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Brandt tragó con fuerza. No había nada ella que ella pudiera hacer. Nada que pudiera decirle. Él la besó. Con fuerza. Posesivamente. Puso todo sus sentimientos en ese beso. Le dijo todo lo que no podía decir con palabras. Vertió su corazón y alma en ese beso.

El viento cambió y Brandt bruscamente levantó su cabeza, oliendo el aire. Inmediatamente su expresión cambió, su labio se levantó en un gruñido silencioso. Él empujó a Maggie a distancia haciendo que cayera hacia atrás y hacia el fondo, el agua se cerró sobre su cabeza. Él ya estaba en movimiento, dando vuelta hacia la orilla espesa de helechos, su forma brilló en su piel mientras un leopardo explotaba desde el follaje y lo golpeaba con velocidad llena. Parecía haber recibido un golpe con un ariete, produciendo un desagradable efecto en su costado, sobre huesos, músculos y tejidos. Perder su equilibrio no era una opción, el leopardo ya tenía ventaja entonces Brandt absorbió el impacto, en sus músculos y tendones, permitiéndose merecerlo, pero él saltó en el aire, girando para luchar, rastrillando sus garras lateralmente mientras lo hacía.

La velocidad del leopardo le impidió evitar sus garras, y Brandt notó sus ojos y su babeante hocico. Su grito era medio-humano, medio-bestia mientras James giraba y lo enfrentaba otra vez.

Brandt entendió esta vez que él no tenía ninguna opción. James estaba determinado a deshacerse de Brandt para siempre Era morir o matar, un modo de vida tan parecida al bosque pluvial. Él dedicó un pensamiento a Maggie, como ella reaccionaría, y luego se perdió en la batalla feroz.

Maggie dio patadas a la superficie, su corazón palpitaba. Ella se arrastró del fondo. Los sonidos eran aterradores, el ruido tan fuerte del bosque se extendía por todas partes. La pantera negra y el leopardo luchaban y se cortaban, chocaban uno con el otro para obligar al otro a la sumisión. Ella buscó alrededor algún arma, algo que pudiera ayudar a Brandt. James lo había cogido desprevenido, le había rasgado una herida profunda en su lado. Estaba en desventaja.

El cambio comenzó en su mente primero. Él se lo había dicho. Con lágrimas fluyendo por su cara, ella intentó alejarse de la vista y el olor de la sangre, de los dos poderosos machos en un combate verdadero. Ella sabía quién estaba dentro del leopardo. Ella era un leopardo. Su piel era rojiza con rosetones hermosos, su cola larga tirando a rojo. Y oyó los ruidos, las grietas y pequeñas explosiones, sintió el estiramiento de su piel y de sus huesos.

Maggie se puso sobre la roca, asombrada de haber logrado hacer tal cosa. Ella se estiró, gruñó para mostrar sus colmillos. La rusticidad de la batalla ya estaba en su interior, espesando su sangre y bombeando adrenalina. Un gruñido de advertencia salió de su garganta cuando los instintos asumieron. Confió en que una parte de ella, lo aceptara. Deleitada en ello. La amenaza era para su compañero. Para su familia. Para todo por lo que se preocupaba.

Ella saltó al lado del leopardo, hundiendo sus dientes profundamente en su cuello, rastrillando con sus garras. Él se la quitó fácilmente, pero la distracción fue todo lo que Brandt necesito para recuperar la ventaja. Él estaba sobre el otro gato antes de que pudiera recuperarse, tomando su garganta, torciéndolo hasta que el leopardo estuvo sobre sus costados, el asimiento era imposible de romper.

Maggie ya inspeccionaba las heridas de Brandt, tocándolo con sus suaves patas con almohadillas. Cuando él lo dejó, apoyándose a distancia, el leopardo no se elevó.

Brandt podía oír a los demás llegando rápidamente, viniendo en su ayuda. Era demasiado tarde para cualquiera de ellos. Él no había tenido ninguna otra opción, sólo matarlo, pero le puso enfermo el tener que hacer tal cosa a uno de su propia clase. Miró a Maggie con tristeza, su cabeza se inclino, su corazón se lleno de dolor. Sus lados subían y bajaban mientras sus pulmones trabajaban para recuperarse.

Su lengua calmó un rasgón sobre su hombro, lamió otro a lo largo de su costado. Ella le dio un codazo a sus pies, ya conscientes de los demás en camino. Claramente declarando su posición. Su gente podría tratar con la secuela de la justicia de la selva. Brandt debía irse con su compañera, permitirle cuidar de sus heridas. Su lengua estaba ocupada, y su cuerpo más pequeño continuamente lo impulsaba hacia el bosque, alejándose de su vista y de sus olores, de su modo de vivir salvaje. Impulsándolo hacia su casa.

Maggie claramente había escogido su destino y Brandt finalmente aceptaba que ella sabía lo que hacía. Su corazón se desbordó, se fue con ella, arropado con su amor y sus cuidados.

Christine Feehan

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