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Caminaba muy cerca de ella, de manera protectora, su cuerpo más grande rozando de vez en cuando el suyo. Su proximidad era excitante. Hacía que se sintiera femenina, sexy, incluso seductora, todas las cosas que ella nunca había pensado en ser. Le echó un vistazo de reojo, no queriendo que le robara su alma con su sensatez. El modo en que se movían juntos, como si se conocieran desde siempre. El silencio se estiró y se alargó. Un silencio sociable cuando debería haber estado nerviosa y con miedo.

El bosque era extraordinariamente hermoso. Flores de todos los colores llovían de las parras retorcidas y de los árboles. El mundo cantaba alrededor de ellos, un paraíso vibrante y místico. Los perfumes de tantas flores que llenaban el aire eran embriagadores. Había movimiento por todas partes alrededor de ellos mientras los pájaros se elevaban en lo alto y los monos se arrojaban de rama en rama. El mundo parecía en movimiento constante, tan tranquilo, obviando a los lagartos y las ranas intensamente coloreadas que se adherían a los troncos de los árboles.

Maggie sintió una paz extraña entrando en su cuerpo. Como si ella conociera este lugar. Le era familiar. Como si estuviera en casa. Los pensamientos eran espontáneos, pero se arrastraron en su mente en todo caso. El bosque salvaje debería haberla asustado, pero el ajuste era tan natural para ella como respirar.

– ¿Por qué no me molestan los insectos? -Ella de repente comprendió que oía su continuo zumbido a su alrededor, pero ningún mosquito se había decidido a atacar su piel aún.

– El olor del néctar los rechaza. Lo usamos en las casas también. Esto hace la vida mucho más soportable aquí. Lo mezclamos en el pueblo y lo usamos diariamente. Funciona mejor al ser ingerido, -contestó con total naturalidad-. Hay muchas sustancias con propiedades aquí en el bosque que pueden ser usadas para la medicina, repelentes y otras cosas que valen la pena.

– Cuéntame más sobre mis padres -ella disfrutaba demasiado andando a su lado.

Maggie no quiso tomar en cuenta la posibilidad de que pudiera sucumbir a la atracción que había entre ellos. No podía verse en medio de una caliente relación con un amante de la selva, y alejándose luego ilesa. Se sentía demasiado atraída por Brandt. Demasiado envuelta en su encanto.

Él pasó una mano por su sedoso cabello oscuro.

– Me gustaría contarte una historia primero. Es bien conocida aquí en el bosque. Cada aldeano la conoce y está ligada a tus padres.

Le echó un vistazo rápidamente pero él miraba el camino, escogiendo una senda en dirección contraria a donde Drake le había señalado que estaba el pueblo. Independientemente de que Brandt Talbot estaba a la altura, tenía una gran ventaja. Maggie no se preocupó. Ella estaba determinada a conseguir tanta información de él como pudiera.

– Por favor hazlo.

Entonces él le echó un vistazo y sintió el poder de su fija y ardiente mirada, pero mantuvo su cara apartada y le miró tan inocentemente como le fue posible. Brandt encogió sus amplios hombros cuidadosamente.

– El pueblo era más joven entonces, con sus casas más cerca y en un claro. Nadie pensó que estarían en tal peligro. El pueblo había sido grande pero el tiempo y las circunstancias habían hecho que disminuyera hasta solo unas pocas parejas. El más joven estaba ya en su treintena y él y su mujer querían un hijo. Todos en el pueblo lo querían por ellos. Eran una pareja merecedora, trabajando duro para conservar el bosque, desafiando a los cazadores furtivos, destruyendo trampas, liberando animales capturados, esforzándose incansablemente por mantener a las criaturas bajo su protección. Y finalmente el milagro ocurrió -él sonrió como si recordara un maravilloso momento

– La pareja iba a tener un bebé -él asintió, la débil sonrisa permanecía, alcanzando sus ojos dorados de manera que pareció que le robaba el aliento.

– Ellos tuvieron una hermosa hija y eran muy felices. La gente estaba excitada. La mayor parte de las parejas eran más viejos y tenían pocos niños, así que estaban impacientes por el ritual de promesa.

Maggie empujó el cabello lejos de su cara. Algunos mechones que se le escapaban se enredaban entre las hojas y las ramitas.

– ¿Qué es el ritual de promesa?

– Esta gente no eran simplemente humanos, Maggie, sino algo más, una especie separada. No eran totalmente animales, ni totalmente humanos, sino algo como una mezcla. Esta gente era la naturaleza misma, usando una forma normal humana, pero capaz de transformarse en grandes leopardos, merodeando por la selva para mantener el orden. Tenían el dominio sobre otras criaturas, y con esto vino la responsabilidad inevitable.

Ella tuvo que echar otra mirada a su cara. Le estaba contando una historia, pero él le estaba indicando que la historia implicaba mucho más que eso. No podía creer tal cuento, ella no lo creería, no importaba cuan carismático era Brandt.

– ¿Medio humano, medio leopardo, como los hombres leopardos en las leyendas? -Ella intentó fuertemente mantener el escepticismo de su voz. Había pasado mucho tiempo leyendo e investigando sobre varias creencias tribales sobre deidades medio humanas. Siempre se había estaba obsesionada con ello.

– Esta especie es capaz de cambiar de forma a voluntad. No al principio, cuando son jóvenes son niños normales. El cambio viene más tarde. Se le conoce como Han Vol Dan. El camino del cambio. No son la mitad de nada sino su propia especie. Viven y trabajan como la gente, pero cambian cuando es necesario. Son los guardianes de las junglas, de las selvas tropicales. Una gente tan rara como los tesoros a su cuidado.

Los dedos de Brandt se enredaron con los suyos como si se movieran juntos en un compás perfecto. Un ritmo perfecto. No había ningún tropezón en la tierra desigual. Ningún crujido de hojas o romper de ramitas. Se movían como una sola unidad, con la cautela natural y la completa facilidad. De improviso él se paró, dio un paso directamente delante de ella de modo que ella casi tropezó con él.

Maggie no tenía ninguna otra opción, sólo inclinar su cabeza hacia atrás y alzar la vista hacia él. Mirar sus dorados ojos. En ese momento estuvo perdida, cayendo bajo su hechizo, su aliento abandonó sus pulmones rápidamente. Los rayos del sol se filtraban a través del espeso follaje, arrojando un resplandor delicado a través de las sombras, iluminando con esplendor sus colores. Los pájaros revoloteaban de rama en rama en los árboles, parecía una agitación de alas. Ella fue consciente de la emisión de impulsos vitales a su alrededor, del flujo y reflujo del canto de la naturaleza, de los sonidos de la fauna y del agua. Hasta que ella miró sus ojos.

Su mundo se había limitado a Brandt. A los secretos misteriosos que se arremolinaban en las profundidades de sus ojos. Al hambre ardiente y la necesidad que leía allí. Él la miraba como si fuera la única mujer en el mundo. Su mirada fundida se movía despacio sobre su cara, apreciándola. Trajo la mano de ella entre ellos, de modo que su palma pasó rozando los músculos de su pecho. Sus dedos acariciaron su barbilla enviando roces de alas de mariposa al fondo de su estómago mientras ella sentía como su boca se movía contra el dorso de su mano. Sus ojos continuaron manteniéndola cautiva. Maggie estaba hipnotizada como un conejo perseguido atrapado en la intensidad de su mirada. Él giró la mano, abrió sus dedos y todavía sosteniendo su mirada, inclino su cabeza para raspar con sus dientes cuidadosamente el centro de su palma. Su lengua se arremolinó produciendo una llama caliente y húmeda donde sus esculturales labios completaron la marca firmemente como terciopelo suave sobre el calor que palpita.

– Sé que no entiendes nada de esto aún, Maggie, y te agradezco tu coraje -su voz la abrigó en la intimidad-. Sólo quiero que sepas que tengo la ventaja de saber sobre ti y sobre tu vida. Sé sobre la vez que te caíste de tu bici y tuviste que ir al hospital para coserte. Sé que estuviste preocupándote por tu madre mientras ella estaba tan enferma y que volvías del colegio para quedarte a su lado cuidándola tu misma, durante dos meses.