– Brandt -había urgencia en la voz de Drake y esta vez Brandt respondió, bajando las escaleras apresuradamente detrás de su amigo.
Maggie miró por la veranda hasta que estuvieron fuera de su vista y luego volvió a la casa, cerrando y asegurando la puerta de la calle. Deliberadamente apagó cada luz de modo que no hubiera ningún brillo que atrajera a nadie a la casa. Su visión nocturna era sumamente aguda, mucho más de lo que alguna vez fue. Se maravillaba de los cambios que habían tenido lugar en su cuerpo. Parecía como si cada hora trajera un nuevo descubrimiento, sus sentidos se agudizaban más y más.
Su cuerpo se sentía maravillosamente usado luego de las múltiples sesiones de sexo, y Maggie solo quería sumergirse en un largo baño caliente. El aire era tan bochornoso como era habitual, pero el pensamiento de agua caliente era más de lo que podía resistir. En el baño encendió una vela para llenar el cuarto con su aroma. La llama produjo un suave parpadeo en las paredes. El agua golpeaba dulcemente su dolorido cuerpo como mil lenguas sanadoras. Podía ver una mancha oscura en su cadera dónde sus dedos la habían apretado en las convulsiones de su pasión. Sus pechos estaban sensibles y ligeramente rosados, igual que su barbilla, a consecuencia de la ligera sombra de barba en su mandíbula. Incluso el interior de sus muslos mostraban las pruebas de su posesión. Profundamente dentro de ella todavía podía sentirle. Su cuerpo aún ansiaba el de él.
Se adormeció en el agua caliente, soñando con el duro, esculpido y apretado cuerpo de Brandt empujando profundamente en el suyo. Se estremeció y golpeó su cabeza en el borde de la tina. Maggie despertó parpadeando letárgicamente, y pasó una mano por su cabeza. Mientras se secaba con una toalla notó lo sensible que estaba. Su piel se inflamó al contacto con el suave algodón. Era doloroso vestirse pero lo hizo, preocupada por si Brandt la necesitara.
Maggie paseó agitadamente sobre el suelo de baldosas. Sentía su estómago raro y había un rugido extraño en su cabeza. Trató de eliminarlo masajeado sus sienes. La palpitación aumentaba aporreando su cabeza y causando un dolor que se incrementaba. Sus huesos se sentían demasiado grandes para su piel. Creyó que su cabeza iba a estallar para acomodar su cráneo que crecía y crecía. ¿Era esto lo que tanto preocupaba a Brandt?, ¿había comenzado ya? Experimentalmente, pasó su lengua a lo largo de sus dientes para sentir si ellos se habían afilado.
Maggie creyó haber gritado. Sus músculos se retorcían, rizándose y estirándose bajo su horrorizada mirada. Podía ver algo corriendo bajo su piel, algo parecido a un parásito, levantando su piel cuando aquello se precipitó bajo la superficie. Su corazón se aceleró y su boca se secó. De repente su ropa le apretaba, encogiéndose también. El material lastimaba su piel. Alarmada, se arrancó los vaqueros, desprendiéndolos de su cuerpo.
El fuego se deslizó por su vientre convirtiendo sus piernas en gelatina. Cayó al suelo.
– ¡Brandt! -gritó su nombre, su única esperanza en medio de la locura. Su nombre salió convertido en algo entre una tos y un gruñido. Su garganta se cerraba hinchándose, cambiando, atrofiando sus cuerdas vocales.
El Han Vol Dan estaba ocurriendo y ella estaba sola y aterrorizada. Su cuerpo se retorció cuando una corriente de adrenalina corrió abruptamente por su interior, como un volcán que hace erupción. Su piel ardía muy sensibilizada. Su sola existencia la lastimaba. Maggie luchó por controlar su miedo, para seguir pensando mientras pudiera. Se libró de su ropa antes de que sus dedos desaparecieran. Las lágrimas corrían por su cara mientras se arrancaba la blusa y la ropa interior. No podía mirar las contorsiones de su cuerpo. Había pensado que sería una transformación rápida y no este violento asalto a sus músculos.
Se arrastró lentamente a través del suelo hasta la puerta del balcón. La casa la sofocaba, le costaba respirar. Maggie no quiso mirar su mano cuando alcanzó la manilla de la puerta para abrirla, pero no había nada que la ocultara. Su mano estaba encorvada, agarrotada, los nudillos extendidos.
Logró abrir la puerta y se arrastró al balcón.
Un poco de piel se onduló en el camino sobre su columna vertebral que parecía doblarse y chisporrotear y una franja gruesa de pelo rojizo con manchas se expandía sin parar. Durante un momento quedó congelada entre humano y bestia, mitad y mitad. Sólo pudo que maravillarse por el misterio de tal cosa. ¿Cómo podía ser que nunca hubiera sido descubierto. Pero entonces fue absorbida en la conversión de su cuerpo y tomada por el animal en su interior.
Oyó el ruido de sus huesos romperse, sus músculos estirarse, el reventar de los tendones mientras su cuerpo se volvía a formar. Los sonidos eran terribles, entonces lo salvaje se apoderó de su ser aumentando sus sentidos. La noche se precipitó sobre ella, en ella, un mundo que no sabía que existiera.
Hubo un largo silencio, hasta el viento sostuvo su aliento. Entonces la lluvia rompió el cielo, las pesadas gotas que aterrizaban sobre el felino se derramaron en el balcón. Maggie levantó su cabeza y miró a su alrededor. Sin mover la cabeza, podía descubrir un movimiento en los árboles en un campo visual de casi 280 grados. El choque fue enorme, su mente casi se detuvo cuando intentó entender lo que había pasado. Podía pensar, pero estaba atrapada en un cuerpo distinto al suyo, uno totalmente ajeno. Y profundamente enterrado, algo salvaje y peligroso estaba mezclándose con su mente.
El leopardo se sostuvo sobre sus pies. Fácil, elegantemente. No había nada torpe en la forma en que el animal se movía. El leopardo fue construido para la conciencia total, con gracia e inteligencia. Profundamente dentro del cuerpo del animal, Maggie tenía un sólo objetivo. Salir del bosque tropical. Volver a la civilización donde nada como esto podría pasarle otra vez. No era interesante o divertido, era aterrador más allá de toda creencia. Maggie Odessa estaría perdida en el bosque, pero el leopardo tenía sentidos mucho más desarrollados. Saltó del balcón, hallando su camino bajo la red de ramas de los árboles, corrió rápido, utilizando el radar único en los bigotes del gato para ayudarse a hallar su camino.
No tenía la más mínima idea de cómo regresar a su propia piel, su propia forma. El cuerpo de este leopardo no podía ser el suyo. Lo peor de todo, la hembra dejaba sus señales químicas por todo el bosque mientras corría lejos del santuario de la casa hacia los confines del bosque. El leopardo estaba en celo, rozándose en los árboles, rasgando la corteza y dejando marcas con su olor. Maggie se horrorizó cuando repentinamente se dio cuenta que el animal y ella necesitaba un macho.
Corrió más rápido, determinada a alejarse de la influencia que el bosque tropical salvaje, con su calor bochornoso y lleno de vapor, tenía en su hiperactiva libido. Corrió una larga distancia, saltando fácilmente sobre troncos caídos y húmedos terraplenes. El río no la detuvo, se sumergió y nadó, saltando para llegar a la orilla y temblando delicadamente. Se dio cuenta de la mecánica del cuerpo del leopardo.
El débil sonido de disparos, de voces que atravesaban el bosque, casi detuvo su corazón. El ruido estaba a una gran distancia, pero al instante supo lo que significaba. Brandt podía estar en peligro. Estaba corriendo como una salvaje mientras Brandt podía estar en peligro en algún lugar. El pensamiento era aterrador. ¿Pero qué podría ella hacer, atrapada como estaba, encarcelada dentro de un animal? Quiso llorar de miedo y frustración. Forzó a su mente lejos de la histeria y trató de pensar lógicamente.
Insistía en pensar en si misma como dos identidades. Un humano y un animal. Pero no era ni uno, ni otro y, la criatura que atravesaba el bosque tan fácilmente, era en parte ella. Siguió pensando como Maggie Odessa, pero ahora de otra forma, una que era extraña a ella pero aún así una que encajaba.
Una vez que se identificó con aquella Maggie que era todavía, pero con otra forma, se sintió mucho más tranquila. Redujo la velocidad, su aliento resollando, mirando a su alrededor con su realzada visión. Su visión. La había tenido siempre, sólo que nunca había usado esa capacidad. Inhaló, captando los olores de la selva. No era un leopardo, tampoco era completamente humana. Era diferente, pero todavía era Maggie.