Выбрать главу

Mientras tanto, Fields comenzó a disponer un banquete en el famoso Union Club de Boston, antes incluso de que Houghton empezara a imprimir la traducción de Longfellow de la Divina Commedia, en tres volúmenes, que se presentó en las librerías como el acontecimiento literario de la temporada.

El día del banquete, Oliver Wendell Holmes pasó la tarde en la casa Craigie. George Washington Greene se había trasladado desde Rhode Island y también estaba presente.

– Sí, sí -le decía Holmes a Greene, refiriéndose a los muchos ejemplares que se llevaban vendidos de su segunda novela-. Son los lectores individuales los que importan, porque en sus ojos reside el mérito de escribir. Escribir no es la supervivencia de los más dotados, sino la supervivencia de los supervivientes. ¿Qué son los críticos? Hacen todo lo posible por desvalorizarme, para que no cuente… Y si yo no puedo soportar eso, entonces me lo merezco.

– Estos días habla usted como el señor Longfellow -dijo Greene, riendo.

– Supongo que sí.

Agitando un dedo, Greene se despojó de su corbatín blanco, liberando su fláccido cuello.

– Sólo necesito algo de aire. Eso es, sin duda -dijo, mientras se apoderaba de él un acceso de tos.

– Si pudiera hacerle mejorar, señor Greene, volvería a ejercer la medicina.

APUNTE HISTÓRICO

En 1865, Henry Wadsworth Longfellow, el primer poeta norteamericano que alcanzó verdadero reconocimiento internacional, puso en marcha en su casa de Cambridge, Massachusetts, un club para traducir a Dante. Los poetas James Russell Lowell y doctor Oliver Wendell Holmes, el historiador George Washington Greene y el editor James T. Fields colaboraron con Longfellow para completar la primera traducción íntegra de la Divina Commedia, realizada en el país. Los eruditos se opusieron tanto al conservadurismo literario, que protegía la posición dominante del griego y el latín en la universidad, como al autoctonismo cultural, que buscaba limitar la literatura norteamericana a obras locales, un movimiento estimulado pero no siempre encabezado por Ralph Waldo Emerson, amigo del círculo de Longfellow. En 1881, el club Dante original de Longfellow se convirtió oficialmente en Dante Society of America, con Longfellow, Lowell y Charles Eliot Norton como sus tres primeros presidentes.

Aunque previamente a este movimiento algunos intelectuales norteamericanos mostraron familiaridad con Dante, conseguida principalmente gracias a traducciones británicas de la Commedia, el público en general quedó más o menos al margen de la poesía de Dante. El hecho de que un texto italiano de la Commedia no parezca haber sido impreso en Norteamérica hasta 1867, el mismo año en que se publicó la traducción de Longfellow, invita a reflexionar sobre la expansión y el interés del texto. En sus interpretaciones de Dante, esta novela trata de mantenerse históricamente fiel a las figuras representadas y a sus contemporáneos, antes que a nuestras lecturas habituales.

En parte del lenguaje empleado y de los diálogos, El club Dante incorpora y adapta fragmentos de poemas, ensayos, novelas, diarios y cartas de los miembros del club y de las personas próximas a él. Mis propias visitas a las propiedades de los dantistas y a sus alrededores se complementaron con varias historias, planos, memorias y documentos relativos al año 1865 en Boston, Cambridge y la Universidad de Harvard. Relatos contemporáneos, en especial las memorias literarias de Annie Fields y de William Dean Howells, abrieron una insustituible ventana a las vidas cotidianas del grupo y permitieron hallar una voz para la textura narrativa de la novela, donde incluso los personajes secundarios están dibujados, siempre que es posible, a partir de personajes históricos que pudieron haber estado presentes en los acontecimientos narrados. Pietro Bachi, el desdichado lector de italiano de Harvard, en realidad representa una mezcla de Bachi y de Antonio Gallenga, otro de los primeros profesores de italiano en Boston. Dos miembros del club Dante, Howells y Norton, contribuyeron en gran medida a enriquecer mi perspectiva gracias a sus relatos sobre el grupo, aunque sólo hayan tenido ocasión de aparecer brevemente en esta historia.

Los asesinatos derivados de Dante no tienen fundamento histórico, pero los expedientes policiales y los archivos municipales documentan un súbito aumento de la tasa de asesinatos en Nueva Inglaterra inmediatamente después de la guerra civil, así como una corrupción muy extendida y alianzas clandestinas entre detectives y profesionales del crimen. Nicholas Rey es un personaje de ficción, pero se enfrenta a los desafíos reales de los primeros policías afroamericanos en el siglo xix, muchos de los cuales eran veteranos de la guerra civil y procedían de ambientes de mezcla racial. Una visión general de sus circunstancias puede hallarse en W. Marvin Dulaney: Black Police in America. La experiencia bélica de Benjamin Galvin deriva de las historias de los regimientos 10 y 13 de Massachusetts, así como de relatos de primera mano de otros soldados y de reportajes. Mi exploración del estado psicológico de Galvin estuvo especialmente guiada por el reciente estudio de Eric Dean, Shook over Hell, que insiste en demostrar la presencia de una perturbación causada por estrés postraumático en los veteranos de la guerra civil.

Aunque la intriga que afecta a los personajes de la novela es enteramente ficticia, puede tomarse nota de una anécdota no documentada de una temprana biografía del poeta James Russell Lowelclass="underline" un miércoles por la noche, se dice, una inquieta Fanny Lowell se negó a permitir que su marido saliera a la calle para acudir a una sesión del club Dante, de Longfellow, a menos que el poeta accediera a llevarse su fusil de caza, justificando su preocupación por una oleada de delitos no especificada que alcanzaba a Cambridge.

RECONOCIMIENTOS

Este proyecto tiene sus orígenes en una investigación académica providencialmente guiada por Lino Pertile, Nick Lolordo y el departamento de Literatura Inglesa y Norteamericana de Harvard. Tom Teicholz fue el primero en animarme a ahondar en este momento único en la historia de la literatura construyendo una trama narrativa.

La evolución de El club Dante desde el manuscrito hasta la novela dependió sobre todo de dos profesionales con talento e inspiración: mi agente, Suzanne Gluck, cuya extraordinaria dedicación, visión y amistad pronto se hicieron tan esenciales para el libro como sus personajes; y mi editor, Jon Karp, quien se sumergió completamente en dar forma y guiar el desarrollo de la novela con paciencia, generosidad y respeto.

Entre el origen y la conclusión, muchas personas aportaron su contribución y merecen mi gratitud. Por su fe e ingenio como lectores y consejeros: Julia Green, a mi lado sin reservas para cada nueva idea y cada obstáculo; Scott Weinger; mis padres, Susan y Warren Pearl, y mi hermano Ian, que encontró tiempo y energía para prestarme ayuda en todos los órdenes. Gracias también a los lectores Toby Ast, Peter Hawkins, Richard Hurowitz, Gene Koo, Julie Park, Cynthia Posillico, Lino y Tom; a los consejeros en varias materias Lincoln Caplan, Leslie Falk, Micah Green, David Korzenik y Keith Poliakoff. Gracias a Ann Godoff por su incansable apoyo; también, de Random House, mi reconocimiento a Janet Cooke, Todd Doughty, Janelle Duryea, Jake Greenberg, Ivan Held, Carole Lowenstein, Maria Massey, Libby McGuire, Tom Perry, Allison Saltzman, Carol Schneider, Evan Stone y Veronica Windholz; a David Ebershoff, de Modern Library; a Richard Abate, Ron Bernstein, Margaret Halton, Karen Kenyon, Betsy Robbins y Caroline Sparrow, de ICM; a Karen Gerwin y Emily Nurkin, de William Morris; y a Courtney Hodell, que animó el proyecto con celo y con sus dotes inventivas.

Mi investigación se vio auxiliada por las bibliotecas de Harvard y Yale, Joan Nordell, J. Chesley Mathews, Jim Shea, y Neil y Angelica Rudenstine, que me permitieron estudiar su casa (antes Elmwood), con Kim Tseko como guía. Por su extraordinaria ayuda en materia de entomología forense, hago extensivo mi agradecimiento a Rob Hall, Neal Haskell, Boris Kondratieff, Daniel Maiello, Morten Starkeby, Jeffrey Wells, Ralph Williams, y a Mark Benecke, en particular, por su asesoramiento y creatividad.