denegar la fianza, pero por los pelos. Había pocas pruebas irrefutables que implicaran a Faulkner en los crímenes de los que se le acusaba y el desarrollo de la vista había obligado al estado a reconocer la relativa inconsistencia del caso. El hecho de que Jim Grimes hiciese pública la posibilidad de una apelación indicaba que estaba convencido de que un juez del Tribunal Supremo del estado llegaría a una conclusión diferente en el asunto relativo a la fianza. Yo no quería pensar siquiera qué podía ocurrir si dejaban en libertad a Faulkner.