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– ¡No! -Maggie se sintió satisfecha al ver la mirada de sorpresa del hombre, hasta horrorizado con la idea-. No sé lo que pensé. Que ella me preferiría, me querría a cambio.

– Sabes que no puedes robarte al compañero de otro, James. -Brandt golpeó al hombre por segunda vez, con una expresión de repugnancia sobre su cara-. Sal de aquí, preséntate al consejo, y diles lo que has hecho, Si no lo haces, te consideraré mi enemigo y te perseguiré. -Empujó al otro hombre a distancia, sus ojos de oro brillaban con la amenaza-. Me conoces. Te perseguiré hasta que te encuentre.

James tropezó e inició unos cuantos pasos hacia adelante, mirando por sobre su hombro hacia atrás. -Te juro que no iba a dañarla, Brandt. Yo no haría eso a una de nuestras mujeres.

Brandt miró al hombre irse antes de darse vuelta y concentrar su atención en Maggie. Él podía respirar otra vez, pensar otra vez, ahora que ella estaba a salvo. La acechó a través del pequeño espacio. -Dijiste que me esperarías-, la reprendió, llevando su cuerpo entre su duro marco masculino y un tronco de árbol. Él estaba desnudo y duro. Una raya larga y fina roja cruzaba su vientre. Sus ojos siguieron la laceración con consternación y ella se encontró mirando fijamente en su gruesa erección.

– No es posible que estés excitado, -ella susurró-. Podrías haber muerto. -Ella estaba fascinada por él, por su grosor, su forma. Sin pensarlo ella pasó su mano a lo largo de su hombro, tocando el borde de la herida sobre su vientre, y acarició con sus dedos su pesado miembro.

Él cogió su barbilla en su mano, sus ojos todavía brillaban. Todavía amenazador. La adrenalina fluía por su cuerpo. Ella sintió el débil temblor de su cuerpo contra el suyo. -Siempre me excitarás, Maggie. -Dejó caer un beso duro sobre su boca volviéndola hacia arriba-. Me dirijo a la casa por tus medicamentos. Puedo viajar más rápido sin ti. No te muevas.

Ella respiraba pesadamente, queriéndolo, necesitándolo, de una manera extraña afectada por la vista de una batalla tan terrible. -Lo siento, Brandt. Te puse en el peligro.

– Aprendemos en el peligro, dulzura. Éste es nuestro modo de vivir. -Sus dientes rasparon juguetones el pulso en la base de su garganta-. Volveré pronto, lo prometo. No tengas miedo.

Maggie lo miró desaparecer detrás del follaje de la selva. Ella no tenía miedo. Nada. Pertenecía a la selva, con Brandt Talbot. Cada momento que pasó en ella a pesar de su costo, le decía que esa selva tropical era su casa y Brandt su compañero, el hombre con el que quería pasar su vida. No tenía ni idea de como había pasado todo, pero sabía que quería estar con él. Estaba dispuesta a vivir con las extrañas diferencias de la selva. No había dejado nada olvidado en la civilización por lo que valiera la pena regresar y dejarla.

Maggie miró el oso que estaba silencioso ahora, sus ojos la miraban fijamente sin esperanzas. -Voy a aprender como cambiar de forma tan rápido como él lo hace, -le dijo al animal-. Y voy a iniciar investigación sobre tu pequeña vida, también, Señor Oso.

Maggie canturreaba suavemente al animal cuando Brandt volvió. Ella casi estaba decepcionada de que lo hiciera totalmente vestido. Él le dio su ropa, vaqueros y una camiseta, y a toda prisa se la colocó, mientras él tranquilizaba al oso.

Trabajar con Brandt era fácil. Parecía saber instintivamente que necesitaba. Sus manos eran reverentes mientras se movían sobre la piel del oso, mientras él sostenía la cabeza del animal para asegurarse que respirara correctamente mientras ella reparaba los daños. -Debe ser enjaulado, -dijo ella, limpiándose la frente con el dorso de la mano, untándose de suciedad con ello-. Él no podrá conseguir suficiente comida o algún otro animal podría herirlo, tan herido como está, -le explicó, alejándose a una distancia segura del oso donde ella podría verlo despertarse-. La herida no es tan mala. No hay fracturas ni ha perdido sangre, pero si alguien en realidad le disparó, fue un disparo lastimoso.

– Creo que él fue herido por una bala perdida. Los cazadores furtivos peinaron el área cuando comprendieron que estaban bajo ataque. -Brandt sacudió su cabeza-. Estará bien. Se quedará en su cueva y pasaré todos los días para asegurarme de que come. No lo quiero enjaulado.

– ¿Qué pasó con los cazadores furtivos?

Había un severo rictus en su boca y sus ojos de oro parecían duros y peligrosos. Encogió sus amplios hombros con descuido. -No creo que nos molesten de nuevo. La selva tropical tiene un modo de tratar con los que violan su confianza. -Su mirada se movió sobre su cara, oscura y ceñuda, con una cierta crueldad en su expresión-. Los abandoné en casa, Maggie. La selva tropical también tiene un modo de tratar con los que son descuidados.

Maggie vaciló, pero estaba demasiado cansada para discutir con él. Los rayos de luz caían en rayas sobre el pabellón, la luz del día señalaba que había llegado. Ella se sentó sobre el piso forestal y alzó la vista ante él. -No fui descuidada, tuve miedo, Brandt, y me escapé como una cobarde. Lo siento. Pensé que estaba preparada para el cambio, lo sentí, pero fue lento y espantoso y yo entré en pánico. No era lo que había imaginado. -Ella miró hacia abajo a sus manos-. Creo que corrí por instinto. Pensé que si abandonaba el bosque, eso nunca pasaría otra vez. Quería ser yo.

El oso gruñó, su lengua larga colgó afuera. Ellos lo miraron, el cuerpo y las piernas tiradas. -Siempre serás tú, Maggie, -dijo Brandt suavemente, doliéndose por ella, enfadado por haberla defraudado. Brandt extendió la mano y levantó a Maggie-. Ven bebé, vamos. Estás cansada. -Él la hizo entrar bajo el refugio de un enorme helecho, mientras el oso derribado, sacudía su cabeza.

– Estás enojado conmigo. -Ella hizo la declaración mientras se inclinaba sobre su gran cuerpo. Él era sólido. Estable. Ella podía sentir su cólera bullir bajo la superficie, aunque sus manos eran increíblemente apacibles.

– Me asustaste como el infierno, Maggie. Hay algo malo con James. Siempre ha estado desconectado cuando se trata de mujeres. Ha sido sorprendido cambiando para impresionar a las nativas. Ellas duermen con él pensando en poder ganar su poder o algunas otras tonterías. Él no se preocupa por ellas; las usa. Quiere controlarlas.

– Como los hombres que decías querían ser tratados como dioses.

Él cabeceó. -Le gusta el poder sobre las mujeres. Realmente no creo que se haya implicado con los cazadores furtivos, lo que sería la pena de muerte para él, pero no es alguien a quién quiera alrededor. Nunca sentiré que estás completamente a salvo con él en el bosque. Espero que el Consejo decida exiliarlo.

Sus largos dedos se apretaron contra los suyos cuando el oso arañó como acostumbraba el árbol en su nido. Cuando el oso se instaló completamente, Brandt llevó a Maggie con él, retomando un sencillo camino entre las plantas y árboles. Saber que no se dirigían hacia la casa era producto del cambio.

– Estoy cansada, -ella se opuso-. Solo quiero ir a casa.

– No estás tan cansada como para no ver este lugar, te gustará, Maggie. Y puedes dormir si te gusta una vez que estemos allí. Hay un pequeño claro directamente alrededor de un lago en el que puedes sentir el sol. El bosque es tu casa. Todo esto.

Ella echó un vistazo al cielo. -Estoy segura de que lloverá.

– Tal vez, -él estuvo de acuerdo-. Pero confía en mí, no te preocupes. -Ella realmente confiaba. Iba con él de buen grado. La vista la privó de todo discurso. Estaba de pie muy cerca al lado de Brandt, solo miraba, cautivada por la belleza de la naturaleza. El agua caía en cascada unos 3 metros sobre ellos, una espuma blanca caía e sobre las rocas suavemente redondeadas. Hacía una piscina natural, enorme y profunda; el agua era transparente lejos de la cascada. La superficie brillaba como una invitación azul bajo un arco iris de colores. Helechos abundantes creaban vida, dando fondo a paisaje exótico. Flores de toda clase caían en cascadas de los árboles, con colores y perfumes que llenaron los sentidos de Maggie y convirtieron al lugar en un paraíso mágico, místico.