Él la recostó lentamente hasta que estuvo apoyada en el colchón, expuesta debajo de él mientras su boca tironeaba duramente y sus manos reclamaban su cuerpo para una lenta exploración. Su fuerza era enorme, ella la percibió en una ondulación de músculos bajo su carne. Incapaz de resistirse, Maggie recorrió con sus manos todo él, cada ángulo y cada plano, los bordes de sus músculos, queriendo sentir la dureza de sus manos.
Brandt tenía otras ideas. -Me vas a hacer añicos si haces eso, -él admitió, sus manos moviéndose por sus costillas, su pequeño pecho y su abdomen. Amaba la suave expansión, la forma en la que sentía los huesos de sus caderas bajo sus dedos. Las curvas de su cuerpo estaban cercanas a arder como su centro, brillantes, calientes y esperando por él para que sus pulgares se zambulleran en ella.
Ella saltó cogiendo sus manos. Brandt ignoró su restricción y separó sus piernas todavía más. -Déjate ir, Maggie, -dijo suavemente-. Sólo estamos nosotros. Fui creado para ti. Para amarte, para darte placer. -Su dedo acarició su húmedo centro, arremolinándose dentro para encontrarla caliente y resbaladiza de necesidad-. ¿Te estoy dando placer, Maggie?
– Sabes que si. -Tanto que no podía pensar con claridad.
– Maggie, es a mi quien tu quieres, no a cualquier otro, -dijo Brandt, con sus dorados ojos de repente fieros. Su dedo se hundió profundamente y ella lanzó un grito, sus caderas corcoveando contra su mano-. Dilo, Maggie, di que soy yo al que quieres. -Él se deleitó al sentir sus músculos apretarse alrededor de su dedo, pero tenía que saber que era por él. Ella tenía que entregarse a si misma completamente. Su cuerpo no era suficiente pare él, nunca sería suficiente. Maggie era su otra mitad, una mujer nacida para ser su mejor amiga, su compañía y su compañera de por vida. La química sexual entre ellos era un enorme plus, pero no era suficiente. Ella tenía que quererlo a él.
Sus verdes ojos se agrandaron cuando él empujó dos dedos profundamente, estirándola, haciendo que su esbelto cuerpo lo aceptara con facilidad. -Dilo, Maggie, necesito oírtelo decir.
– ¿A quién piensas que quiero? -ella gritó ahogadamente, casi cayéndose de la cama. Ella estaba segura de que no podría vivir sin quererle a él.
– Di que estarás conmigo, viviendo conmigo, Maggie, aprendiendo a amarme, aquí en el bosque pluvial donde naciste. -Él reposó su cabeza encima del suave y tenso abdomen, firme y plano, su palma reposando sobre su corona de rizos. Mientras besaba tiernamente su sexy tripa, empujó sus dedos mas profundamente dentro de ella, cerrando los ojos notó su cuerpo atenazarse en respuesta.
– Quiero estar aquí contigo, Brandt. He añorado venir aquí, -admitió ella. La estaba volviendo loca-. Por favor… -El mundo se rompió para ella, un suave grito de necesitad. Las olas de placer eran muy intensas, Maggie tenía que luchar para mantenerse cuerda-. ¿Qué hay acerca de la protección, Brandt? Dijiste que podría quedarme embarazada.
Sus dientes rasparon su tripa, su nariz rozaba y acariciaba. -Aquí mismo, Maggie. Nuestro hijo crecerá en tu tripa. Mi hijo. -Sus dientes mordisquearon otra vez-. ¿Sería eso algo terrible para nosotros, tener un hijo juntos?
Había seducción en su forma de susurrar, una tentación. Maggie había ansiado siempre una familia y había estado muy perdida sin una. Sus palabras de permanencia, de compromiso. Ella estaba tentada, estando su cuerpo cercano a arder. No podía pensar con claridad con el anhelo que sentía por él. No quería que el parara pero necesitaba tiempo con él para conocerlo por dentro y por fuera. Una explosión de posesión en sus ojos, un rictus implacable en su boca y un insaciable apetito sexual cuando lo miraba, cuando lo tocaba. El era atento, protector, inteligente y tenía sentido del humor, pero ¿lo conocía realmente?
Sacó sus dedos y sus dientes mordisquearon un poquito mas abajo, su suave sonrisa contra sus curvas. -Nuestros hombres estimulan a las mujeres para embarazarlas, cariño; tu no funcionas exactamente como una humana. Solo quiero que lo sepas, No me preocupará que mi hijo crezca dentro de ti. No me importara que tus pechos se llenen de leche. -Le sonrió otra vez, seguro de si mismo, nunca más vulnerable, pero intensamente masculina-. Soy un felino, después de todo. Pero esperar hasta que tu me conozcas, hasta que confíes en mi, es esencial. Iré con mucho cuidado, te lo prometo. -Levantó su cabeza y la miró, sus dorados ojos resplandeciendo-. No te muevas, cariño, solo quédate tendida para mi, -él susurró, sus manos separando sus piernas-. La primera noche que estuviste aquí, en mi cama, me senté en esa silla y soñé con esto, Cual es tu sabor. -Él bajó su cabeza.
Un grito rasgó su garganta. Su cuerpo corcoveó y se convulsionó. Su lengua era implacable, apuñalaba, examinaba, chupaba su cuerpo creando terremotos y fuegos artificiales, dividiéndola en un millón de piezas. Una y otra vez, una tormenta de puro deseo en la que perderse, golpeándola bajo él sin inhibiciones, llorando por él, pidiéndole clemencia para que entrara dentro de ella dónde lo necesitaba, dónde él pertenecía.
Brandt cogió sus caderas en las manos, la arrastró hasta que su trasero estuvo en el filo de la cama y ella contra el. Su erección era dura y gruesa, la cabeza muy sensitiva cuando la empujó hacia ella, su cuerpo temblando de placer. Ella se sentía caliente, lisa como suave terciopelo, pero tan apretada que casi le hace perder el control. Se forzó a si mismo a tomarse su tiempo, llenarla lentamente, empujar mas y mas profundo en su cuerpo, queriendo que ella aceptara cada pulgada de él.
Maggie oyó un sonido entusiasta, se dio cuenta que fue ella. Su cuerpo la invadía, una gruesa y dura plenitud que le brindaba una fiera fricción de intenso placer. Podía sentir su cuerpo ajustándose, acomodándose a su tamaño. Y entonces él empezó a moverse y ella se perdió en una conflagración que el tejió para alimentarla.
Él se movió lentamente en un principio, mirándola por alguna señal de molestia. Cuando ella levantó sus caderas para encontrar las de él, empezó a perderse a si mismo en un perfecto ritmo, duro y rápido, profundo. Los pequeños ruiditos que escapaban de su garganta le volvían loco. -Tómalo todo de mi, cariño, todo de mí. -Fue una súplica, una petición. Ella ardió y ardió, y se agarró a el apasionadamente.
Él empujó fuerte, deleitándose en la forma en que su cuerpo temblaba de placer, la forma en que sus pechos pujaban por sobresalir, su estómago se ondulaba, sus ojos miraban apasionadamente mientras sus cuerpos llegaban juntos. La visión de ella, el sentimiento de que ella sería su perdición. Quería que durara para siempre, pero lo había deseado demasiado tiempo y su cuerpo tenía otras ideas. Él lo sintió empezar en los dedos de sus pies, elevándose alto, mas alto, su abdomen quemándose, sus caderas empujando fieramente, casi con brutalidad, sus manos sujetándola mientras erupcionaba con chorros de crema, llenándola, desencadenando un intenso orgasmo que se acopló en el de ella apasionadamente, ordeñándolo hasta que se derrumbó encima de ella, dejándolo momentáneamente saciado.
Estaban pegados, sus corazones latiendo lentamente, sus esencias mezcladas, los dos tan sensitivos que tenían miedo de moverse. Brandt besó la esquina de su boca, su mejilla, un pezón. -¿Estás bien? No te habré lastimando, ¿verdad? -Con reticencia apartó su pesado cuerpo de ella, sus manos acariciando su cabello posesivamente.
– Sabes que no me lastimaste, -ella le aseguró, no creyendo que su cuerpo volviera a ser de ella-. Hace calor aquí. ¿Se disparó la temperatura mientras no estábamos mirando?
Él rió suavemente, desde dentro de su garganta. -Teníamos otras cosas en la cabeza. -Se sentó, fuera de su alcance. Su cuerpo desnudo era flexible un milagro en movimiento.
– ¿Qué estás haciendo? -Maggie le preguntó adormecida. Rodó sobre su tripa y levantó la cabeza para mirarlo. Había algo muy íntimo en la oscuridad de la noche que los envolvía en su capa, a pesar de que podrían verse claramente el uno al otro. Lo miró levantando la cubitera isotérmica con el hielo hacia su boca. Fascinada, se apoyó sobre sus codos para mirarle como tragaba el líquido helado.