—¿Audiencia? —repitió Tenobia con incredulidad, tanto que se paró a medias de sentarse. La silla de campamento crujió cuando se dejó caer en ella—. ¡Nadie «solicitó audiencia»! ¡Aun en el caso de que ya fuese vuestro el trono de Andor…!
—Centrémonos en el tema, Tenobia —la interrumpió suavemente Paitar, que en lugar de sentarse continuó de pie y bebiendo un sorbo de vino de vez en cuando. Elayne se alegró de poder ver aquellas arrugas en su cara; en caso contrario, esa voz podría confundir los pensamientos de una mujer.
Ethenielle lanzó otra rápida mirada a Tenobia mientras se sentaba, y masculló algo entre dientes. A Elayne le pareció oír la palabra «matrimonio» con un tono pesaroso, pero eso no tenía sentido. En cualquier caso, la mujer se dirigió a Elayne tan pronto como hubo tomado asiento.
—Seguramente me gustaría vuestra ferocidad en otro momento, Elayne Sedai, pero no resulta muy divertido caer en una emboscada que uno de los propios aliados ha contribuido a tender. —Tenobia se puso ceñuda a pesar de que Ethenielle ni siquiera volvió aquellos ojos penetrantes en su dirección—. Lo que ocurrió en Falme no es tan importante como lo que resultó de ello —continuó la reina de Kandor—. No, Paitar, tenemos que decirle lo que debemos decirle. Ya sabe demasiado para actuar de otro modo. Sabemos que fuisteis compañera del Dragón Renacido en Falme, Elayne. Una amiga, quizá. Tenéis razón, no hemos venido a invadiros, sino a encontrar al Dragón Renacido. Y hemos recorrido tan larga distancia para encontrarnos con que nadie sabe dónde se encuentra. ¿Sabéis dónde está?
Elayne ocultó su alivio ante la pregunta directa. Nunca se lo habrían preguntado si hubieran pensado que era algo más que una compañera o una amiga. También ella podía ser directa. Atacar y seguir atacando.
—¿Por qué queréis encontrarlo? Emisarios o mensajeros habrían podido llevar cualquier cosa que quisieseis enviarle. —Lo cual venía a significar que para qué habían traído consigo tan vastos ejércitos.
Easar no había cogido vino, y estaba puesto en jarras.
—La guerra contra la Sombra se combate a lo largo de la Llaga —manifestó, severo—. La Última Batalla se combatirá en la Llaga, si no en el propio Shayol Ghul. Y él hace caso omiso de las Tierras Fronterizas y se preocupa por naciones que no han visto un Myrddraal desde la Guerra de los Trollocs.
—El Car’a’carn decide dónde danzar las lanzas, hombre de las tierras húmedas —repuso con sorna Aviendha—. Si lo seguís, entonces tenéis que combatir donde él diga.
Nadie la miró. Todos los ojos estaban prendidos en Elayne. Nadie aprovechó la oportunidad ofrecida por Aviendha.
Elayne se obligó a respirar sosegadamente y a sostener aquellas miradas sin pestañear. Un ejército de las Tierras Fronterizas era una trampa demasiado grande para que la tendiese Elaida con el único propósito de atraparla, pero para atrapar a Rand al’Thor, el Dragón Renacido, era otro cantar. Merilille rebulló sobre la silla, si bien tenía instrucciones, por lo cual continuó callada. Daba igual cuántos tratados había negociado la hermana Gris: una vez que Elayne hubiese empezado a hablar, ella tenía que guardar silencio. La seguridad fluyó a lo largo del vínculo con Birgitte. La percepción de Rand en su mente era una piedra, indescifrable y distante.
—¿Conocéis la proclama de la Torre Blanca respecto a él? —inquirió sosegadamente. Tenían que estar enterados a estas alturas.
—La Torre impone anatema sobre cualquiera que se acerque al Dragón Renacido salvo por mediación de la Torre —contestó Paitar en un tono igualmente tranquilo. Por fin tomó asiento y la miró con expresión seria—. Sois Aes Sedai. Sin duda eso viene a ser lo mismo.
—La Torre se entremete en todo —rezongó Tenobia—. No, Ethenielle, ¡pienso decirlo! Todo el mundo sabe que la Torre está dividida. ¿A quién seguís, Elayne, a Elaida o a las rebeldes?
—El mundo rara vez sabe lo que cree que sabe —intervino Merilille en un tono que pareció bajar la temperatura dentro de la tienda. La menuda mujer que corría cuando Elayne le ordenaba algo y que chillaba cuando las Detectoras de Vientos la miraban, estaba sentada muy derecha y hacía frente a Tenobia como una Aes Sedai, su terso rostro tan gélido como su voz—. Los asuntos de la Torre sólo son para las iniciadas, Tenobia. Si quieres enterarte, pide la inscripción de tu nombre en el libro de novicias, y dentro de veinte años quizá sepas un poco.
Su Preclara Majestad, Tenobia si Bashere Kazadi, Escudo del Norte y Espada de la Frontera de la Llaga, Cabeza Insigne de la casa Kazadi, señora de Shahayni, Asnelle, Kunwar y Ganai, miró a Merilille con toda la furia de una tempestad… y no dijo nada. El respeto de Elayne por ella aumentó ligeramente.
La desobediencia de Merilille no le disgustó. La había salvado de contestar con evasivas mientras daba a entender que decía sólo la verdad. Egwene afirmaba que tenían que tratar de vivir como si ya hubiesen prestado los Tres Juramentos, y en esos momentos Elayne sentía todo su peso. En ese instante no era la hija heredera de Andor luchando para reclamar el trono de su madre; o, al menos, no sólo eso. Era una Aes Sedai del Ajah Verde, con más motivos para ser cuidadosa con lo que decía que para ocultar simplemente lo que quería que permaneciese oculto.
—No puedo deciros exactamente dónde está. —Verdad, porque sólo habría podido darles una dirección vaga, más o menos hacia Tear, y a una distancia desconocida; verdad, porque no confiaba en ellos lo suficiente ni siquiera para eso. Tenía que ser prudente con lo que decía y cómo—. Sé que al parecer se propone quedarse donde esté durante un tiempo. —Hacía días que no se movía y, desde que se había marchado, era la primera vez que permanecía en un sitio más de medio día—. Os diré lo que me sea posible, pero sólo si accedéis a marcharos hacia el sur antes de una semana. De todos modos, se os agotará la cebada como se os ha agotado la carne si continuáis aquí mucho más tiempo. Os prometo que así marcharéis hacia el Dragón Renacido. —Al principio, al menos.
—¿Queréis que entremos en Andor? —Paitar sacudió la calva cabeza—. Elayne Sedai… ¿O debería llamaros lady Elayne ahora? Os deseo la bendición de la Luz en vuestra empresa de lograr la corona de Andor, pero no tanto como para ofrecer mis hombres para que luchen por ella.
—Elayne Sedai y lady Elayne son la misma persona —respondió—. No os pido que luchéis por mí. En realidad, espero de todo corazón que crucéis Andor sin que se produzca la menor escaramuza. —Levantó la copa de plata y se mojó los labios sin beber el vino.
Un destello de precaución surgió a través del vínculo de Guardián y, a despecho de sí misma, Elayne se echó a reír. Aviendha, que la observaba por el rabillo del ojo, frunció el entrecejo. Aun entonces iban a cuidar de la futura madre.
—Me alegro de que alguien encuentre esto divertido —dijo secamente Ethenielle—. Intenta pensar como un habitante del sur, Paitar. Aquí practican el Juego de las Casas, y creo que ella es una buena jugadora. Es lo lógico, supongo. Siempre he oído decir que fueron Aes Sedai quienes crearon el Da’es Daemar.
—Piensa en tácticas, Paitar. —Easar estudiaba a Elayne con un atisbo de sonrisa—. Nos movemos hacia Caemlyn como invasores, así es como lo entenderá cualquier andoreño. Puede que el invierno sea suave aquí, pero aun así tardaremos semanas en recorrer esa distancia. Para cuando lo hagamos, ella habrá reunido suficientes casas andoreñas contra nosotros y, en su caso, ya tendrá el Trono del León, o andará cerca. Como mínimo, habrá tropas suficientes puestas a su servicio para que ningún otro aspirante pueda resistir mucho contra ella.