"Yama se restregó la barba y dijo:
"-Nunca debe matarse sino en caso de extrema necesidad. (Se refería al oficial asesinado por Leonesa.)
"-Precisamente, ése fue un caso de extrema necesidad.
"Yama encendió un cigarrillo, y con expresión somnolenta contempló las volutas. El único que podía servirle era René Vasonier. René Vasonier era primer oficial de La Nuit, un paquete de diez mil toneladas que hacía el servicio de cabotaje entre Tánger y El Cairo. René no lo conocía al nieto de Raisuli, pero el caudillo árabe conocía las actividades del primer oficial. Éste contrabandeaba haschich y se dedicaba a la trata de blancas como agente de Giacomo Nigro en toda la costa mediterránea. El capitán del buque no sospechaba estas actividades extrañas de su primer oficial. El contrabando de haschich o mujeres se efectuaba de esta manera:
"A medianoche, por el agujero de la cadena del ancla izquierda, se desprendía una escalerilla de cuerda y un hombre trepaba por la escalerilla, y en el escobén por donde salía la cadena del ancla arrojaba los paquetes de haschich. Las mujeres entraban por la borda y, semejantes a un torpedo, eran introducidas en el tubo por donde pasaba la cadena del ancla. El refugio era seguro: el capitán de La Nuit, en el período de diez años que comandaba la nave, no había utilizado ni una sola vez el ancla izquierda de la nave. Ésta se había convertido en una superflua decoración del buque.
"Precisamente, La Nuit hacía dos días que había anclado en Tánger. Yama examinó a la espía y le dijo:
"-¿Te atreverías a viajar embutida en un tubo de acero?
"-¿Un tubo de acero?
"El nieto de Raisuli le explicó de lo que se trataba. Leonesa, atentísima, escuchaba. "-¿Es seguro?
"-Todos los viajes el oficial lleva y trae. Unas veces es haschich y otras mujeres.
"-Perfectamente; háblalo a ese hombre.
"Y ésta es la razón por la cual al día siguiente René Vasonier acudió a la tienda del fotógrafo judío, se hizo fotografiar ostentosamente y luego escuchó una historia sobre Leonesa, de la cual no creyó una palabra. Pero el fotógrafo le entregó un '' paquete con cinco mil francos y dijo:
"-Yama Mohamed, el nieto de Raisuli, te recomienda esa mujer.
"René Vasonier comprendió que el destino de todos sus futuros negocios estaba entre las manos de aquel hombre, y entonces gravemente respondió:
"-Díle a tu señor Mohamed que toda la policía de Inglaterra no sería capaz de impedir que esa mujer entrara a El Cairo.
"El fotógrafo continuó:
"-Vendrás esta tarde a buscar las fotografías, y entonces te diré lo que hay que hacer.
"La noche de ese mismo día, faltaba poco para amanecer, un bote se deslizó junto a La Nuit; una escalerilla de cuerda se desprendió de un costado oscuro de la popa, y Leonesa, envuelta en un impermeable con capuchón, subió al buque. El primer oficial en persona la esperaba. Bajaron unas escalerillas, se deslizaron a lo largo de recalentados corredores de chapas de hierro y después de atravesar una galería de la sentina llegaron al tubo de la cadena del ancla.
"-Será sumamente molesto -dijo el oficial-, pero es el único lugar del buque que jamás revisará la policía.
"Leonesa le escuchaba grave.
"-A medianoche le traeré siempre los alimentos. Entre al tubo, no de cabeza, sino por los pies. ¿Quiere que le deje haschich para olvidarse del tiempo?
"-No.
"-Entre. Mañana zarparemos a primera hora.
"La Nuit debía salir de Tánger a las siete de la mañana, pero a las cinco, inopinadamente, se presentó la policía francesa. Les acompañaban dos oficiales de policía inglesa y un empleado de la embajada. El buque fue revisado escrupulosamente, pero a nadie se le ocurrió mirar en el tubo del ancla.
"Cuando Yama Mohamed escuchó el informe de la revisión del buque, sonrió satisfecho. Leonesa se había salvado. Sería extraordinariamente útil a la causa del nacionalismo árabe. En El Cairo podría reorganizar el servicio de espionaje del movimiento, que había sido quebrado por numerosas detenciones.
"Leonesa entraba y salía de su redondo escondite negro como un topo de las galerías subterráneas. Durante el día le estaba absolutamente prohibido salir del tubo de acero; por la noche se deslizaba fuera de él, el cuerpo marcado por los eslabones de la cadena del ancla, los huesos adoloridos.
"Más de una vez había estado tentada a pedirle haschich al oficial, pero pensaba que una noche René Vasonier se presentaría diciéndole:
"-Hemos llegado. Salga. -Y entonces ella respiraría el aire puro de la noche, abandonaría para siempre esa sepultura de acero en cuyas tinieblas redondeadas reposaba como un cadáver.
"Cuando estaba tendida en el interior del tubo de la cadena del ancla no podía revolverse casi. Estaba separada de los eslabones por una pequeña franja de lona. Dormía o meditaba extendiendo sus planes en el futuro, dentro de todas las probabilidades que le ofrecía su existencia de espía.
"René Vasonier se había insinuado una vez para hacerle más agradable el viaje durante la noche, pero Leonesa escuchó sus palabras amables con indiferencia. El hombre le resultaba desagradable. René Vasonier no se atrevió a insistir. Tras ella estaba, tiesa y amenazadora, la figura de Yama Mohamed, el nieto de Raisuli. Leonesa le pidió cigarrillos, whisky, y él se los trajo. A partir del cuarto día de viaje, Leonesa comenzó a embriagarse sistemáticamente. Sólo así era posible vivir dentro del tubo de acero, cuya glacial vibración se comunicaba a todo su cuerpo como el resuello de un monstruo que estuviera digiriéndola en su estómago de tinieblas.
"A veces se detenían en puertos, donde el buque permanecía inmóvil un día o dos, luego partían; cuando anclaron en Malta, un cuerpo de policía revisó nuevamente la nave. Esta vez eran ingleses; ella les oía hablar desde lejos; entre los bultos de la estiba; después se fueron, sobrevino el silencio, y por la noche partieron.
"René Vasonier estaba satisfecho. La nueva relación con Yama Mohamed abría amplias perspecti- vas para su tráfico ilegal. El capitán de La Nuit era un imbécil; no se enteraría jamás de sus actividades. Yama Mohamed podía suministrarle un trabajo abundante; los intereses secretos que corrían de El Cairo a Tánger, bajo la forma de informes, paquetes extraños, armas contrabandeadas y personas en constante fuga, aparición y desaparición, le aseguraban con su intervención cómplice un destino magnífico y sorprendente.
"Transcurrían los días; únicamente cuando entraron a Port-Said, el capitán de La Nuit, Piontevil, reparó que la mar estaba excesivamente picada. Vasonier también observó que los buques junto al murallón de la ciudad se meneaban constantemente.
"Piontevil, desde el puente de mando, miró a su oficial y exclamó:
"-¡Que bajen las dos anclas!
"René dejó de vigilar la maniobra para volverse espantado.
"-¿Las dos anclas? Siempre trabajamos con una, capitán.
– "Esto está muy picado.
"René sintió que un sudor frío le bañaba el cuerpo con su viscosidad repugnante. ¿Las dos anclas? No era posible. ¿Y la mujer que iba metida en el tubo de acero? La aventura se transformaba en una tragedia. Balbuceó:
"-Hace como diez años que no funciona esa ancla, capitán.
"Piontevil no le escuchaba, mirando el mediodía de Port-Said y sus confines de espuma agitada.
"En tanto el primer oficial se decía que descubrir a la fugitiva era perder su carrera, someterse a un proceso por soborno. Callarse era condenar a muerte a la mujer. Pero su carrera…
"-¡Y esas anclas! -gritó Piontevil.
"Ya no había tiempo de avisar a la mujer. El capitán de La Nuit, sin esperar a que su oficial diera la orden, gritó por el portavoz:
"-¡Las dos anclas! -Y entonces René le hizo una señal a los hombres de los cabrestantes de vapor. Rechinaron las palancas, una columnita de humo se escapó de los cilindros oxidados, comenzó a girar un tambor, y de pronto un grito agudísimo cru- zó los aires sobre la superficie del mar; todos se miraron al rostro sin poder especificar de dónde partía aquel grito; luego estalló otro más agudo y cargado de horror, las cadenas rechinaban en los escobenes y ya no volvió a escucharse nada.