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Don Juan explicó que, empleando la conciencia acrecentada y a través de miles de años de tremendos esfuerzos, los brujos obtuvieron un conocimiento específico y al mismo tiempo incomprensible acerca del intento; y que habían pasado ese conocimiento de generación en generación hasta nuestros días. Dijo que la tarea principal de la brujería consiste en tomar ese incomprensible conocimiento y hacerlo comprensible al nivel de la conciencia cotidiana.

A continuación me explicó el papel que desempeña el guía en la vida de los brujos. Dijo que a un guía se le llama "nagual" y que el nagual es un hombre o una mujer dotado de extraordinaria energía; un maestro dotado de sensatez, paciencia e increíble estabilidad emocional; un brujo, al cual los videntes ven como una esfera luminosa con cuatro compartimentos, como si cuatro esferas luminosas estuvieran comprimidas unas contra las otras. Su extraordinaria energía les permite a los naguales intermediar; les permite ser un viaducto que canaliza y transmite, a quien fuera, la paz, la armonía, la risa, el conocimiento, directamente de la fuente, del intento. Son los naguales quienes tienen la responsabilidad de suministrar lo que los brujos llaman la "oportunidad mínima": el estar consciente de nuestra propia conexión con el intento.

Le manifesté que mi mente estaba asimilando todo lo que él decía, y que la única parte de su explicación que me confundía era el por qué se requería dos tipos de enseñanza. Yo podía ciertamente entender cuanto me decía acerca del mundo de los brujos, aunque él había calificado como muy difícil el proceso de entender ese mundo.

– A fin de recordar lo que estás percibiendo y entendiendo en estos momentos, necesitarás una vida entera -dijo- porque todo esto forma parte del conocimiento silencioso. En unos breves instantes habrás olvidado todo. Ese es uno de los insondables misterios de la conciencia de ser.

De inmediato, don Juan me hizo cambiar niveles de conciencia con una fuerte palmada en mi costado izquierdo, en el borde de las costillas. Al instante mí mente volvió a su estado normal. Perdí, a tal extremo mi extraordinaria claridad mental que ni siquiera pude recordar el haberla tenido.

El mismo don Juan me asignó la tarea de escribir sobre las premisas de la brujería. Al poco tiempo de haber empezado mi aprendizaje, me sugirió una vez que escribiera un libro, a fin de aprovechar las cantidades de notas que yo había acumulado sin noción alguna de qué hacer con ellas.

Argüí que la sugerencia era absurda porque yo no era escritor.

– Claro que no eres escritor -dijo-. Para escribir libros tendrás que usar la brujería. Primeramente tendrás que hacer una imagen mental de tus vaivenes en la brujería, como si estuvieras reviviéndolos; después tendrás que ensoñarlos: verlos en tus sueños; y luego tendrás que ensoñar el texto del libro que quieres escribir; tendrás que verlo en tus sueños. Para ti el escribir un libro no puede ser un ejercicio literario sino, más bien, un ejercicio de brujería.

Yo he escrito de este modo acerca de las premisas de la brujería, tal como don Juan me las explicó, dentro del contexto de sus enseñanzas.

En sus enseñanzas, desarrolladas por brujos de la antigüedad, existen dos categorías de instrucción. A una de ellas se le denomina "enseñanza para el lado derecho" y se la lleva a cabo en estados de conciencia cotidianos. A la otra se le llama "enseñanza para el lado izquierdo" y se la practica solamente en los estados de conciencia acrecentada.

Las dos categorías de instrucción permiten a los maestros adiestrar a sus aprendices en tres áreas: la maestría del estar consciente de ser, el arte del acecho y la maestría del intento. Estas tres áreas también se conocen como los tres enigmas que los brujos encuentran al buscar el conocimiento.

La maestría del estar consciente de ser, es el enigma de la mente; la perplejidad que los brujos experimentan al darse cabal cuenta del asombroso misterio y alcance de la conciencia de ser y la percepción.

El arte del acecho es el enigma del corazón; el desconcierto que sienten los brujos al descubrir dos cosas: una, que el mundo parece ser inalterablemente objetivo y real debido a ciertas peculiaridades de nuestra percepción; y la otra, que si se ponen en juego diferentes peculiaridades de nuestra percepción, ese mundo que parece ser inalterablemente objetivo y real, cambia.

La maestría del intento es el enigma del espíritu, el enigma de lo abstracto.

La instrucción proporcionada por don Juan en el arte del acecho y la maestría del intento se basaron en la instrucción del estar consciente de ser: una piedra angular que consiste de las siguientes premisas básicas:

1. El universo es una infinita aglomeración de campos de energía, semejantes a filamentos de luz que se extienden infinitamente en todas direcciones.

2. Estos campos de energía, llamados las emanaciones del Aguila, irradian de una fuente de inconcebibles proporciones, metafóricamente llamada el Aguila.

3. Los seres humanos están compuestos de esos mismos campos de energía filiforme. A los brujos, los seres humanos se les aparecen como unos gigantescos huevos luminosos, que son recipientes a través de los cuales pasan esos filamentos luminosos de infinita extensión; bolas de luz del tamaño del cuerpo de una persona con los brazos extendidos hacia los lados y hacia arriba.

4. Del número total de campos de energía filiformes que pasan a través de esas bolas luminosas, sólo un pequeño grupo, dentro de esa concha de luminosidad, está encendido por un punto de intensa brillantez localizado en la superficie de la bola.

5. La percepción ocurre cuando los campos de energía en ese pequeño grupo, encendido por ese punto de brillantez, extienden su luz hasta resplandecer aún fuera de la bola. Como los únicos campos de energía perceptibles son aquellos iluminados por el punto de brillantez, a este punto se le llama el "punto donde encaja la percepción" o, simplemente, "punto de encaje".

6. Es posible lograr que el punto de encaje se desplace de su posición habitual en la superficie de la bola luminosa, ya sea hacia su interior o hacia otra posición en su superficie o hacia fuera de ella. Dado que la brillantez del punto de encaje es suficiente, en sí misma, para iluminar cualquier campo de energía con el cual entra en contacto, el punto, al moverse hacia una nueva posición, de inmediato hace resplandecer diferentes campos de energía, haciéndolos de este modo percibibles. Al acto de percibir de esa manera se le llama ver.

7. La nueva posición del punto de encaje permite la percepción de un mundo completamente diferente al mundo cotidiano; un mundo tan objetivo y real como el que percibimos normalmente. Los brujos entran a ese otro mundo con el fin de obtener energía, poder, soluciones a problemas generales o particulares, o para enfrentarse con lo inimaginable.

El intento es la fuerza omnipresente que nos hace percibir. No nos tornamos conscientes porque percibimos, sino que percibimos como resultado de la presión y la intromisión del intento.

9. El objetivo final de los brujos es alcanzar un estado de conciencia total y ser capaces de experimentar todas las posibilidades perceptuales que están a disposición del hombre. Este estado de conciencia implica asimismo, una forma alternativa de morir.