Rand decidió que era mejor no preguntar en qué se habrían diferenciado entonces de Alanna. Evidentemente, ella sí veía una diferencia. Min se puso de rodillas en la cama y le asió la cara con las manos.
—Escúchame, Rand al’Thor. No permitiré que mueras. Y, si lo consigues sólo por llevarme la contraria, iré en pos de ti y te traeré de vuelta. —De repente él sintió dentro de su mente una gruesa veta de hilaridad que se filtraba a través de la seriedad, y la voz de Min asumió un tono de fingida severidad—. Y después te haré volver aquí, a vivir en Far Madding. Te obligaré a dejarte crecer el cabello hasta la cintura y te lo recogeré con un pasador de piedras de luna.
Rand le sonrió. Todavía conseguía hacerlo sonreír.
—No sabía que hubiese un destino peor que la muerte, pero ése encaja bien.
Alguien llamó a la puerta, y Min se quedó paralizada. En una muda pregunta articuló en silencio el nombre de Alanna. Rand asintió y, para su sorpresa, Min lo empujó sobre las almohadas y se echó encima de su pecho. Se retorció hacia un lado y alzó la cabeza, y Rand comprendió que intentaba verse en el espejo del lavabo. Finalmente encontró una posición que le gustaba, tendida a medias sobre él, con una mano tras su nuca y la otra junto a su propia cara, encima de su pecho.
—Adelante —contestó.
Cadsuane entró en la habitación y se detuvo para mirar ceñuda el cuchillo clavado en la puerta. Con el vestido de fino paño verde y una capa forrada en piel, sujeta por el broche de plata al cuello, habría pasado por una mercader próspera o una banquera, aunque los pájaros y las flores, las estrellas y las lunas doradas que colgaban del moño canoso en lo alto de su cabeza habrían resultado ostentosos en cualquiera de los dos casos. No llevaba el anillo de la Gran Serpiente, de modo que daba la impresión de que hacía cierto esfuerzo para no llamar la atención.
—¿Habéis estado discutiendo, pequeños? —preguntó suavemente.
Rand casi pudo sentir a Lews Therin quedarse inmóvil, como un felino de montaña agazapado en las sombras; era casi tan cauteloso con esa mujer como él. Sonrojada, Min se incorporó precipitadamente y se alisó el vestido con gesto furioso.
—¡Dijiste que era ella! —dijo en tono acusador, justo en el momento en que Alanna entraba. Cadsuane cerró la puerta.
Alanna miró una vez a Min y se desentendió de ella para enfocar toda su atención en Rand. Sin quitar los oscuros ojos de él, se despojó de la capa y la echó sobre una de las sillas. Sus manos reposaron sobre la falda gris oscura, y asieron los pliegues con fuerza. Tampoco ella llevaba el anillo de Aes Sedai. Desde el instante en que sus ojos se posaron en Rand, éste percibió gozo a través del vínculo. Todo lo demás continuaba allí —el nerviosismo, la furia—, ¡pero jamás esperó que la mujer sintiese alegría! Sin cambiar de postura, tendido en la cama, cogió la flauta y jugueteó con ella.
—¿Debo sorprenderme de veros, Cadsuane? Aparecéis de repente cuando no quiero veros demasiado a menudo para mi gusto. ¿Quién os enseñó a Viajar? —Tenía que tratarse de eso. En cierto momento Alanna había sido una vaga percepción al borde del pensamiento, y al siguiente surgía a la vida con plena fuerza dentro de su cabeza. Al principio había pensado que era ella la que había aprendido a Viajar de algún modo, pero al ver a Cadsuane comprendió su error.
Alanna apretó los labios, e incluso Min pareció desaprobar sus palabras. Las emociones que fluían de una saltaban y resbalaban a lo largo del vínculo de Guardián, y en la otra ahora sólo había rabia mezclada con deleite. ¿Por qué sentía alegría Alanna?
—Todavía con menos modales que una cabra, por lo que veo —comentó secamente Cadsuane—. Chico, no creo necesitar tu permiso para visitar el lugar de mi nacimiento. En cuanto a Viajar, no es asunto tuyo dónde o cuándo he aprendido nada. —Se desabrochó la capa, guardó el pasador en el cinturón, a mano, y dobló la prenda sobre un brazo como si realizar aquello adecuadamente fuese mucho más importante que él. En su voz sonó un timbre de irritación—. Me has enjaretado un montón de compañeros de viaje, sea de un modo u otro. Alanna estaba tan desesperada por verte de nuevo que sólo un corazón de piedra se habría negado a traerla, y Sorilea dijo que algunas de las otras que te juraron lealtad no servirían para nada a menos que se les permitiese acompañar a Alanna, así que he acabado trayendo también a Nesune, Sarene, Erian, Beldeine y Elza. Por no mencionar a Harine, además de su hermana, esa Detectora de Vientos suya. No sabía si desmayarse, gritar o morder a alguien cuando se enteró de que Alanna salía a la calle para encontrarte. Y están esos tres amigos tuyos de chaqueta negra. Ignoro hasta qué punto tendrán ganas de verte, pero también se encuentran aquí. En fin, ahora que te hemos localizado, puedo mandarte a las mujeres de los Marinos y a las hermanas y dejar que te ocupes de ellas.
Rand se incorporó de un brinco, mascullando un juramento.
—¡No! ¡Mantenedlas lejos de mí!
—Te he advertido anteriormente respecto a tu lenguaje —adujo Cadsuane, que estrechó los ojos—. No volveré a advertírtelo. —Lo miró ceñuda un instante más y después asintió, como si pensara que él había aprendido bien la lección—. Veamos, ¿qué te hace pensar que puedes decirme lo que debo hacer, chico?
Rand entabló una batalla consigo mismo. No podía impartir órdenes allí. Y nunca había sido capaz de ordenar nada a Cadsuane en ningún sitio. Min afirmaba que necesitaba a esa mujer, que ella le enseñaría algo que debía aprender; pero, si acaso, aquello sólo conseguía que se sintiese más inquieto con ella.
—Quiero acabar los asuntos que me han traído aquí y marcharme sin meter jaleo —respondió al cabo—. Si se lo decís, al menos aseguraos de que entienden que no puedo permitirme el lujo de dejar que se acerquen a mí. No hasta que esté preparado para marcharme. —La mujer enarcó una ceja, esperando, y Rand inhaló hondo. ¿Por qué tenía que ponerle siempre las cosas tan difíciles?—. Apreciaría mucho que no le dijeseis a ninguno dónde me encuentro. —De mala gana, muy a regañadientes, añadió—: Por favor.
Min soltó el aire como si hubiese estado conteniendo la respiración.
—Bien —dijo Cadsuane al cabo de un momento—. Puedes comportarte con buenos modales cuando te lo propones, aun cuando lo hagas con un gesto como si tuvieses dolor de muelas. Supongo que puedo guardarte el secreto, de momento. Ni siquiera todos ellos saben que te encuentras en la ciudad. Ah, sí. Debería decirte que Merise ha vinculado a Narishma, Corele a Damer y el joven Hopwil es de Daigian.
Expuso aquello como si fuera una información sin importancia que se le hubiese pasado por alto. Rand soltó una palabrota, esta vez en voz alta, no entre dientes, y Cadsuane le asestó tal bofetón que por poco no le desencaja la mandíbula y que hizo que aparecieran puntos negros ante sus ojos. Una de las mujeres soltó una exclamación ahogada.
—Te lo dije —adujo plácidamente Cadsuane—. No más advertencias.
Min dio un paso hacia él, pero Rand sacudió levemente la cabeza. Aquello lo ayudó a aclarar los puntitos oscuros de su vista. Deseaba frotarse la mandíbula, pero mantuvo las manos a los costados. Tuvo que esforzarse para aflojar los dedos que sujetaban la flauta. En cuanto a Cadsuane, era como si lo de la bofetada no hubiese ocurrido en ningún momento.
—¿Por qué accedieron Flinn y los otros a que los vinculasen? —demandó Rand.
—Pregúntales cuando los veas —repuso ella—. Min, supongo que Alanna desea estar sola con él un rato. —Se volvió hacia la puerta sin esperar respuesta de la joven y añadió—: Alanna, te espero abajo, en la Sala de Mujeres. No tardes. Quiero regresar a Las Cumbres. Min…
La muchacha lanzó una mirada furibunda a Alanna, otra a Rand, y después levantó las manos y fue en pos de Cadsuane mascullando algo entre dientes. Cerró de un portazo al salir.
—Me gustas más con el pelo de tu color. —Alanna se cruzó de brazos y lo observó atentamente. La rabia y la alegría luchaban entre sí a través del vínculo—. Había esperado que encontrándome más cerca de ti sería mejor, pero sigues siendo como una piedra en mi cabeza. Aun estando ahí de pie, casi no puedo saber si estás molesto o no. Con todo, estar aquí es mejor. Me desagrada permanecer separada de un Guardián tanto tiempo.