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Estrictamente hablando no se trataba de un diario, pero de vez en cuando contenía una anotación con fecha en la parte superior de la página. La primera anotación, que aparecía en la tercera página de aquella libreta de doscientas hojas llevaba la fecha del 19 de junio de 1958… más de seis años antes.

Escribía acerca de Bobbi Anne y que sólo podía verla en el instituto porque él tenía que volver a Sunrise House, el centro de reinserción social, a las cuatro de la tarde. También escribió: «Echo de menos a la tía Isolda, pero sé que es mejor que no la vea. Se pone furiosa cuando le digo lo que siento…,».

Las primeras treinta páginas estaban escritas con una tinta de un azul muy oscuro, con el mismo bolígrafo. Las siguientes cuarenta páginas, más o menos, estaban escritas en negro. Después volvió al bolígrafo azul. Me sorprendía mucho que el muchacho sintiese tanto apego por aquella libreta, con las páginas cubiertas por su escritura diminuta.

Junto con las esporádicas anotaciones del diario había hecho dibujos de edificios, notas sobre deberes escolares, listas de propósitos para convertirse en un hombre mejor (algunas de ellas hablaban de ser «amigo» de Isolda), y a veces simplemente eran notas para recordar dónde ir, qué comprar o qué decir.

Menos de seis meses antes, había escrito una anotación distinta, en la mitad inferior de la página. La parte superior era una lista de requisitos para alistarse en los paracaidistas. Indicaba un peso ideal, el número de flexiones que debía ser capaz de hacer, y el nivel de lectura que se exigía a los nuevos reclutas. La parte inferior parecía ser una comparación entre superhéroes. En el lado izquierdo había colocado a Superman, Plastic Man y Batman. En el lado derecho a Thor, Míster Fantástico y Spiderman.

Tres meses después, escribía sobre la revolución negra en Estados Unidos. Henry Strong le había dado lecciones privadas, diciéndole que su fuerza e inteligencia habían colocado una enorme responsabilidad sobre sus hombros.

«Depende de nosotros, los jóvenes -escribía Brawly-, dirigir a los demás hacia la libertad. Debemos ser fuertes y estar dispuestos a morir por lo que es justo.»

Un poco más tarde, había recibido órdenes de «establecer contacto con amigos que pudieran ayudar a obtener fondos revolucionarios y al mantenimiento de refugios de emergencia.»

Brawly era de una generación muy distinta de la mía. Era inteligente y ambicioso, mientras yo había sido sólo astuto, y feliz si conseguía arreglármelas aquel día. Nunca me cuestioné la autoridad del hombre blanco… era un hecho.

Pero lo que nos separaba realmente era la necesidad de amor y su confianza en la gente. Él creía que había un lugar para él en este mundo, y que podía ser suyo. Yo sabía, al leer sus palabras, que la única forma de salvarle de verdad era destrozar sus creencias.

En una de las habitaciones había un catre de lona con sábanas y una almohada. Imaginé a Conrad y Bobbi Anne escabullándose de vez en cuando para mantener relaciones sexuales en aquel catre. No sé por qué aquello me recordó a Isolda y las fotos de su dormitorio. Y fue en ese momento cuando comprendí dónde se habían tomado aquellas fotos.

Salí por la puerta trasera y crucé la calle hacia mi coche.

43

Jesus estaba sentado en el porche delantero esperándome cuando llegué a casa. Ya había preparado un sitio en el salón para que me sentara mientras él, de pie, me leía.

– Puedes sentarte, Juice -le dije-. Cuarenta y cinco minutos es mucho tiempo, y quiero que te concentres en las palabras, no en tus pies.

Jesus sonrió. Echaba de menos aquella sonrisa. Era una imagen muy breve, como la de un exótico pájaro rojo en lo más profundo del bosque. Un aleteo, y ya había desaparecido de nuevo.

Yo había conseguido un ejemplar en tapa dura deMoby Dick en la biblioteca Robertson para nuestra primera lectura. Mientras Feather y Bonnie se entretenían y jugaban en la cocina, Jesus empezó a leerme sobre Ishmael y su fatídico viaje.

La lectura era difícil. Muchas de las palabras tenía que buscarlas en el diccionario que guardábamos debajo de la mesa de centro. Pero cuando acabó, me sorprendió ver que Jesus comprendía toda la historia y sus implicaciones. Sólo llevábamos doce páginas de su educación y ya era todo un éxito.

Jackson llamó unos minutos después de cenar. Jesus y Feather estaban lavando los platos mientras Bonnie los vigilaba, asegurándose de que no dejaban ninguna mancha.

– ¿Qué tal va todo, Easy? -me preguntó. Antes de que pudiera responder, dijo-: He tenido que trabajar como una mula para ganarme los doscientos cincuenta.

– Lo único que quiero saber es lo de la nómina.

– Manelli paga a sus hombres una vez al mes. Siempre en sábado -dijo Jackson. Hizo una pausa y añadió-: Excepto esta semana.

– ¿Qué significa eso?

– He ido a ver a la secretaria auxiliar, en las oficinas, y nos hemos hecho amigos. Me ha dicho que estaba estudiando para sacarse el título de contabilidad, que son dos años, y le he enseñado un par de trucos para presentar una solicitud de deducción de impuestos a fin de año.

No me sorprendió que Jackson Blue supiera contabilidad. Era ambas cosas, inteligente y ladrón, de modo que resultaba razonable que hubiese estudiado el tema del robo desde dentro.

– Después, como la había ayudado tanto -continuó Jackson-, le he pedido si me podía hacer un cheque parcial mañana, porque debía el alquiler y el propietario necesitaba al menos una fianza. Ella me ha dicho que igual podía conseguirlo para el lunes, porque había oído decir que el pago de mañana se iba a aplazar hasta el lunes. Me ha dicho que no se lo contara a nadie, porque era un secreto. Estaba preocupada porque sabía que los hombres necesitaban el dinero, especialmente porque tenían que cuadrarlo todo según los costes mensuales. Le he preguntado el porqué de aquel retraso, pero no lo sabía. Pero tengo una sospecha.

– ¿Qué?

– Bueno, Easy -dijo-. No sé en qué andas metido, pero si la nómina se cambia en secreto en el último minuto es porque va a pasar algo gordo. Ya sabes que los trabajadores de la construcción suelen alborotarse si no se les paga en efectivo. Creo que es un montaje, y me parece que tú ya sabes por qué.

– Gracias, Jackson -dije-. Te daré tu dinero dentro de un par de días.

– ¿Qué estás haciendo, Easy? -preguntó-. ¿Vas a empezar a robar nóminas?

– Jackson, ¿cómo puedes ser tan listo y tan tonto al mismo tiempo?

Pasé en coche junto al escondite de la banda más tarde, pero parecía vacío. Paré y entré por el porche de atrás. Se lo habían llevado todo excepto las cajas de comida vacías… hasta las revistas sólo para hombres habían desaparecido.

Pero Isolda sí que estaba en casa. Todavía iba en albornoz, pero llevaba el pelo recogido y se había maquillado. Yo llevaba una pequeña cartera abierta, para poder sacar la pistola con rapidez.

– ¿Señor Rawlins? -dijo ella, mirando la cartera de piel marrón-. ¿Qué es esto?

– ¿Puedo entrar?

Sus labios gordezuelos se curvaron en una sonrisa, pero yo no sentí nada. Los jóvenes responden ante las mujeres puramente por instinto animal. Pero en la madurez, nuestra mente a veces es capaz de crear un cortocircuito para esos impulsos.

Fuimos hasta la ventana. Aunque el sol estaba bajo, una luz brillante procedía de un cartel luminoso de la calle. Ella me sirvió un té helado, que yo dejé en la mesita improvisada, cubierta con una sábana.

– Me sorprende que haya venido otra vez -dijo ella.

– ¿Por qué? -pregunté. Inspeccioné los rincones de la habitación. No parecía haber ningún lugar donde pudiera esconderse un hombre adulto.

– Estaba usted tan enfadado… ya sabe, por lo mío y de Brawly.

– Sí -dije-. Brawly. Por eso estoy aquí.