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La joven y regordeta doncella que acababa de dejar una gran bandeja de plata sobre un aparador parpadeó y miró a Mellar con los ojos muy abiertos, antes de acordarse de hacer una reverencia y marcharse. Elayne mantuvo la sonrisa hasta que la puerta se hubo cerrado. Estaba dispuesta a hacer cualquier cosa que sirviera para que su bebé no corriera peligro. En la bandeja había vino caliente con especias, para los demás; para ella, un té flojo. En fin, por lo menos estaba caliente.

—Tuve mucha suerte —dijo con un suspiro Merilille una vez que se hubo sentado; echó una ojeada vacilante a Mellar por encima de la copa de vino. Conocía la historia de cómo había salvado la vida a Elayne, pero se había marchado antes de que los rumores empezaran—. Resultó que Reanne había abierto el acceso a menos de ocho kilómetros del lugar donde acampan las gentes de las Tierras Fronterizas. No se han movido de allí desde que llegaron. —Encogió la nariz—. De no ser por el tiempo, el hedor de las letrinas y del estiércol de caballo sería insoportable. Tenías razón, Elayne. Los cuatro dirigentes están allí, en cuatro campamentos separados por unos pocos kilómetros. Cada cual cuenta con un ejército. Encontré a los shienarianos el primer día, y desde entonces casi todo el tiempo lo he dedicado a hablar con Easar de Shienar y con los otros tres. Nos reuníamos en un campamento diferente cada día.

—Y también dedicaríais algo de tiempo a observar, espero —adujo respetuosamente Birgitte desde la chimenea. Se mostraba respetuosa con todas las Aes Sedai salvo con aquella con que estaba vinculada—. ¿Cuántos son?

—Imagino que no sabréis la cifra exacta —intervino Mellar, cuya actitud denotaba que no esperaba otra cosa. Por una vez su rostro estrecho no sonreía. Con la mirada fija en la copa, se encogió de hombros—. No obstante, cualquier cosa que vieseis podría ser de utilidad. Si son muchos, a lo mejor se mueren de hambre antes de que representen una amenaza para Caemlyn. El ejército más grande del mundo se reduce a un número de cadáveres andantes si no se cuenta con vituallas ni forraje.

Se echó a reír, y Birgitte le lanzó una mirada sombría, pero Elayne levantó ligeramente la mano junto al costado, una señal para que la otra mujer guardara silencio.

—No andan sobrados de suministros, capitán —dijo fríamente Merilille, que se sentó más derecha a pesar de su evidente cansancio—, pero tampoco pasan hambre. Yo no contaría con la inanición para vencerlos, llegado el caso. —Después de haber pasado un tiempo alejada de las Atha’an Miere, sus grandes ojos ya no tenían una expresión de sobresalto perpetuo; y, a despecho de su sosegada compostura de Aes Sedai, resultaba evidente que había decidido que Doilin Mellar no le caía bien, hubiese salvado la vida de quien fuera—. En cuanto a su número, yo calculo que algo más de doscientos mil, y dudo mucho que nadie, a excepción de sus propios oficiales, tenga una cifra más exacta que ésa. Aun con hambre, ésas son muchas espadas.

Mellar repitió el gesto de encogerse de hombros, sin alterarse por las miradas severas de la Aes Sedai.

La delgada Gris no volvió a mirarlo pero tampoco hizo caso omiso de él de un modo obvio; en lo concerniente a ella, fue como si el hombre se hubiese convertido en una pieza más del mobiliario.

—Hay al menos diez hermanas con ellos, Elayne —prosiguió—, aunque hicieron un gran esfuerzo en ocultar ese detalle. No son partidarias de Egwene, diría yo, pero eso no significa que tengan que serlo de Elaida. Me temo que son muchas las hermanas que parecen haberse sentado a un lado hasta que los problemas de la Torre se hayan resuelto. —Volvió a suspirar, quizás esta vez no debido al cansancio.

Con una mueca, Elayne dejó la taza de té. No habían subido miel, y no le gustaba amargo.

—¿Qué quieren, Merilille? Los dirigentes, no las hermanas. —La presencia de diez Aes Sedai en aquel ejército lo hacía diez veces más peligroso, en especial para Rand. No, para cualquiera—. No han estado todo ese tiempo sentados ahí fuera, en la nieve, por gusto.

La Gris extendió ligeramente sus esbeltas manos.

—A largo plazo, sólo puedo hacer suposiciones. A corto plazo, quieren reunirse contigo, y lo antes posible. Enviaron mensajeros a Caemlyn cuando llegaron a Nueva Braem, pero en esta época del año puede pasar otra semana o más antes de que lleguen aquí. A Tenobia de Saldaea se le escapó, o fingió que se le escapaba, que saben que tienes cierta conexión, o al menos cierta relación, con cierta persona en la que también tienen interés, al parecer. De algún modo, se han enterado de tu presencia en Falme cuando ocurrieron ciertos acontecimientos. —Mellar frunció el entrecejo, desconcertado, pero nadie le aclaró nada—. No quise revelar el asunto de Viajar debido a esas hermanas, pero dije que podría volver pronto con una respuesta.

Elayne intercambió una mirada con Birgitte, que también se encogió de hombros, aunque en su caso no fue por indiferencia ni por desdén. El mayor obstáculo en las esperanzas de Elayne de utilizar al ejército de las Tierras Fronterizas para influir en sus oponentes al trono había sido cómo ponerse en contacto con unos dirigentes entronizados siendo ella simplemente la Cabeza Insigne de Trakand y la hija heredera de una reina difunta. El gesto de Birgitte daba a entender que debía darse por satisfecha de que se hubiese despejado el obstáculo, pero Elayne se preguntaba cómo se habían enterado esas gentes de las Tierras Fronterizas de cosas que muy pocos sabían. Y, si era así, ¿de cuántas más estaban enterados? Protegería al hijo que llevaba en las entrañas.

—¿Te importaría regresar allí de inmediato, Merilille? —preguntó. La otra hermana accedió con prontitud y abriendo ligeramente los ojos, lo que sugería que aguantaría cualquier cosa con tal de no tener que volver con las Detectoras de Vientos un poco más de tiempo—. En tal caso, iremos juntas. Si quieren reunirse pronto conmigo, hoy es un buen momento.

Sabían demasiado para retrasarlo. No podía permitir que hubiese nada que amenazara a su hijo. ¡Nada!

27

Sorprender a reinas y reyes

Ni que decir tiene que era más sencillo decir que se marchaba que hacerlo.

—Eso no es prudente —manifestó Aviendha en un tono severo mientras Merilille salía para asearse. En realidad, la Gris salió disparada, con aire de estar alerta por si aparecía alguna de las Atha’an Miere. Cuando una hermana de la posición de Elayne decía que debía ir a algún sitio, Merilille obedecía. Con los brazos cruzados y el chal ceñido a la manera de las Sabias, Aviendha se quedó de pie junto al escritorio, donde se había sentado Elayne—. Es una insensatez.

—¿Prudencia? —gruñó Birgitte, plantada con los pies separados y puesta en jarras—. ¿Sensatez? ¡No sabría lo que son aunque las tuviese delante de las narices! ¿Por qué esas prisas? Deja que Merilille haga lo que es el trabajo de las Grises: que acuerde un encuentro para parlamentar dentro de unos días, o una semana. Las reinas detestan que se las sorprenda, y los reyes lo desprecian. Créeme, lo sé por propia experiencia. Encuentran el modo de hacer que uno lo lamente. —El vínculo de Guardián reflejaba fielmente la ira y la frustración de la mujer.

—Pero es que lo que quiero es cogerlos por sorpresa, Birgitte. Podría ayudarme a descubrir cuánto saben sobre mí. —Torció el gesto y retiró la hoja en la que había caído una gota de tinta; sacó otra nueva de la caja de palo rosa con incrustaciones. La anterior debilidad había desaparecido con las noticias de Merilille, pero escribir con letra firme y clara le resultaba difícil. Además, era preciso que la redacción fuese correcta. No iba a ser una misiva de la hija heredera de Andor, sino de Elayne Trakand, Aes Sedai del Ajah Verde. Tenían que ver lo que ella quería que vieran.