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Mick.-Vamos a ver: ¿qué te traes entre manos?

TELÓN

ACTO SEGUNDO

Unos segundos más tarde.

Mick está sentado; Davies está en el suelo, medio sentado, encogido.

Silencio.

Mick.-Bueno, tú dirás.

Davies.-Nada, nada. Nada. (Cae una gota en el balde. Los dos miran hacia arriba. Mick vuelve a mirar a Davies.)

Mick.-¿Cómo te llamas?

Davies.-No le conozco. ¿Quién es usted? (Pausa.)

Mick.-¿Eh?

Davies.-Jenkins.

Mick.-¿Jenkins?

Davies.-Sí.

Mick.-Jen… kins. (Pausa.) ¿Has dormido aquí esta noche?

Davies.-Sí.

Mick.-¿Dormiste bien?

Davies.-Sí.

Mick.-Me alegro. Encantado de conocerte. (Pausa.) ¿Cómo has dicho que te llamabas?

Davies.-Jenkins.

Mick.-¿Cómo?

Davies.-¡Jenkins! (Pausa.)

Mick.-Jen… kins. (Cae una gota en el balde. Davies levanta los ojos y lo mira.) Me recuerdas al hermano de mi tío. Siempre andaba por ahí. Nunca sin su pasaporte. Le gustaban las chicas. Era un tipo parecido a ti. Un poco atlético. Especialista en saltos de longitud. Solía hacernos exhibiciones en el cuarto de estar cuando se acercaba la Navidad. Tenía una debilidad por los cacahuetes… Eso es lo que le pasaba. Era su debilidad. En tratándose de cascajo nunca decía basta. Cacahuetes, nueces, nueces del Brasil, pero nunca comía tarta de frutas, ni tocarlas. Tenía un cronómetro estupendo. Lo afanó en Hong Kong. Al día siguiente le expulsaron del Ejército de Salvación. Era el número cuatro en las reservas de Beckenham. Esto era antes que le dieran la medalla de oro. Tenía la graciosa costumbre de llevar su violín a la espalda. Como un papúa. Creo que tenía algo de piel roja. A decir verdad, nunca he averiguado cómo llegó a ser hermano de mi tío. A menudo he pensado si no sería al revés. Quiero decir, si mi tío no sería su hermano y él mi tío. Pero nunca le he llamado tío. Siempre le he llamado Sid. Mi madre también le llamaba Sid. Un asunto curioso. Se parecía a ti como una gota de agua a otra. Se casó con un chino y se fue a Jamaica. (Pausa.) Espero que hayas dormido bien esta noche.

Davies.-¡Oiga! ¿Quién es usted?

Mick.-¿En qué cama has dormido?

Davies.-Oiga, vamos a ver…

Mick.-¿Eh?

Davies.-En esa.

Mick.-¿No en la otra?

Davies.-No.

Mick.-Caprichoso. (Pausa.) ¿Te gusta mi cuarto?

Davies.-¿Su cuarto?

Mick.-Sí.

Davies.-Esta no es su habitación. No sé quién es usted. Nunca le había visto.

Mick.-Eres muy dueño de creerlo o no, pero ¿sabes que tienes un parecido muy chocante con un tipo que conocí en Shoredich? En realidad, vivía en Aldgate. Yo estaba pasando unos días con un primo en Camden Town. Ese tipo tenía un cuartucho en Finsbury Park, tocando a la estación de los autobuses. Cuando trabamos amistad, supe que se había criado en Putney. Esto no afectó en nada nuestras relaciones. Conozco mucha gente que ha nacido en Putney. Y si no en Putney, en Fulham. Lo malo era que no había nacido en Putney, sino que allí sólo se había criado. Después me enteré que había nacido en Caledonian Road, un poco antes de llegar a Nag's Head. Su madre, ya vieja, vivía todavía en Angel. Todos los autobuses pasaban por delante de su puerta. Podía tomar el treinta y ocho, el quinientos ochenta y uno, el treinta o el treinta A; la llevaban por la carretera de Essex hasta Dalston Junction en un momento. Claro, también podía tomar un treinta y la llevaba, vía Upper Street, a Highbury Corner, y bajaba luego hasta la catedral de San Pablo, pero al final siempre la dejaba en Dalston Junction. Yo, cuando iba a trabajar, solía dejar la bicicleta en su jardín. Sí, fue un asunto curioso. Era tu misma imagen. Algo más grande la nariz, pero cosa de nada. (Pausa.) ¿Has dormido aquí esta noche?

Davies.-Sí.

Mick.-¿Dormiste bien?

Davies.-¡Sí!

Mick.-¿Has tenido que levantarte por la noche?